El Día de acción de gracias: ¿Celebrarlo o cancelarlo?

A medida que los estadounidenses han celebrado el Día de acción de gracias en los últimos años, se han visto cada vez más sujetos a preguntas inquietantes sobre los orígenes y el propósito de la festividad (sin mencionar las consecuencias adversas como el calentamiento global debido a tanto viajar).  Les han dicho que es hora de “reimaginar” el Día de acción de gracias, o tal vez deshacerse de él por completo.

Estas llamadas provienen en gran parte de la idea predominante de que la fiesta del Día de acción de gracias surgió como una forma de conmemorar el llamado primer Día de acción de gracias en 1621 en Plymouth en la Colonia de la Bahía de Massachusetts, cuando los peregrinos que habían llegado en el Mayflower el año anterior – es decir, la mitad de ellos, los que aún estaban vivos – realizaron un festín compartido con el pueblo nativo americano Wampanoag.  Dado que la relación entre los nativos americanos y los colonos europeos blancos se volvería más tarde menos amistosa y más compleja y eventualmente resultaría en trágicas consecuencias, especialmente para los nativos americanos, ahora se sugiere que debemos “renovar la imagen” del Día de acción de gracias, si no cancelarlo por completo.  [P.ej., se señala que en otras ocasiones posteriores los colonos dieron gracias por la victoria en batalla sobre enemigos nativos; pero ¿realmente debemos suponer que las tribus nativas americanas eran diferentes de todas las demás culturas en la historia del mundo y no dieron gracias por sus propias victorias?]

Pero ¿si esa idea del origen de la fiesta de Acción de gracias es en sí misma es una gran idea equivocada?  ¿Qué pasaría si las personas principalmente responsables de la creación de la tradición estadounidense del Día de acción de gracias – especialmente Sarah Josepha Hale y Abraham Lincoln en el siglo XIX – no estuvieran pensando en peregrinos e indios sino en algo completamente diferente?

Sin duda usted ha oído hablar de Lincoln, aunque quizás no sepa que declaró el jueves 26 de noviembre de 1863 (hoy hace 159 años) como “un día de acción de gracias y alabanza a nuestro benévolo Padre quien mora en los Cielos”, la primera de una serie ininterrumpida de proclamaciones de Acción de gracias de nuestros presidentes hasta nuestros días.  [Para que conste, ¡George Washington también emitió una proclamación de Acción de gracias en 1789 para esa misma fecha del 26 de noviembre!]

Puede que usted no conozca a Sarah Hale, pero fue una mujer muy influyente en la época de Lincoln, entre otras cosas la editora de Godey’s Lady’s Book (una revista para mujeres).  Abogó durante muchos años por el establecimiento de una celebración nacional de Acción de gracias.  Lincoln fue el quinto presidente al que solicitó sobre este tema, pero el primero en responder favorablemente.

La pregunta vital, entonces, es qué motivó a Sarah Hale y Abraham Lincoln y otros de su época a establecer esta tradición de una fiesta anual y nacional de Acción de gracias.  ¿Fue para conmemorar ese “primer Día de acción de gracias” allá por 1621?  ¿Deberíamos aceptar ciegamente afirmaciones audaces como esta que apareció en la edición del 2 al 9 de diciembre de 2019 de la revista Time en un artículo titulado “La forma en que los niños estadounidenses están aprendiendo sobre el ‘primer Día de acción de gracias’ está cambiando”? [https://time.com/5725168/thanksgiving-history-lesson/]:

“De manera crucial, la campaña de Hale para la fiesta de Acción de gracias estaba explícitamente vinculada a la historia de Plymouth.”

¿O qué tal esta que apareció en The Boston Globe el 18 de noviembre de 2007?:

“Durante la sangrienta Guerra Civil, Abraham Lincoln mezcló el mito sentimental de los peregrinos y los indios compartiendo una fiesta de la cosecha con la necesidad pública de celebrar la unidad nacional.”

¿En serio? He leído todos los editoriales de Sarah Hale sobre el tema del Día de acción de gracias que puedo encontrar, así como su descripción de la fiesta en su novela Northwood.  He leído todas las proclamaciones de nuestros primeros presidentes para los Días de acción de gracias (Washington en 1789 y 1795, Adams en 1798 y 1799 y Madison en 1815).  He leído la carta de Sarah Hale a Lincoln.  Y he leído las proclamaciones de Acción de gracias de Lincoln en 1863 y 1864 (así como otras dos relacionadas con victorias militares específicas).  En ningún caso he encontrado una referencia al “primer Día de acción de gracias” en 1621.  ¿Quizás es por eso que los autores de las afirmaciones antes mencionadas no proporcionan fuentes para ellas?

Pero si Hale, Lincoln y sus compatriotas no estaban conmemorando ese acontecimiento de hace mucho tiempo, ¿cuál era el propósito del Día de acción de gracias?  Sencillamente, era para dar gracias a Dios por las bendiciones que les había otorgado en su propio tiempo, bendiciones que ellos mismos habían experimentado.

Sarah Hale sí vinculó explícitamente la idea del Día de acción de gracias estadounidense a algo: no a Plymouth en 1621, sino a dos de los festivales de peregrinación judíos, la Fiesta de las Semanas (también conocida como la Fiesta de la Cosecha o la Fiesta de Pentecostés) y la Fiesta de la Recolección (también conocida como la Fiesta de los Tabernáculos o la Fiesta de las Cabañas), ambas de las cuales dan gracias por la provisión (¡actual!) de Dios.  También argumentó que tener un Día de acción de gracias el mismo día en todos los estados y territorios serviría para traer una mayor unidad a la nación.

Asimismo, cuando habló del origen de la costumbre de celebrar el Día de acción de gracias en Nueva Inglaterra en su novela Northwood, el enfoque se centró en el “aquí y ahora”, y aunque menciona a los peregrinos, no menciona a los indios.  Se refiere a un momento en que los peregrinos que residían en el nuevo asentamiento de Boston casi se habían quedado sin comida y sus líderes pidieron un ayuno, pero luego “llegó un barco de Londres cargado de provisiones, y así el ayuno fue cambiado en Acción de gracias”.  Pero a continuación Hale se esfuerza por explicar que la costumbre moderna (en su tiempo) es:

No con ningún propósito de celebrar ese acontecimiento.  Se considera como un tributo apropiado de gratitud a Dios el apartar un día de Acción de gracias cada año; y el otoño es el momento en que los graneros rebosantes de América piden esta expresión de gozosa gratitud”. [énfasis añadido]

Vemos nuevamente que el enfoque no estaba en un acontecimiento de hace mucho tiempo – ya sea una comida compartida entre peregrinos e indios o la llegada providencial de un barco cargado de provisiones – sino más bien en las bendiciones más recientes realmente experimentadas por la gente.

Y este es precisamente el enfoque de la proclamación de Acción de Gracias de 1863 del presidente Lincoln también, la cual comienza con las palabras: “El año que se acerca a su fin ha estado lleno de bendiciones de cosechas fructíferas y aires saludables.” [énfasis añadido]

Continúa enumerando varias recompensas “extraordinarias”:

“En medio de una guerra civil de una magnitud y dureza nunca vistas antes, la cual a veces ha invitado y ha provocado la agresión de Estados extranjeros, la paz ha sido preservada con todas las naciones, el orden ha sido mantenido, las leyes han sido respetadas y obedecidas, y la armonía ha preponderada por todas partes salvo en la esfera del conflicto militar; mientras que esta esfera ha sido muy reducida por el avance de los ejércitos y las marinas de la Unión.  Desvíos necesarios de riqueza y de fuerza desde la industria pacífica hasta la defensa nacional, no ha parado ni el arado, ni la lanzadera, ni el barco; el hacha ha aumentado las fronteras de nuestras colonias, y las minas … han rendido aún más abundantemente que antes.

“La población ha aumentado constantemente, a pesar del derroche que ha ocurrido en el campo militar, el asedio y el campo de batalla; y el país, regocijándose en la conciencia de fuerza y vigor aumentados, se permite esperar una continuación de años con un gran aumento de libertad.”

No hay absolutamente nada acerca de 1621 allí; en cambio, todo se trata de su propio tiempo.  Lincoln continúa señalando que estas bendiciones no fueron el resultado del esfuerzo humano, sino “son las dádivas benévolas del Dios Altísimo quien, mientras trata con nosotros con enojo por nuestros pecados, sin embargo se ha acordado de la misericordia.”

Concluye llamando a todos los estadounidenses, tanto dentro del país como en el extranjero, a reconocer estas bendiciones y “a apartar y guardar el último jueves del próximo mes de noviembre, como un día de acción de gracias y alabanza a nuestro benévolo Padre quien mora en los Cielos”, mientras

“que también con penitencia humilde debido a nuestra perversidad y desobediencia, confíen a su cuidado tierno a todos aquellos que han quedado huérfanos, viudas, de luto o han sufrido en la lucha civil lamentable en que estamos ocupado inevitablemente, e imploren con fervor la interposición de la Mano Todopoderosa para sanar las heridas de la nación y restaurarla tan pronto como sea conforme a los propósitos divinos para el gozo completo de la paz, la armonía, la tranquilidad y la Unión.”

La proclamación de Acción de gracias de Lincoln de 1864 es más de lo mismo, comenzando con la frase reveladora: “A Dios Todopoderoso le ha placido prolongar un año más nuestra vida nacional…”, seguido de una enumeración de las bendiciones del año pasado y un llamado a la gente a responder dando gracias a Dios, humillándose ante él y orando “para el regreso de las inestimables bendiciones de la paz, la unión y la armonía por toda la tierra”.

[Se puede leer el texto completo de las dos proclamaciones de Acción de gracias de Lincoln (en inglés) aquí.]

Así vemos que Sarah Hale, Abraham Lincoln y otras personas principalmente responsables de la creación de nuestra celebración anual nacional del Día de acción de gracias no estaban motivados por conmemorar algún evento lejano (y controvertido), sino por el deseo de dar gracias a Dios por las bendiciones que ellos mismos habían experimentado en su propio tiempo.  Si este último también es nuestro deseo, entonces no hay razón para “cancelar” el Día de acción de gracias.

Esto no quiere decir que no debamos ampliar nuestra comprensión de la historia incorporando otras perspectivas.  Después de todo, lo que parece ser una “bendición” para una persona puede no ser visto como tal por otra.  Al mismo tiempo, esas otras perspectivas deben basarse en hechos históricos, no en presunciones o imaginaciones.  Solamente así nuestra historia nos ayudará a descubrir la verdad y a unirnos como pueblo, en lugar de generar confusión, ignorancia y desunión.

Una nota final: Si Lincoln y la gente de su época pudieran reconocer las amplias bendiciones recibidas de Dios en medio de los oscuros días de la Guerra Civil, se deduce que nosotros también deberíamos ser capaces de encontrar cosas por las que estemos agradecidos a pesar de nuestras propias pruebas y dificultades, ya sea como nación, comunidad, familia o individuo.

Que tengan una fiesta de acción de gracias verdaderamente bendecida mientras recuerdan las muchas bendiciones de Dios del año pasado.

Kevin J. Wood

el 26 de noviembre de 2022

Juneteenth: Un día festivo digno, pero con fecha y nombre equivocados

Esta semana, el Congreso de los Estados Unidos aprobó rápidamente, y el presidente Biden firmó, una ley para establecer el 19 de junio como el “Juneteenth día de la independencia”, un nuevo día festivo federal.  Como probablemente haya escuchado, conmemora la emisión de una orden por parte del General de la Unión Gordon Granger en Galveston, Texas el 19 de junio de 1865, dando a conocer la Proclamación de Emancipación del presidente Lincoln, emitida casi dos años y medio antes, a todos los habitantes de Texas que aún no había oído hablar de ella, en particular a los esclavizados.

Por un lado, creo que es muy apropiado que nuestra nación tenga un día festivo para marcar el fin de la esclavitud.  La esclavitud fue nuestro “pecado original” y la causa fundamental de nuestra mayor prueba, la Guerra Civil, y sus secuelas todavía se sienten hoy.  Si tener un día festivo nacional que conmemora la abolición de la esclavitud contribuye a nuestro reconocimiento racial como nación, eso puede ser algo bueno.

Por otro lado, desde una perspectiva histórica, ¡creo que se equivocaron tanto con la fecha como con el nombre!

Primero, la fecha.  Durante los últimos años, yo como el “Sr. Lincoln” he participado en dos o tres celebraciones de Juneteenth cada año.  En casi todos los casos, se ha proclamado una inexactitud histórica que he intentado corregir, con poco o ningún resultado.  La inexactitud persiste obstinadamente con el anuncio del nuevo día festivo federal, así como de días festivos estatales y locales similares.  Lea cualquier artículo al respecto y contendrá una declaración como:

“Los Estados Unidos pronto tendrá un nuevo día festivo federal que conmemora el fin de la esclavitud en la nación … Juneteenth conmemora cuando los últimos afroamericanos esclavizados se enteraron de que eran libres.” (Fox News); o

“El 19 de junio marca la fecha en la que la noticia de la rendición confederada llegó a los últimos negros esclavizados.” (People)

Y la Encyclopaedia Britannica describe Juneteenth como un “día festivo que conmemora el fin de la esclavitud en los Estados Unidos, que se celebra anualmente el 19 de junio”.

Se nos dice una y otra vez que la esclavitud en los Estados Unidos terminó el 19 de junio de 1865 y que, por lo tanto, Juneteenth es la fecha más apropiada para celebrar ese acontecimiento.  ¿El problema?  ¡La esclavitud no terminó el 19 de junio de 1865, no más que la Guerra Civil terminó cuando el general Lee se rindió al general Grant el 9 de abril de ese año (no fue así)!

Desafiaría a cualquiera que crea que la esclavitud terminó el 19 de junio de 1865 a viajar en el tiempo hasta esa fecha a Kentucky o Delaware.  Diles a las 225.000 personas esclavizadas en Kentucky y las 2.000 en Delaware que ahora eran libres y se reirían en tu cara.  Y un dueño de esclavos probablemente te dispararía en el acto por difundir tal mentira.

El hecho es que la esclavitud seguiría siendo perfectamente legal durante otros seis meses en Kentucky y Delaware, así como en partes de otros estados.  Esto se debe a que la Proclamación de Emancipación del presidente Lincoln no se aplicó a los estados fronterizos, los cuatro estados esclavistas que aún eran leales a la Unión, ni a todo o parte de los estados confederados bajo control del ejército de la Unión en ese momento, más notablemente Tennessee y grandes partes de Luisiana y Virginia.

La administración de Lincoln estaba animando a los estados fronterizos a abolir voluntariamente la esclavitud, algo que Maryland haría en noviembre de 1864 y Missouri en enero de 1865.  Pero a fecha del 19 de junio de 1865 – “Juneteenth” – ni Delaware ni Kentucky habían abolido la esclavitud y como resultado todavía era legal en esos estados.

El final de la esclavitud propiamente dicho llegó con la adopción de la decimotercera Enmienda a la Constitución.  Esta fue aprobada por el Congreso el 31 de enero de 1865, ratificada por los 3/4 de estados requeridos (27 de 36) para el 6 de diciembre de ese año, y proclamado formalmente por el Congreso el 18 de diciembre.  Por lo tanto, cualquiera de esas fechas sería una fecha más históricamente relevante y precisa para celebrar el fin de la esclavitud.  Pero, por supuesto, enero y diciembre no son rival para junio cuando se trata de picnics, desfiles y fiestas en la piscina.

Otra buena fecha sería el 16 de abril, que marca la fecha en 1862 cuando se abolió la esclavitud en Washington, DC, el primer paso hacia la abolición de la esclavitud en todo el país.  De hecho, el 16 de abril ha sido un día festivo local en la capital de la nación (“el Día de la Emancipación”) desde 2005.  ¡Ahora los habitantes de Washington podrán celebrar el fin de la esclavitud dos veces al año!

La elección de cualquiera de estas otras fechas como fecha para conmemorar el fin de la esclavitud también serviría para recordarle a la gente que el medio normal para elaborar leyes en nuestra república democrática es que la gente exprese su voluntad a través del Congreso y de sus legislaturas o convenciones estatales.  En cambio, la elección de “Juneteenth” refuerza la falsa impresión, que ya prevalece dada la inclinación de nuestros presidentes modernos por emitir órdenes ejecutivas, de que las órdenes y proclamaciones son los medios normales para elaborar leyes.

Pero si va a ser una proclamación u orden, ¿por qué no las asociadas con la Proclamación de Emancipación?  La orden del general Granger no significa nada sin la proclamación original.  De hecho, a partir de 1863, el condado de Gallia, Ohio ha observado la celebración continua más antigua del fin de la esclavitud el 22 de septiembre de cada año, la fecha de la proclamación preliminar de Lincoln.  Y las iglesias negras llevan mucho tiempo celebrando servicios de “Watch Night” (“Vigilancia nocturna”) en la víspera de Año Nuevo, en recuerdo de las personas esclavizadas que se quedaron despiertas toda la noche para vigilar y orar para que Lincoln sí firmara la proclamación final el 1 de enero (sí lo haría).

Creo que Juneteenth es un buen día festivo para el estado de Texas.  Pero como incluso el columnista del Chicago Tribune Dahleen Glanton reconoció recientemente: “No hay ninguna razón histórica para hacer del 19 de junio un día festivo federal o incluso un día festivo estatal en ningún otro lugar que no sea Texas”.  Esto es especialmente cierto cuando resulta que otros estados ex Confederados ya tienen sus propios días festivos en función de cuándo sus propias poblaciones esclavizadas se enteraron de su libertad: el 8 de mayo en Mississippi, el 20 de mayo en Florida, etc.

Además, si Texas tiene un día festivo nacional, ¿no deberían todos los demás estados proponer uno también?  ¿Por qué, por ejemplo, no debería el Día de Casimir Pulaski, celebrado el primer lunes de marzo en Illinois, convertirse en día festivo federal?  ¿No hay personas de ascendencia polaca en todos los cincuenta estados?

Eso es suficiente acerca de la fecha; ¿qué pasa con el nombre?  Me parece que “Juneteenth día de la independencia” es engañoso y confuso.  ¿Se volvieron “independientes” los antiguos esclavos en Texas el 19 de junio?  Fueron liberados de la esclavitud y obtuvieron su libertad, pero ciertamente no se volvieron independientes.  Tanto la Proclamación de Emancipación de Lincoln como la orden del General Granger les aconsejaron que se convirtieran en mano de obra contratada, que trabajaran por un salario.  Como cualquier empleado sabe, él o ella no es independiente, sino que depende de un empleador para su trabajo.  Además, como los antiguos esclavos sabían muy bien, también dependían del gobierno federal y del ejército para protegerlos, para mantener su libertad.

“Juneteenth día de la independencia” es un nombre inapropiado en el mejor de los casos, y un intento cínico de crear división en lugar de unidad en el peor, ya que fomenta la idea de que los diferentes grupos deben tener sus propios días festivos.  ¿Por qué no llamarlo “Juneteenth día nacional de la libertad”, como hacen muchos estados, o “Juneteenth día de la emancipación”?

De lo contrario, ¿por qué no tener también el “Día hispana de la independencia”?  Sugeriría el 5 de mayo – “el cinco de mayo” – que, si bien tuvo lugar en otro país (México), al menos estaba directamente relacionado con un intento de mantener la independencia nacional (de Francia).  Y luego también necesitaríamos el “Día asiático-americano de la independencia” y así sucesivamente.  ¿No sería esa una manera maravillosa de cumplir nuestro lema de “E pluribus unum”, “De muchos, uno”?

En conclusión: nuestro nuevo día festivo federal es digno, pero podrían haber elegido una mejor fecha y un mejor nombre.  Pero ¿es de extrañar que abundan las inexactitudes sobre nuestra historia, dado la falta de énfasis en la enseñanza de la historia en nuestras escuelas, junto con nuestra tendencia a sacrificar la precisión histórica en el altar de la conveniencia política?

¿Y cómo es esto para la ironía?  El senador John Cornyn de Texas, uno de los copatrocinadores del proyecto de ley de Juneteenth, dijo lo siguiente sobre su aprobación: “Me parece que este es el momento más propicio para que reconozcamos nuestra historia y aprendamos de ella”.  Qué irónico que se eligieran un nombre históricamente inexacto y una fecha históricamente inexacta para “enseñarnos nuestra historia”.  Tenga cuidado con lo que “aprende” de los políticos, los medios de comunicación y los activistas sociales.  Estaremos mejor si aprendemos historia por nuestra cuenta, gracias.

Kevin J. Wood

el 19 de junio de 2021

El fraude electoral, real e imaginario, en la época de Lincoln

Para que no piense que las preocupaciones sobre el fraude electoral, ya sean fundadas o infundadas, son una peculiaridad de nuestra época, ¡los invito a leer lo que dijo Abraham Lincoln sobre el tema!

¿Acusaciones infundadas?

En el otoño de 1840, al comienzo del cuarto y último mandato de Lincoln como un representante Whig en la Asamblea General de Illinois (la legislatura estatal), el gobernador demócrata Thomas Carlin hizo acusaciones de fraude en las recientes elecciones.  En respuesta, Lincoln presentó una resolución pidiendo que el comité de elecciones proponga un proyecto de ley para “brindar la mayor protección posible a la franquicia electiva, contra todo fraude de toda índole”.

Se produjo un intercambio amistoso pero serio entre Lincoln y su amigo John A. McClernand, un representante demócrata y futuro general de la Guerra Civil.  Aunque Lincoln estaba muy dispuesto a que se llevara a cabo una investigación de la elección, no creía que daría lugar a mucho.  Como informó un periódico, “tenía todas las razones para creer que todo este alboroto sobre fraudes era totalmente infundado y se planteaba con fines distintos a los honestos”.  Entre otras cosas, McClernand afirmó que un barco de vapor había subido y bajado por el río Wabash recogiendo una gran cantidad de votos en varias aldeas.  Lincoln respondió que “él estaba cerca del Wabash a la hora y el lugar mencionados por el caballero, y después de hacer una diligente investigación por un barco de vapor, no pudo oír hablar de ninguno”.

La confidencialidad versus la transparencia

El hecho es que probablemente había menos posibilidades de fraude en la época de Lincoln – al menos hasta la Guerra Civil – que en la nuestra.  Muchas de las preocupaciones sobre el fraude en nuestros días surgen de nuestros intentos de garantizar la confidencialidad en la votación, lo que tiende a disminuir la transparencia.  En la época de Lincoln, la confidencialidad pasó a un segundo plano frente a la transparencia.

En resumidas cuentas, no había nada de secreto en votar en ese entonces.  Se acercó al estrado en la sala de elecciones y les dijo a los jueces y secretarios electorales los nombres de las personas por las que deseaba votar, y los secretarios escribieron su nombre y sus selecciones.  Esto hizo que fuera muy fácil para los observadores electorales hacer sus propias tabulaciones y hacer un seguimiento de quienes ya habían votado.  ¡Había pocas posibilidades de que una persona muerta votara con éxito en ese entonces!

En las elecciones presidenciales, un votante también entregó una papeleta que enumeraba a los electores presidenciales para su candidato preferido.  Dado que firmaron el reverso de la papeleta (nuevamente: sin confidencialidad), esto facilitó la modificación de los resultados si luego se determinaba que un votante no tenía el derecho de voto.

La desventaja de esta falta de confidencialidad, por supuesto, era que había una mayor probabilidad de que la presión comunitaria, la intimidación o el soborno entrara en las decisiones del votante, y estos eran problemas auténticos y muy serios.  Dado que el hacer campaña estaba permitido en el lugar de votación, los votantes podían ser bombardeados con todo tipo de promesas y solicitudes hasta el momento de votar.  Por supuesto, se podría argumentar que una promesa en nuestros días de un cheque de $2.000 si sus candidatos ganan no está muy lejos del soborno (me parece a mí).

La protección del voto de los inmigrantes

Durante la famosa campaña de Lincoln contra Stephen Douglas para senador estadounidense de Illinois en 1858, estaba alarmado por la afirmación de un colega de que algunos de los germano-estadounidenses que vivían en el condado de Madison, frente a St. Louis, habían sido injustamente privados del derecho de voto en elecciones anteriores.  Muchos habían llegado recientemente y probablemente no estaban familiarizados con el proceso político de los Estados Unidos.  Lincoln escribió a su amigo y colega político Gustave Koerner para pedirle que él y otros influyentes germano-estadounidenses en esa región se encarguen de “que, en las elecciones, ninguno sea engañado en sus papeletas”.

La llegada de la votación en ausencia …

La Guerra Civil presentó un problema enorme para el sistema electoral de la nación.  Con cientos de miles de hombres sirviendo en el ejército lejos de casa, ¿cómo podrían votar?  En ese momento, solo un estado, Pensilvania, permitía cualquier tipo de votación en ausencia.

Para las elecciones a mitad de legislatura de 1862, Lincoln alentó a los estados a enmendar sus leyes, pero muy pocos lo hicieron (Missouri, un estado fronterizo, fue uno que lo hizo; curiosamente, seis estados confederados sí permitieron la votación en ausencia en este momento).  Dos años después, sin embargo, con las elecciones estatales y nacionales de 1864 acercándose, muchos de los estados del norte finalmente proporcionaron medios para que los soldados votaran desde el campo militar.  Los métodos incluyeron la designación de un apoderado para votar en su lugar en casa; votar en lugares de votación improvisados en campamentos militares y hospitales; y el envío por correo de sus papeletas.

Sin embargo, algunos de los estados del norte bajo control demócrata, como Indiana, optaron por no hacer tales concesiones, sabiendo muy bien que beneficiarían a Lincoln y a otros republicanos más que a sus propios candidatos.  Esto significaba que muchas decenas de miles de soldados de la Unión quedarían privadas del derecho de voto a menos que pudieran regresar a casa para votar.  La administración de Lincoln alentó a los generales de la Unión a que dejaran de licencia a tales soldados por el período de tiempo necesario si podían hacerlo sin poner en peligro el esfuerzo bélico.  Aun así, el resultado final fue que muchos soldados que estaban literalmente arriesgando sus vidas por su país fueron privados del derecho de voto en las elecciones estatales y/o nacionales de 1864.

… ¿Y la llegada resultante del fraude electoral?

Como era de esperar, fueron los demócratas quienes protestaron contra toda esta votación en ausencia, alegando que daría lugar a un fraude generalizado.  El gobernador de Nueva York, Horatio Seymour, por ejemplo, dijo que si los votos por poder fueran el factor decisivo en las elecciones, habría “una duda fundamentada en cuanto a la persona legítimamente autorizada para el cargo presidencial”.  Los demócratas también pensaron, con razón, que los soldados se sentirían presionados a votar por los republicanos, incluso si eran demócratas de corazón.

Sin embargo, resulta que el caso más célebre de fraude electoral en las elecciones de 1864 no fue perpetrado por republicanos sino por demócratas, y se trataba de algunos de los agentes designados por ese mismo gobernador Seymour para supervisar el voto en ausencia de los soldados neoyorquinos.

Dos de los agentes demócratas, Edward Donahoe y Moses Ferry, fueron arrestados en Baltimore por un mariscal preboste del ejército y acusados de falsificar las papeletas de soldados neoyorquinos.  Al parecer, habían enviado a Nueva York varias cajas llenas de papeletas falsificadas que apoyaban a candidatos demócratas.  Ferry delató a Donohoe, quien finalmente confesó haber firmado el nombre de un oficial imaginario en las papeletas, pero argumentó que no se cometió ningún delito porque no había ningún oficial con ese nombre en el servicio militar.  La comisión militar, presidida por el general Abner Doubleday (él de béisbol), dictaminó lo contrario y ambos hombres fueron condenados por falsificación poco antes de las elecciones nacionales.  Fueron condenados a prisión, en el caso de Donohoe de por vida, y aunque el propio Lincoln preguntó sobre su caso en febrero de 1865, al parecer no intervino antes de su propia muerte prematura en abril.  Tres años después, sin embargo, la sentencia de Donohoe sería remitida.

¿Votar temprano, votar con frecuencia?

La propia preocupación de Lincoln por el potencial de fraude electoral en las elecciones de 1864 es evidente en una nota humorística que escribió en una carta que su Secretario de Estado William Seward había recibido.  La carta, de Nueva York, incluía la siguiente declaración: “Me ha dicho un señor a cuyas declaraciones doy crédito que la política de oposición para la campaña presidencial será ‘abstenerse de votar’.”  Lincoln escribió en respuesta: “Es más probable que se abstengan de detenerse una vez que comienzan, hasta que hayan votado varias veces cada uno”.

Conclusión

A pesar de los problemas reales y potenciales de fraude creados por la votación en ausencia, Lincoln estaba indudablemente a favor de ella.  Muchos de los soldados que votaron solo pudieron hacerlo gracias a la votación en ausencia.  Lincoln recibió cerca del 80% del voto militar, en comparación con el 55% en general, y esto marcó la diferencia en Nueva York y en algunos otros estados también.

Podemos suponer que Lincoln apoyaría cualquier medida que permitiría una mayor participación de los votantes elegibles sin crear un riesgo indebido de fraude generalizado.  Al mismo tiempo, probablemente apoyaría la adopción de leyes electorales firmes para contrarrestar el voto fraudulento por un lado, y la supresión de votantes por otro lado, así como también apoyaría la aplicación vigorosa de tales leyes.

Kevin J. Wood

el 6 de enero de 2021

Lincoln y el Tribunal Supremo (II): Lo correcto que hacer

En esta fecha en 1864, murió el presidente (“Chief Justice”) del Tribunal Supremo de los EE.UU., Roger Taney.  Quedaban solamente 27 días hasta las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.  El Partido Republicano del presidente Lincoln tenía mayoría en el Senado, que debe aprobar las nominaciones al Tribunal Supremo.  ¿Le suena familiar la situación?

Kamala Harris ofreció su propia interpretación de la situación durante el debate vicepresidencial de la semana pasada dando una “lección de historia”:

“Abraham Lincoln era un candidato para ser reelegido.  Y era 27 días antes de la elección.  Y se abrió un escaño en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.  El partido de Abraham Lincoln estaba a cargo no solamente de la Casa Blanca sino también del Senado.  Pero el honesto Abe dijo: ‘No es lo correcto.  El pueblo estadounidense merece tomar la decisión sobre quién será el próximo presidente de los Estados Unidos, y luego esa persona podrá seleccionar quién servirá en el tribunal más alto del país’”.

¿En realidad dijo Abraham Lincoln eso?  Quizás de mayor importancia, si hubiera perdido las elecciones, ¿habría permitido que su sucesor eligiera al nominado?

Es cierto que Lincoln no presentó una nominación al Senado hasta después de la elección.  Pero la razón por la que se retrasó no fue para que quienquiera que el pueblo eligiera pudiera elegir al nominado, ni tampoco pronunció la declaración que le atribuyó la Sra. Harris.  En cambio, la razón por la que no presentó una nominación probablemente fue simplemente porque el Congreso no estaba en sesión.  El Congreso volvió a reunirse el 5 de diciembre y Lincoln – para ese momento reelegido – hizo llegar la nominación para Salmon Chase al día siguiente.

De hecho, el mismo día en que Taney falleció, se le preguntó a Lincoln si iba a nombrar a un sustituto para un juez de distrito que había fallecido unas semanas antes (Albert S. White).  ¿La respuesta de Lincoln?  “Me inclino ahora a aplazar el nombramiento del juez hasta la reunión del Congreso” (énfasis añadido).  Su otra opción no era diferir para que el ganador de las elecciones pudiera decidir; era hacer un nombramiento de receso en la ausencia del Congreso, algo que de hecho hizo para llenar una vacante anterior del Tribunal Supremo (la ocupada por David Davis, más tarde confirmado por el Senado a través de un nombramiento regular, enviado, podríamos agregar, el mismo día en que el Senado volvió a reunirse).

Lo máximo que se podría decir es que Lincoln retrasó dar a conocer a un nominado hasta después de las elecciones para no alienar innecesariamente a los posibles nominados y sus seguidores.  Quería que Chase, así como Montgomery Blair y otros, hicieran campaña por él para ayudar a asegurar su reelección. Algunos han sugerido que la reelección de Lincoln era inevitable dados los resultados de ciertas elecciones estatales que tuvieron lugar a mediados de octubre.  Pero Lincoln no lo vio de esa manera; hizo su propio cálculo en ese momento, quizás el peor de los casos, dándole 117 votos electorales y su oponente 114.

¿Y si Lincoln hubiera perdido las elecciones?  ¿No es posible que, en palabras de la Sra. Harris, él hubiera “hecho lo correcto” y se hubiera abstenido de hacer una nominación, permitiendo que el ganador de la elección hiciera esa elección?

El oponente de Lincoln fue el demócrata George B. McClellan.  La plataforma del Partido Demócrata para las elecciones de 1864 arremetió contra el “fracaso” de la administración de Lincoln “en restaurar la Unión mediante el experimento de la guerra, durante la cual, bajo el pretexto de una necesidad militar de poder de guerra superior a la Constitución, la Constitución misma ha sido ignorada en todos sus aspectos, y la libertad pública y los derechos privados han sido pisoteados por igual.”  No enumeraron las formas en la que la administración supuestamente había hecho caso omiso de la Constitución, pero la principal de ellas fue sin duda la Proclamación de Emancipación, una autodenominada “medida de guerra adecuada y necesaria” y “un acto de justicia, autorizado por la Constitución, por necesidad militar”.

La plataforma demócrata pasó a exigir el restablecimiento de la paz sobre la base de la Unión federal de los Estados, resolviendo además “que el fin y el objeto del Partido Demócrata es preservar intactos la Unión Federal y los derechos de los Estados”.  ¿Había algún derecho estatal más amenazado que el de la esclavitud?

En la carta de McClellan en la que aceptó la nominación, señaló: “La preservación de nuestra Unión fue el único objetivo declarado por el cual se inició la guerra.  Debería haber sido llevada a cabo por sólo ese objeto.”  Dijo que una vez que estuviera claro que los rebeldes estaban listos para la paz, deberíamos esforzarnos “para asegurar esa paz, restablecer la Unión y garantizar para el futuro los derechos constitucionales de todos los Estados.  La Unión es la única condición de la paz – no pedimos más.”

Fue la Proclamación de Emancipación la que había marcado la adición de un segundo objetivo a la guerra, el de abolir la esclavitud.  McClellan y los demócratas querían volver al único objetivo de la preservación de la Unión, y nada más.

Los demócratas en general, y McClellan en particular, creían que la Proclamación de Emancipación era inconstitucional.  Si McClellan hubiera sido elegido presidente el 8 de noviembre, ¿habría sido para Lincoln “lo correcto que hacer” el abstenerse de nominar a alguien para que McClellan pudiera hacerlo?  McClellan habría designado a alguien que creyera como él, que la Proclamación de Emancipación era inconstitucional, o si eso no fuera posible dada la composición del Senado, al menos a alguien mucho menos radical que Chase en los temas de emancipación, abolición e igualdad para los americanos negros.

Lincoln consideró la Proclamación de Emancipación su acto más importante; según los informes, dijo: “Nunca, en mi vida, me sentí más seguro de que estaba haciendo lo correcto que al firmar este documento”.  Si hubiera perdido las elecciones de 1864 ante McClellan, ¿hay alguna duda de que habría seguido adelante y habría nominado a Chase para presidente del Tribunal Supremo de todos modos, sabiendo que Chase defendería no solo la Proclamación de Emancipación sino también la pendiente decimotercera enmienda a la Constitución, que aboliría la esclavitud de una vez por todas?  Para Abraham Lincoln, ¡eso habría sido “lo correcto que hacer”!

Para obtener más información sobre las nominaciones de Lincoln al Tribunal Supremo – cinco en total – y su gran impacto en el tribunal, vea este artículo de blog de hace dos años: “Lincoln y el Tribunal Supremo: Poco drama, mucho impacto”.

Kevin J. Wood

el 12 de octubre de 2020

Abordando nuestra historia imperfecta

¿Cuál es la mejor manera para que una nación o una sociedad reconcilie su historia imperfecta con su deseo de mejorar en el futuro?  ¿Es atacar, menospreciar o tratar de olvidar su historia, o es construir sobre ella?

Abraham Lincoln tenía una idea que podemos aplicar a esta pregunta … a menos que lo echemos a él también.

A medida que la Guerra Civil se desató en el campo de batalla, se desató un debate en el Congreso y en la sociedad norteña sobre la reconstrucción: si las fuerzas de la Unión prevalecieron, ¿cómo debería entonces el gobierno federal llevar a los estados rebeldes de vuelta a la Unión?  Algunos querían castigar al Sur; otros, incluyendo Lincoln, querían una política más indulgente, quizás mejor resumida en estas palabras de su segundo discurso inaugural: “con malicia hacia nadie; con amor para todos”.

Ya en diciembre de 1863, Lincoln incluyó en su Mensaje anual al Congreso – el equivalente al Discurso del estado de la Unión de nuestros días – una “Proclamación de amnistía y reconstrucción”.  Para este momento, las fuerzas de la Unión controlaban porciones significativas de algunos estados confederados.

Según el plan de Lincoln, si en cualquier estado el diez por ciento del número de personas que votaron en las elecciones de 1860 ahora jurarían lealtad a los Estados Unidos y se comprometerían a perseguir la emancipación de los esclavos de ese estado, entonces su gobierno estatal podría ser reconstituido.  Con la excepción de los oficiales del ejército confederado de alto rango y los funcionarios del gobierno confederado de alto rango, todos los ciudadanos del estado recibirían un perdón total y su propiedad privada estaría protegida, salvo sus esclavos.  Durante el año siguiente, se reconstituyeron bajo el plan de Lincoln gobiernos unionistas en pleno funcionamiento en Luisiana, Arkansas y Tennessee.

Los republicanos radicales en el Congreso, sin embargo, se opusieron enérgicamente a este llamado plan del diez por ciento, considerándolo demasiado indulgente.  En el verano de 1864, aprobaron su propio proyecto de ley de reconstrucción (el proyecto de ley Wade-Davis), que estipulaba que una mayoría – el cincuenta por ciento, no el diez por ciento – tenía que tomar un juramento de lealtad, y además un “juramento férreo” (un juramento incontrovertible).  Esto significaba que tenían que jurar o afirmar que nunca habían tomado las armas voluntariamente contra los Estados Unidos ni habían apoyado de otra manera a la Confederación.

Lincoln se negó a firmar este proyecto de ley, para disgusto de los radicales, y por lo tanto éste no entró en vigor ya que el Congreso había entrado en receso mientras tanto (un “veto de bolsillo”).  Explicó su razonamiento: estaba “inflexiblemente comprometido con [un] solo plan de restauración”, y él tampoco deseaba “dejar de lado los gobiernos ya adoptados e instalados en Arkansas y Luisiana”.

La primavera siguiente, el general Lee se rindió al general Grant el Domingo de Ramos, el 9 de abril.  Dos días después, una gran multitud se reunió en el césped de la Casa Blanca para celebrar.  Lincoln pronunció un discurso – que resultó ser su último discurso público – para explicar cómo pensaba que deberíamos proceder para reunificar nuestra nación dividida.  Mencionó su plan del diez por ciento, y señaló cómo se había establecido un nuevo gobierno en Luisiana al que ahora se estaban planteando objeciones:

Unos doce mil votantes en el estado hasta ahora esclavista de Luisiana han jurado lealtad a la Unión, asumido ser el poder político legítimo del Estado, celebrado elecciones, organizado un gobierno estatal [y] adoptado una constitución de estado libre, otorgando el beneficio de las escuelas públicas por igual al blanco y negro, y facultando a la Legislatura para conferir el derecho al voto al hombre de color.  Su Legislatura ya ha votado para ratificar la enmienda constitucional aprobada recientemente por el Congreso, aboliendo la esclavitud en toda la nación.  Estas doce mil personas están por consiguiente plenamente comprometidas con la Unión, y con la libertad perpetua en el estado – comprometidas con las mismas cosas, y casi todas las cosas que la nación quiere – y piden el reconocimiento de la nación, y su ayuda para cumplir su compromiso.

Ahora, si los rechazamos y despreciamos, haremos todo lo posible por desorganizarlos y dispersarlos.  En efecto, les decimos a los hombres blancos: “No valéis nada, o peor aún – no los ayudaremos ni seremos ayudados por vosotros”.  A los negros les decimos “Esta copa de libertad que estos, vuestros antiguos amos, sostienen en vuestros labios, la vamos a apartar de vosotros, y dejaros a la suerte de poder reunir los contenidos derramados y dispersas en alguna vaga e indefinida cuándo, dónde y cómo.”  Si este enfoque, desanimando y paralizando tanto al blanco como al negro, tiene alguna tendencia a llevar a Luisiana a relaciones prácticas adecuadas con la Unión, yo, hasta ahora, he sido incapaz de percibirlo.

Si, por el contrario, reconocemos y sostenemos al nuevo gobierno de Luisiana lo contrario de todo esto se hace realidad.  Animamos a los corazones, y armaremos de valor a los brazos de los doce mil para adherirse a su trabajo, y abogar por él, y hacerse prosélitos por él, y luchar por él, y alimentarlo, y cultivarlo y madurarlo hasta lograr un éxito total.  El hombre de color también, al verlo todo unido por él, se inspira con vigilancia, y energía, y osadía, hacia el mismo fin.  Si se concede que él desea el derecho al voto, ¿no lo logrará antes guardando los pasos ya avanzados hacia él, que corriendo hacia atrás sobre ellos?  Si se admite que el nuevo gobierno de Luisiana solamente se compara con lo que debería ser como el huevo se compara con el ave, ¿tendremos más pronto al ave cuidando del huevo hasta la eclosión que rompiéndolo? …

Repito la pregunta.  “¿Se puede llevar a Luisiana a una relación práctica adecuada con la Unión más pronto por medio de sostener o por medio de desechar su nuevo gobierno estatal?”

Y yo repito mi pregunta: ¿Cuál es la mejor manera para que una nación o una sociedad reconcilie su historia imperfecta con su deseo de mejorar en el futuro?  ¿Es atacar, menospreciar o tratar de olvidar su historia, o es construir sobre ella?  ¿Es por sostenerla o desecharla?  ¿Es por cuidar del huevo hasta la eclosión o por romperlo?

A pesar de todas sus imperfecciones, los Estados Unidos de América fue y es un gobierno extraordinario y único en la historia del mundo.  Hay que reconocer que fue un experimento – un intento audaz de crear una forma de gobierno más democrática que cualquiera que existiera en aquel momento – un experimento que muy fácilmente podría haber fallado.  No son aquellos que arriesgaron sus vidas para concebir y llevar a cabo el experimento merecedores de nuestro recuerdo y admiración por lo que lograron?  Sin ellos, esta nación nunca habría existido.  Esto no significa que aprobemos todo lo que creyeron o hicieron, pero tampoco debemos juzgarlos estrictamente de acuerdo con nuestras propias normas y nuestro propio contexto.

La gran nación nacida en 1776 estaba lejos de ser perfecta; los propios fundadores eran dolorosamente conscientes de eso.  La Guerra Civil nos brindó una oportunidad, en palabras del discurso de Gettysburg de Lincoln, de un “nuevo nacimiento de la libertad” que sería una mejora significativa.  Si el “nuevo nacimiento” aún no era perfecto, ¿habría sido esa una razón para rechazarlo?   ¿O era otra piedra fundamental sobre la que seguir construyendo en el futuro?

Cuando otros que vinieron antes que nosotros dieron pasos – pasos gigantes e importantes –, pero deseamos que hubieran dado, o hubieran podido dar, pasos aún mayores, ¿cómo debemos responder?  ¿Debemos menospreciar sus esfuerzos por no haber ido lo suficientemente lejos, o debemos recordarlos y honrarlos por lo que sí lograron, y entonces dar un paso más allá desde donde ya nos han llevado?  ¿Debemos romper el huevo … o cuidarlo hasta la eclosión?

Kevin J. Wood

el 8 de agosto de 2020

La amable carta de Lincoln a una diminuta, pero admirativa, república

En esta fecha (el día 7 de mayo) en el año 1861, el presidente de la república más grande del mundo respondió a una curiosa carta enviada a él por los líderes de quizás la república más pequeña del mundo.

En ese momento, la moderna forma republicana de gobierno, que parecía ser tan prometedora durante la primera parte del siglo, entonces parecía condenada al fracaso.  Numerosas repúblicas en Europa y América habían demostrado ser efímeras y se habían deslizado hacia el caos político o habían revertido a monarquías, imperios o dictaduras.  De hecho, para muchas personas en todo el mundo, la crisis en los Estados Unidos decidiría finalmente la cuestión de si un pueblo podría gobernarse a sí mismo, de si el gobierno popular era una opción viable.

Unas semanas después de la inauguración de Abraham Lincoln, el gobierno de “la Serenísima República de San Marino” le envió una carta, escrita tanto en italiano como en inglés.  San Marino, que se considera la república más antigua del mundo, se encuentra en la parte norte de la península italiana, a unas diez millas tierra adentro del mar Adriático.  Su área es de solamente 24 millas cuadradas – menos de la mitad del tamaño de Washington, DC – y tenía solamente unos 7,000 habitantes en 1861.

La carta de los “Capitanes Regentes de la República de San Marino” a Lincoln decía lo siguiente:

… Hace ya algún tiempo que la República de San Marino desea hacer una alianza con los Estados Unidos de América de la manera que sea posible entre una gran potencia y un país muy pequeño.

Como creemos que no es la extensión de territorios sino la conformidad de opiniones lo que procura relaciones amistosas, estamos seguros de que le complacerá darle la mano a un pueblo que, en su pequeñez y pobreza, puede exhibirle una antigüedad de catorce siglos de su gobierno libre.

Ahora debemos informarle que para dar a los Estados Unidos de América una señal de alta consideración y sincera fraternidad, la ciudadanía de la República de San Marino fue conferida para siempre al presidente … de los Estados Unidos de América y estamos muy contentos de enviarle el título de la misma.

Estamos al tanto por los periódicos de las aflicciones políticas que ahora están sufriendo, por lo tanto, rogamos a Dios que les conceda una solución pacífica a sus asuntos.  Sin embargo, esperamos que nuestra carta no le llegue desagradablemente, y esperaremos ansiosamente una respuesta que nos demuestre su amable aceptación.

Para cuando Lincoln recibió la carta – se retrasó porque la enviaron a Nueva York, aparentemente pensando que esa ciudad era la capital – la Guerra Civil ya había comenzado, y el presidente y su administración seguramente estaban bastante ocupados.  Sin embargo, algo acerca de la carta impulsó a Lincoln y a su Secretario de Estado William H. Seward a enviar una respuesta igualmente amable, fechada el 7 de mayo:

Grandes y buenos amigos

He recibido y leído con gran sensibilidad la carta que, como los Capitanes Regentes de la República de San Marino, me dirigieron el día 29 del pasado marzo.  Agradezco al Consejo de San Marino por el honor de la ciudadanía que me han conferido.

Aunque su dominio es pequeño, su Estado es sin embargo uno de los más honrados en toda la historia.  Por su experiencia, ha demostrado la verdad, tan llena de estímulo a los amigos de la humanidad, que el gobierno fundado sobre principios republicanos puede ser administrado de tal manera que sea seguro y duradero.

Ustedes se han referido amablemente a la prueba a través de la cual esta República ahora está pasando.  Es una de profunda importancia.  Se trata de la cuestión de si una república representativa, extendida y engrandecida tanto como para estar a salvo de enemigos extranjeros, puede salvarse de los peligros de la disensión doméstica.  Tengo fe en un buen resultado.

Deseando que su interesante Estado pueda perdurar y florecer para siempre, y que puedan vivir mucho tiempo y disfrutar de la confianza y asegurar la gratitud de sus conciudadanos, ruego a Dios que les tenga en su santo cuidado.  Su buen amigo

Abraham Lincoln

Por el presidente

William H. Seward, Secretario de Estado

Es posible, por supuesto, que esta carta fuera escrita en su totalidad por Seward o incluso por uno de su personal administrativo, y que Lincoln tuviera poco o nada que ver con ella.  Pero cuando se considera que el mensaje de Lincoln al Congreso solamente dos meses después incluiría algunas de estas mismas ideas, y que ellas volverían a aparecer más tarde en otros de sus discursos y escritos, sobre todo en un pequeño discurso en Gettysburg, no sería del todo sorprendente si él sí tuviera algo que ver con ella.

En cualquier caso, la larga y continua existencia de quizás la república más pequeña del mundo fue un estímulo “que el gobierno fundado sobre principios republicanos puede ser administrado de tal manera que sea seguro y duradero”.  Sin embargo, una cosa es que San Marino y sus 7,000 habitantes, aislados en un enclave montañoso, perduren.

¿Resultaría cierto – podría resultar cierto – también para la república más grande del mundo, una que se extiende sobre todo un continente y que contiene 32 millones de personas?  Solo el tiempo, y una gran lucha, lo dirían.

Kevin J. Wood el 7 de mayo de 2019

Lincoln y el Tribunal Supremo: Poco drama, mucho impacto

Durante su presidencia de cuatro años y un mes, Abraham Lincoln nombró a cinco jueces para el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, entre ellos un presidente del tribunal (Chief Justice).  Todos los cinco fueron aprobados dentro de una semana.  Eso sí: ¡sin drama, sin minuciosas investigaciones de antecedentes, sin audiencias rencorosas y divisorias, sin políticos fanfarroneándose y sin una interminable cobertura mediática!

Pero esto no quiere decir que el tema del Tribunal Supremo no generó controversia en los días de Lincoln.  ¡Justo lo contrario!  El propio Lincoln incluso había afirmado – en respuesta a la decisión de Dred Scott v. Sandford en 1857 – que el Tribunal formaba parte de una vasta conspiración para nacionalizar la institución de la esclavitud [para más sobre esto, vea mi blog del 27 de junio de 2015].  Y hubo un gran debate en curso sobre cómo reestructurar todo el sistema federal de tribunales, lo cual estaba desactualizado y sobrecargado debido al crecimiento del país tanto en tamaño como en población.  ¿Le sorprendería saber que durante décadas el Congreso había sido lento para modificar el sistema judicial, en gran parte debido a las disputas partidistas y regionalistas?

Cabe señalar que en ese entonces, los jueces del Tribunal Supremo también presidían los tribunales federales de circuito; de verdad, viajaban dos veces al año a sus regiones asignadas para celebrar juicios.  De hecho, pasaron más tiempo “montando el circuito” que en Washington.  El mismo Lincoln había participado en juicios ante el juez del Tribunal Supremo John McLean, cuyo circuito incluía Illinois.  Y aunque en la mayoría de los casos no había un explícito requisito de residencia, los jueces sí habrían sido elegidos generalmente desde las regiones que servirían, preservando así una diversidad geográfica en el Tribunal.

Cuando Lincoln asumió la presidencia en 1861, el sistema de tribunales federales tenía una gran necesidad de reestructuración.  Además, un juez había fallecido en 1860 y otro lo hizo solamente un mes después de la investidura de Lincoln (McLean), y otro más había dimitido para unirse al gobierno confederado como subsecretario de guerra (John A. Campbell, el único juez sureño quien dimitió).

En su primer mensaje anual al Congreso el día 3 de diciembre de 1861, Lincoln explicó que aún no había hecho nombramientos para las tres plazas vacantes en parte porque dos de ellas tradicionalmente habían sido ocupadas por sureños y esto presentó dificultades evidentes.

Dos de los jueces salientes residían dentro de los estados ahora infestados por la revuelta; por lo tanto, si sucesores fueron nombrados en las mismas localidades, no pudieron servir en sus circuitos; y muchos de los hombres más competentes allí, probablemente no correrían el riesgo personal de aceptar servir, incluso aquí, en el banco supremo.  No he estado dispuesto a lanzar todos los nombramientos hacia el norte y así inhabilitarme de hacer justicia al sur una vez que la paz sea restaurada; aunque sí puedo decir que el transferir al norte una plaza que hasta ahora ha estado en el sur, no sería, con respecto al territorio y a la población, injusto.

A continuación, Lincoln describió la gran necesidad de una reestructuración, señalando la gran población entonces contenida en el circuito de McLean – “su circuito se convirtió en un imperio” – y el hecho de que “además de esto, el país en general ha sobrepasado nuestro actual sistema judicial”.  Fue particularmente crítico con la falta de uniformidad, ya que los últimos ocho estados admitidos a la Unión fueron excluidos del sistema de tribunales de circuito (en lugar de esto, fueron atendidos por tribunales de distrito), y concluyó: “Los tribunales de circuito son útiles, o no lo son.  Si útiles, ningún estado debe ser privado de ellos; si no útiles, ningún estado debe tenerlos.  Que sean provistos para todos, o abolidos para todos.

En todo esto vemos la preocupación primordial de Lincoln de que la equidad y la justicia fueran los objetivos de cualquier cambio en el sistema judicial.  A continuación, ofreció tres propuestas para solucionar los problemas:

Se me ocurren tres modificaciones, cualquiera de las cuales, creo, sería una mejora en nuestro sistema actual.  Que el Tribunal Supremo sea de un número conveniente en todo caso.  Luego, primero, que todo el país esté dividido en circuitos de un tamaño conveniente, los jueces supremos para servir en un número de ellos correspondiente a su propia cantidad, y jueces de circuito independientes sean provistos para todo lo demás.  O, en segundo lugar, permita que los jueces supremos sean aliviados de los deberes del circuito, y que jueces de circuito sean provistos para todos los circuitos.  O, en tercer lugar, prescindamos de los tribunales de circuito por completo, dejando las funciones judiciales a los tribunales de distrito y un Tribunal Supremo independiente.

Lincoln decidió llenar la plaza de McLean en enero de 1862, nombrando a Noah Haynes Swayne, quien al igual que McLean era de Ohio, y a quien el Senado confirmó solamente tres días después.  Pero a continuación esperó al Congreso.

El Congreso finalmente respondió en julio de 1862 al redistribuir los nueve circuitos para incluir a todos los estados excepto a California y Oregón en el lejano oeste, lo que también los hizo más equitativos en cuanto a la población atendida.  Ya que el norte había crecido mucho más que el sur en población desde la última reestructuración en 1837, esto tuvo el efecto de – utilizando la pintoresca frase anterior de Lincoln – “lanzar los nombramientos hacia el norte”.  Anteriormente, los sureños habían superado a los norteños en el Tribunal por 5-4; ahora los norteños superarían a los sureños por 6-3.

Al día siguiente, Lincoln le pidió a su Procurador General Edward Bates que preparara el nombramiento de Samuel Freeman Miller de Iowa para uno de los circuitos últimamente redistribuidos.  La nota escrita a mano de Lincoln a Bates fue notablemente breve e informal:

Por favor envíeme los nombramientos de Samuel F. Miller, de Iowa, como un juez del Tribunal Supremo, para el circuito en el que se incluye Iowa; y de ________ Trigg (Ud. tiene su nombre) para juez de distrito en Tennessee.

Ese mismo día, Bates le dio a Lincoln el nombramiento de Miller y Lincoln lo envió al Senado: “Nombro a Samuel F. Miller de Iowa para que sea un Juez Asociado del Tribunal Supremo de los Estados Unidos.”  El Senado confirmó a Miller en solamente media hora.

Más tarde ese otoño, con el Congreso ausente, Lincoln designó a su viejo amigo David Davis de Illinois para la última plaza vacante a través de un nombramiento de receso.  Cuando el Congreso volvió a convocarse el 1 de diciembre, Lincoln nombró a Davis para un nombramiento regular, y el Senado lo confirmó exactamente una semana después.

El Congreso hizo un cambio adicional en marzo de 1863, agregando un décimo circuito para California y Oregón, lo que aumentó el número de jueces en el Tribunal de nueve a diez.  Lincoln inmediatamente nombró a Stephen Johnson Field de California para la nueva plaza, y este fue aprobado solamente cuatro días después.

Luego, en octubre de 1864, el presidente del tribunal (Chief Justice) Roger Taney, autor de la odiada decisión de Dred Scott, le hizo un gran favor a Lincoln al fallecer.  No solamente se había deshecho el Tribunal de Taney, sino ahora Lincoln tenía una solución conveniente para su problema de encontrar un nuevo puesto para su antiguo secretario del tesoro, y aspirante a la presidencia, Salmon P. Chase.

El nombramiento de Lincoln de Chase como presidente del tribunal el día 6 de diciembre fue aprobado por el Senado ese mismo día.  Mientras que Taney había declarado que esclavos negros y sus descendientes nunca podrían ser ciudadanos de los Estados Unidos, una de las primeras acciones de Chase fue la de aceptar la solicitud de John Rock, un abogado negro, para ejercer ante el Tribunal.

Los cinco nombramientos de Lincoln, entre ellos su nombramiento de Chase como presidente del tribunal, junto con el rediseño de los circuitos realizado por el Congreso, cambió por completo el Tribunal Supremo.  Probablemente no sea una exageración decir que el impacto de Lincoln sobre el Tribunal fue mayor que el de todos de nuestros otros presidentes salvo a Washington (quien nombró a todo el primer Tribunal), John Adams (quien nombró a John Marshall como presidente del tribunal), Andrew Jackson (quien nombró a seis jueces, incluyendo a Taney como presidente del tribunal) y Franklin D. Roosevelt (quien nombró a ocho jueces, aunque fracasó en su intento de “empacar el tribunal”).

Y, como ya se señaló, los cinco nombramientos de Lincoln fueron aprobados por el Senado en tres, cero, siete, cuatro y cero días (uno en solamente media hora).  ¡Uno se pregunta qué pensaría Lincoln del proceso de confirmación actual!

Kevin J. Wood

el 5 de octubre de 2018

El leer, el escribir y el cifrar: El joven Abraham Lincoln en la escuela

Entre los muchos manuscritos originales existentes en la actualidad que fueron escritos por Abraham Lincoln, solo uno data de su niñez.  Consta de 11 hojas (22 páginas) de uno de sus cuadernos escolares, probablemente escrito cuando tenía entre 13 y 17 años.  Las hojas están ubicadas en 12 lugares diferentes (una de las hojas está cortada a la mitad): la Biblioteca del Congreso, seis bibliotecas universitarias, tres museos y dos colecciones privadas.

Mientras crecía en la frontera en Kentucky e Indiana, el joven Abraham Lincoln solo asistía a cinco sesiones escolares, la mayoría de las cuales de una duración de solo unos dos meses en pleno invierno.  Como Lincoln recordaría muchos años después en un breve relato autobiográfico proporcionado al redactor periodístico John Locke Scripps en junio de 1860, escribiendo sobre sí mismo en tercera persona: “[Abraham] fue a escuelas A.B.C. de poco en poco … ahora piensa que el conjunto de toda su educación no ascendió a un año.

En esas escuelas fronterizas, los estudiantes no tenían libros de texto.  En cambio, cada estudiante hizo para sí mismo un cuaderno, que en el caso de las matemáticas se llamaba un libro de cifrar o un libro de sumas.  Esto se hizo tomando varias hojas de papel, doblándolas por la mitad y luego cosiéndolas o atándolas.  El maestro dictaría citas, reglas matemáticas, problemas, etc., que los alumnos escribirían en sus cuadernos, o en el caso de los estudiantes más pequeños, el maestro podría escribirlos él mismo.

En algún momento, Lincoln aparentemente le dio este libro de cifrar – que incluía su última sesión de educación formal – a su madrastra, porque fue ella quien lo presentó a William Herndon, amigo y socio de abogacía de Lincoln, después de la muerte de este, y él a su vez regaló las varias hojas a diferentes personas.

En cuanto a los profesores de esas escuelas fronterizas y lo que Lincoln aprendió de ellos, esto es lo que él mismo dijo en otro relato autobiográfico, este escrito para su amigo Jesse Fell en diciembre de 1859:

Hubo algunas escuelas, así llamadas; pero nunca se requirió ninguna calificación de un maestro, más allá de “leer, escribir y cifrar”, hasta la Regla de tres.  Si sucedió que un vagabundo quien supuestamente entendía el latín pasaba una temporada en el vecindario, fue visto como un mago.  No había absolutamente nada para despertar la ambición a la educación.  Por supuesto, cuando cumplí la mayoría de edad no sabía mucho.  Todavía de alguna manera, podía leer, escribir y cifrar hasta la regla de tres; pero eso fue todo.

Probablemente usted ya se haya dado cuenta de que “cifrar” se refiere a la aritmética y tal vez a otras ramas de las matemáticas.  Pero probablemente no tiene ni idea de “la regla de tres”; puede descubrir lo que esa era al revisar el propio libro de cifrar de Lincoln.

Las primeras tres páginas contienen problemas de resta, multiplicación y división simple.  Tenga en cuenta que simple – en lugar de compuesto – ¡no significa necesariamente fácil!  He aquí uno de los problemas que el joven Abe resolvió correctamente: 20.254 x 4.433 = 89.785.982.

A uno se le ocurre que Abe debe haber terminado su trabajo más rápidamente que algunos de sus compañeros de clase, porque estas primeras páginas también están intercaladas con pequeños poemas tales como [toma nota que estos poemas riman en inglés]:

Abraham Lincoln, su mano y su pluma, él será bueno, pero dios sabe Cuándo

y

Abraham Lincoln es mi nombre

Y con mi pluma escribí lo mismo

Escribí tanto con prisa como con velocidad

y lo dejó aquí para que tontos lo lean

Las siguientes dos páginas del libro de cifrar de Lincoln abordan la suma y la multiplicación compuesta, en la cual las cantidades consisten en denominaciones mixtas (no decimales).  Por ejemplo, la distancia se mide en millas, estadios, yardas, pies, pulgadas, etc.; los productos secos se miden en ‘bushels’ (fanegas), ‘pecks’ (cuartos de fanega), etc.; el viejo sistema monetario inglés usaba libras, chelines y peniques; y así.  En la América de los principios del siglo XIX, el ser capaz de realizar operaciones aritméticas en tales unidades compuestas era esencial para el comercio y la industria.  Y como la función principal de las escuelas era preparar a los niños para su futuro trabajo, esta era una parte importante del plan de estudios.

He aquí un problema para la medida seca elaborado por el joven Abe en su cuaderno; para resolver esto usted necesita saber que hay cuatro ‘pecks’ en un ‘bushel’, y ocho ‘bushels’ en un ‘quarter’: [19 quarters, 1 bushel, 1 peck] – [12 quarters, 7 bushels, 2 pecks] = [6 quarters, 1 bushel, 3 pecks].

Fue después de estos temas de aritmética simple y compuesta que un estudiante podría avanzar a la “regla de tres”.  Un texto de 1821 explica la “regla directa de tres” de la siguiente manera: “Enseña, por tres números dados, cómo encontrar un cuarto, en tal proporción al tercero como el segundo al primero”.  Por lo tanto, esto es lo que llamaríamos una razón, y nos lleva al álgebra básica.  [Por cierto, mis hijas, quienes fueron a la escuela en España, sabían exactamente qué era la regla de tres cuando se las mencioné; ¡se usan este término todavía en España al enseñar cómo resolver las razones!]

He aquí un problema que Lincoln resolvió en la sexta página de su libro de cifrar: “Si 3 onzas de plata cuestan 17 chelines, ¿cuánto costarían 48 onzas?  Calculó correctamente la solución de ser de 272 chelines, o de 13 libras y 12 chelines (había 20 chelines en una libra).

En la regla directa de tres, las proporciones están directamente relacionadas, es decir, se mueven en la misma dirección: más de una significa más de la otra.  También existía la regla inversa de tres, que implica una proporción inversa, donde más requiere menos y menos requiere más.

La séptima página del libro de cifrar de Lincoln trata sobre la “regla doble de tres”, en la que hay tres en lugar de solamente dos factores que varían.  He aquí uno de los problemas que resolvió: “Si 4 hombres en 5 días comen 7 libras de pan, ¿cuánto será suficiente para 16 hombres en 15 días?”; la respuesta, tal como la resolvió correctamente, es de 84 libras.

Aunque Lincoln más tarde afirmó que había aprendido a “leer, escribir y cifrar hasta la regla de tres; pero eso fue todo”, esto era una subestimación consciente o inconsciente de lo que realmente había aprendido.  Las últimas cuatro páginas de su libro de cifrar cubren los temas adicionales de interés simple, interés compuesto y descuento.  He aquí uno de los problemas de interés simple que el joven Abe resolvió correctamente: “¿cuál es el interés de £216 y 5 chelines por un año al 5½ por ciento anual?”  La respuesta es: £11, 17 chelines y 10½ peniques.

Aunque la educación formal de Lincoln fue definitivamente deficiente incluso para los estándares de su época, los temas y problemas en su libro de cifrar demuestran que aprendió tanto sobre matemáticas como algunos graduados de la escuela secundaria de hoy.  Lo hizo sin calculadoras, computadoras o incluso libros de texto.  Y lo más importante, como todos saben, nunca permitió que su falta de educación lo frenara.  En el primero de los relatos autobiográficos citados anteriormente, Lincoln pasó a explicar modestamente cómo continuó su educación a través del autoestudio durante el resto de su vida:

Él nunca estuvo en una universidad o academia como estudiante; y nunca dentro de un edificio universitario académico hasta que tenía una licencia de ley.  Lo que tiene relativo a la educación, ha recogido.  Después de cumplir los veintitrés años, y haberse separado de su padre, estudió gramática inglesa, imperfectamente por supuesto, pero para poder hablar y escribir tan bien como hace ahora.  Estudió y casi dominó los seis libros de Euclides, después de ser un miembro del Congreso.  Lamenta su falta de educación, y hace lo que pueda para suplir la falta.

En esto, como en tantas otras formas, Abraham Lincoln es un ejemplo para todos nosotros, ya sea que regresemos a un ambiente escolar formal este otoño o no.  Que todos hagamos un esfuerzo para “suplir la falta” en nuestra educación a lo largo de nuestras vidas.

Kevin J. Wood

el 5 de septiembre de 2018

El «discurso perdido» de Lincoln: ¿El mejor discurso de su vida?

Ud. ha oído hablar del discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln, tal vez incluso lo ha memorizado.  También puede saber de su discurso “Casa dividida”, su discurso de Cooper Union y sus dos discursos inaugurales.  Sin embargo, algunos afirman que el mejor discurso de Lincoln no fue ninguno de estos, sino uno que Ud. nunca ha leído ni recitado, por la sencilla razón de que se perdió en la historia.

Se lo conoce simplemente como el “Discurso perdido”, y fue dado en Bloomington, IL el 29 de mayo de 1856 en un momento extremadamente tenso y tumultuoso.  Dos años antes, el gran debate sobre la esclavitud había estallado con mayor furia que nunca debido a la Ley Kansas-Nebraska del Senador Stephen Douglas.  Hasta ese momento, la esclavitud había sido contenida en solamente una parte del país con la esperanza, y la expectativa, de que algún día la nación podría librarse por completo de ella; ahora se permitiría que la esclavitud se extendiera hacia el oeste e incluso hacia el norte, y podría ser que nunca nos libremos de ella.

Esto provocó un reordenamiento completo del panorama político.  Las diferencias anteriores entre demócratas y whigs sobre otros temas pasaron a un segundo plano, ya que ahora la cuestión definitoria se convirtió en si uno estaba a favor o en contra del proyecto de ley de Douglas.  El Partido Whig pronto colapsó bajo el peso de la situación, y surgió un movimiento para reunir a todas las fuerzas “anti-Nebraska” – es decir, a todos aquellos que se oponían a la extensión de la esclavitud – en una sola fuerza política, si no en un partido político enteramente nuevo.

Para principios de 1856, un año de elecciones presidenciales, este movimiento se estaba fusionando bajo el nombre de “republicano”.  El nuevo partido celebraría su primera convención nacional a mediados de junio en Filadelfia para nombrar candidatos y adoptar una plataforma.  Asimismo, convenciones estatales fueron convocadas en muchos de los estados del norte; en Illinois, se decidió celebrar la convención en Bloomington el día 29 de mayo.

Durante la semana previa a la convención de Bloomington, las tensiones aumentaron repentinamente de manera significativa.  El senador Charles Sumner de Massachusetts fue brutalmente golpeado en el Senado por el congresista Preston Brooks de Carolina del Sur en represalia por un discurso de Sumner denunciando la Ley Kansas-Nebraska, en el que también se burló del primo de Brooks, el senador Andrew Butler; la indignación en el Norte fue clara y fuerte, mientras que en el Sur, Brooks fue elogiado.  Mientras tanto, en Kansas, la fortaleza antiesclavista de Lawrence fue saqueada por rufianes proesclavistas, y tres días después un grupo de hombres liderados por John Brown tomó represalias matando a cinco colonos proesclavistas al norte de Pottawatomie Creek; “El Kansas sangrante” estaba en plena marcha.  Y aquí mismo en Illinois, un redactor antiesclavista llamado Paul Selby, quien hubiera sido uno de los líderes de la convención de Bloomington, fue brutalmente atacado por simpatizantes proesclavistas y ahora estaba en casa recuperándose de sus lesiones.

En medio de toda esta tensión, la convención de Bloomington hizo su trabajo, escuchando discursos, nombrando candidatos y adoptando resoluciones.  Lincoln presidió el comité de nominaciones para los cargos estatales y fue nombrado un delegado a la venidera convención nacional – un honor que tendría que rechazar porque no tenía ni el tiempo ni el dinero para asistir – así como un elector en general a nivel estatal para la elección presidencial.  Pero lo pasaron por alto por lo que hubiera deseado más que nada: una oportunidad para dirigirse a la multitud.

Sin embargo, mientras la convención se acercó a su fin alrededor de las 17:30 horas, muchos de los delegados y visitantes no estaban de humor para irse, y una multitud de más de mil hombres se encontraba todavía en y alrededor de la sala.  Fue entonces cuando algunos de ellos comenzaron a pedir que Lincoln hablara.  Puede ser que solamente quisieran algunas de sus historias divertidas, pero lo que les dio en vez de esto fue un discurso emocionante de hora y media de duración.

La historia tradicional es que el discurso ‘se perdió’ porque los periodistas y otros estaban tan cautivados que dejaron de tomar notas.  William Herndon, amigo y socio de abogacía de Lincoln, afirmó que “intenté durante unos quince minutos … tomar notas, pero al final de ese tiempo tiré el lápiz y el papel y viví solamente en la inspiración de la hora.  Si el Sr. Lincoln medía seis pies con cuatro pulgadas de alto por lo general, en Bloomington ese día medía siete pies, y además fue inspirado.

Sin embargo, es igualmente probable que Lincoln y otros líderes del partido suprimieran deliberadamente la publicación de su discurso, dado que dirigió sus palabras a una multitud altamente partidista.  En un año electoral, no era el tipo de mensaje que habría sido políticamente conveniente compartir con una audiencia más amplia.

Pero esto no quiere decir que los periódicos, así como individuos, no informaron sobre el discurso de Lincoln.  Herndon lo llamó “lleno de fuego y energía y fuerza: era la lógica; era el pathos; era el entusiasmo; era la justicia, la equidad, la verdad y el correcto incendiado por los fuegos divinos de un alma enloquecida por el mal; era duro, pesado, nudoso, retorcido, respaldado por la ira”.  El redactor jefe ‘Long John’ Wentworth, del Chicago Democrat, informó que “Abraham Lincoln durante una hora y media mantuvo a la reunión hechizada por el poder de su argumento, la intensa ironía de su invectiva, la brillantez de su elocuencia.  No voy a estropear ninguna de sus bellas proporciones intentando siquiera una sinopsis de ello.

El único periódico que sí intentó una sinopsis parece ser el Alton Weekly Courier, el cual informó: “Abraham Lincoln, de Sangamon, llegó a la plataforma en medio de un aplauso ensordecedor.  Enumeró las razones apremiantes del movimiento actual.  Estaba aquí listo para fusionarse con cualquiera que se uniera a él para oponerse al poder esclavista; habló del ‘coco’ de la desunión que fue tan vagamente amenazado.  Era preciso recordar que la Unión debe ser preservada en la pureza de sus principios así como en la integridad de sus partes territoriales.  Debe ser ‘Libertad y unión, ahora y siempre, una e inseparable’.  El sentimiento a favor de la esclavitud blanca ahora prevalecía en todos los periódicos de los estados esclavistas, excepto en los de Kentucky, Tennessee, Missouri y Maryland.  Tal fue el progreso de la Democracia Nacional.  Douglas una vez afirmó en su contra que la democracia favorecía más que sus principios, los derechos individuales del hombre.  ¿No era extraño que él debe alzarse allí ahora para defender esos derechos contra su antiguo panegirista?  La Democracia negra se empeñaba en citar a Henry Clay para reconciliar a los antiguos whigs a su doctrina, y los pagaba con un elogio de golpe bajo, el de whigs nacionales.

El principal objetivo de Lincoln parece haber sido el de unir a todos los elementos dispares que entonces se unían en el nuevo Partido Republicano, inspirándoles a dejar de un lado sus diferencias y a comprometerse de todo corazón al movimiento para luchar contra la extensión de la esclavitud.  El poder esclavista cada vez más violento debe ser resistido, Kansas debe ser libre, los principios republicanos deben ser preservados y la Unión debe mantenerse.

A juicio de Elwell Crissey, quien escribió el libro definitivo sobre el discurso en 1967, titulado apropiadamente El discurso perdido de Lincoln [Lincoln’s Lost Speech], solamente dos breves citas se conservan sin lugar a dudas.  La primera llegó casi al principio, cuando Lincoln estaba respondiendo a un llamamiento alarmante hecho por James Emery de Kansas, el último orador de la convención, quien había llamado a hombres armados a irse a Kansas.  Lincoln instó a la moderación y a una estrategia diferente: “No, amigos míos, les diré lo que haremos.  Esperaremos hasta noviembre y luego les dispararemos papeletas de votación.”  Lincoln volvería a este tema de “votos, no balas” [“ballots, not bullets”] en discursos posteriores, incluyendo su mensaje del 4 de julio de 1861 al Congreso.  La segunda cita bien documentada llegó cerca del final, cuando Lincoln estaba hablando en contra del ‘fastidio’ de la disolución: “Decimos a nuestros hermanos del Sur: ‘¡No vamos a salir nosotros de la Unión, y Uds. no lo harán!’

Aunque el discurso original de Lincoln fue ‘perdido’, me complace informar que una audiencia en el “Festival de Lincoln en la Ruta 66” en esa misma ciudad de Bloomington experimentó una recreación de él el domingo pasado.  Así es, encontré todo lo que pude sobre él y reconstruí lo que creo que es un facsímil razonable, aunque abreviado a una media hora aproximadamente.  Con el material de introducción y conclusión, se hizo un lindo programa de una hora, lo cual ahora estoy ofreciendo a quien quiera verlo para que puedan decidir por sí mismos si realmente fue el mejor discurso de Lincoln de toda su vida.

Kevin J. Wood

el 28 de julio de 2018

El discurso de Gettysburg: Palabras memorables, hechos memorables

En esta fecha en 1863, Abraham Lincoln pronunció en Gettysburg, Pensilvania lo que se convertiría en su más famoso discurso, destinado a ser memorizado y/o recitado por innumerables escolares y otros.  Esto es sumamente irónico, teniendo en cuenta que las palabras en sí contienen las palabras: “El mundo apenas notará, ni por mucho tiempo recordará, lo que nosotros decimos aquí”.

Además, crecería en torno al discurso una historia mítica de cómo se produjo, a saber, que Lincoln lo escribió en el reverso de un sobre en el tren rumbo a Gettysburg.  Si bien es posible que Lincoln trabajara un poco en su discurso durante el viaje – a menudo continuó perfeccionando sus palabras hasta el momento de decirlas – probablemente había escrito la mayor parte antes de salir de Washington.

La costumbre de Lincoln era la de comenzar a componer grandes discursos varias semanas o incluso meses antes de tiempo, y de basarse en temas e ideas sobre los que había reflexionado durante un tiempo prolongado.  Aunque su discurso en el campo de batalla de Gettysburg sería corto – solamente “unos pocos comentarios apropiados” para dedicar un cementerio militar nacional – sería muy importante.  Durante los primeros dos años y medio de su presidencia, Lincoln había hablado en público fuera de Washington, DC en solamente tres ocasiones, cada una de ellas siendo espontánea y breve.  El discurso en Gettysburg sería su oportunidad de hablar al pueblo estadounidense sobre el significado de la Guerra Civil en el contexto del pasado, presente y futuro de la nación.  El presidente quería, y necesitaba, hacerlo bien.

Se encuentra una indicación de esto en la famosa línea de apertura de Lincoln.  A principios de aquel verano, en respuesta a una serenata tras de la noticia de la rendición confederada de Vicksburg, la cual había ocurrido justo después de la gran victoria unionista en Gettysburg, Lincoln había dicho: “¿Hace cuánto tiempo ha sido? – unos ochenta años – desde que el día cuatro de julio por primera vez en la historia del mundo una nación por sus representantes se reunió y declaró como una verdad evidente por sí misma que ‘todos los hombres son creados iguales’”.

Hablando en Gettysburg, esto de “unos ochenta años …” ahora se convirtió en:

Hace cuatro veintenas más siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente, a una nueva nación, concebida en libertad, y dedicada a la proposición que todos los hombres son creados iguales.

Después de esta mirada resumida hacia atrás al pasado – en concreto a la Declaración de Independencia y la fundación de nuestra nación sobre las bases de la libertad y la igualdad – Lincoln dirigió su atención al presente:

Ahora nos encontramos enfrentados en una gran guerra civil, poniendo a prueba si esa nación, o cualquiera así concebida y dedicada, puede perdurar mucho tiempo.

De hecho, los acontecimientos de las décadas anteriores sugerían que las naciones modernas establecidas como repúblicas o democracias estaban destinadas a fracasar.  Uno solamente tenía que mirar al centro y sur de América, donde una nación tras otra había logrado su independencia a principios del siglo XIX para luego caer en el caos y la inestabilidad política.  Nuestro vecino México era un excelente ejemplo, habiendo sido tomado por el emperador francés Napoleón III menos de dos años antes.

A continuación, Lincoln dirigió la atención de su audiencia al objetivo principal de la ceremonia aquel día: honrar a los soldados unionistas que habían hecho el sacrificio máximo durante la terrible batalla de los días 1 a 3 de julio:

Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra.  Hemos venido a dedicar una parte de ese campo, como lugar de descanso final para aquellos que aquí dieron sus vidas para que esa nación pudiera vivir.  Es completamente apropiado y correcto que hagamos esto.

Pero en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar – no podemos consagrar – no podemos santificar – este terreno.  Los hombres valientes, vivos y muertos, que aquí lucharon, lo han consagrado, mucho más allá de nuestro humilde poder de añadir o quitar.  El mundo apenas notará, ni por mucho tiempo recordará, lo que nosotros decimos aquí, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí.

Ya sea que Lincoln realmente sintiera o no que sus palabras no serían recordadas – es probable que esto sea simplemente su moderación y humildad características – sin duda pensaba que las acciones de los soldados eran más importantes que sus propias palabras.  La guerra podría haber sido ganada sin las palabras de él, pero nunca se podría haber ganado sin las obras de los soldados.

Después de haber mirado al pasado y considerado el presente, Lincoln concluyó mirando al futuro: ¿cómo debemos responder nosotros, los que quedan?

Corresponde a nosotros los vivos, más bien, dedicarnos aquí a la obra inconclusa que aquellos que aquí lucharon han avanzado tan noblemente.  Corresponde más bien a nosotros dedicarnos aquí a la gran tarea que nos queda por delante – que de estos muertos honrados tomemos una mayor devoción a la causa por la que ellos dieron la última cuota de devoción – que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no hayan muerto en vano – que esta nación, bajo la protección de Dios, experimente un nuevo nacimiento de la libertad – y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo no desaparezca de la tierra.

La esperanza de Lincoln de que tal y como tuvimos un nacimiento de la libertad en 1776 – “cuatro veintenas más siete años” antes – ahora, de algo tan terrible como una sangrienta guerra civil, podríamos tener un “nuevo nacimiento de la libertad”.  Y nuevamente le recordó a la gente que la lucha no era solamente por la supervivencia de la Unión, sino por la supervivencia de la democracia por todo el mundo: “que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo no desaparezca de la tierra”.

Esa última frase no fue completamente de Lincoln; la mayoría de las personas que escucharon ese día habrían reconocido que estaba reformulando la famosa descripción del gobierno estadounidense por parte de Daniel Webster en 1830 como “el gobierno del pueblo, hecho para el pueblo, hecho por el pueblo y responsable ante el pueblo”.  Pero el fraseo más conciso de Lincoln ha contribuido a su impacto ahora universal.  Como un solo ejemplo, cuando el pueblo de Francia adoptó una nueva Constitución en 1958 para su Quinta República, incluyó la siguiente declaración: “El principio (de la República) será: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.  [“Son principe est : gouvernement du peuple, par le peuple et pour le peuple.”]

Las palabras elocuentes y memorables de Lincoln en Gettysburg todavía viven hoy, más de 150 años después.  Si bien podían haber ayudado a despertar e inspirar a la gente de su época, no olvidemos que fueron los hechos valientes de los soldados lo que finalmente ganó la guerra y preservó la Unión.  Como se dice, después de todo, los hechos hablan más que las palabras, o como dice el lema del buque naval USS Gettysburg: “Hechos, No Palabras”.  Que recordemos las palabras de Lincoln y estemos dispuestos a hablar a favor de las causas de la libertad, la igualdad y la democracia en nuestros propios días, pero que recordemos también los hechos de los soldados y asimismo estemos dispuestos a actuar cuando se nos llama.

Kevin J. Wood

el 19 de noviembre de 2017