Una verdad impopular: El segundo discurso inaugural de Lincoln

El segundo discurso inaugural de Abraham Lincoln es probablemente su discurso más conocido con la excepción de él de Gettysburg. No sorprende que estos son los dos discursos que están grabados en mármol en el monumento a Lincoln en Washington, DC.

Lincoln había utilizado su primer discurso inaugural cuatro años antes para analizar lo que la Constitución tenía que decir sobre la crisis que enfrentaba nuestra nación en aquel momento. Había intentado persuadir al Sur a volverse voluntariamente del camino que había tomado sin comprometer la integridad de la Constitución y el sistema de gobierno. Eso no sucedió, y en cambio, como Lincoln diría ahora en su segundo discurso inaugural, “Ambas partes menospreciaban la guerra; pero una de ellas haría la guerra en lugar de dejar que la nación sobreviva; y la otra aceptaría la guerra en lugar de dejarla perecer. Y llegó la guerra.

La guerra había llegado, y por fin, cuatro largos años más tarde, al parecer iba llegando a su fin. Después de tantos reveses y decepciones, el Presidente ahora podía expresar con confianza “gran esperanza para el futuro”. Frente a una situación radicalmente diferente, el discurso de Lincoln era también completamente diferente. Era mucho más corto que el primero, y no mencionó la Constitución en absoluto. Curiosamente, Lincoln habló muy poco sobre el futuro, y dedicó la mayor parte de su discurso al pasado, y de una manera seguramente no esperada por el público aquel día. Es como si quisiera decir: “Esperen un minuto. Antes de que dejamos atrás esta terrible experiencia, reflexionemos sobre ella para descubrir lo que deberíamos aprender de ella.”

Mirando hacia atrás a los últimos cuatro años, Lincoln no hizo el esperado, es decir, defender el historial de su administración. En cambio, ofreció un tratado teológico sobre las razones de la guerra. En primer lugar notó que el asunto de la esclavitud “era, de alguna manera, la causa de la guerra” (otro tema que ya he abordado), y que ninguna de las partes había esperado una lucha tan larga, difícil y trascendental. Entonces observó que ambas partes “leen la misma Biblia, y oran al mismo Dios; y cada una invoca su ayuda contra la otra”. En este punto lanzó su único directo al Sur – “Puede parecer extraño que algunos hombres se atrevan a pedir ayuda de un Dios justo en escurrir su pan con el sudor de los rostros de otros hombres” (una referencia a Génesis 3:19) – pero luego añadió rápidamente, “pero no juzguemos para que no seamos juzgados” (una cita de Mateo 7:1).

A continuación Lincoln notó que el máximo propósito de la guerra podía encontrarse sólo en Dios, quien debe haber tenido un propósito que superaba con creces los del norte o del sur: “Las oraciones de ambas no podían ser contestadas; la de ninguna ha sido contestada completamente. El Todopoderoso tiene sus propios propósitos.” ¿Y cuáles eran los propósitos de Dios para la Guerra Civil? Nada menos que un castigo a nuestra nación por el pecado de la esclavitud humana, como Lincoln sostenía en el pasaje decisivo de su discurso, comenzando con una cita directa de Mateo 18:7 y terminando con otro del Salmo 19:9:

‘¡Ay del mundo por las transgresiones! porque es necesario que vengan transgresiones, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene la transgresión!” Si supondremos que la esclavitud americana es una de las transgresiones que, en la providencia de Dios, deben venir, pero que, después de haber continuado hasta su tiempo señalado, ahora Él la quiere eliminar, y que da tanto al Norte como al Sur, esta terrible guerra, como el ay [la aflicción] debido a aquellos por quienes vino la transgresión, ¿debemos discernir en esto cualquier desviación de esos atributos divinos que los creyentes en un Dios vivo siempre atribuyen a Él? Afectuosamente esperamos – fervientemente oramos que este poderoso flagelo de la guerra pase rápidamente. Sin embargo, si Dios quiere que continúe, hasta que toda la riqueza acumulada por el trabajo no remunerado del esclavo durante doscientos cincuenta años se hunda, y hasta que cada gota de sangre extraída por el látigo, sea pagada por otra extraída por el espada, como se dijo hace tres mil años, aun se debe decir “los juicios del Señor son verdaderos, y todos ellos justos’.

Con eso, Lincoln pasó del pasado al futuro. Seguramente el público esperaba aprender lo que el gobierno planeaba hacer una vez terminada la guerra para reunificar el país y reconstruir el Sur. Sin embargo, sobre este punto, Lincoln fue extremadamente breve y no muy específico, apelando a la gente a ser indulgente y magnánima: “Con malicia hacia nadie; con amor para todos; con firmeza en lo justo, según Dios nos da para ver lo justo, esforcémonos a terminar la obra en la que nos encontramos; a vendar las heridas de la nación; a cuidar de aquel que llevó la carga de la batalla, y por su viuda y su huérfano a hacer todo lo que pueda lograr y preservar una paz justa y duradera, entre nosotros mismos, y con todas las naciones.

Cualquier duda sobre las propias creencias religiosas de Lincoln en este momento de su vida debe ser inequívocamente aplastada por este discurso profundamente teológico. Hizo referencia a Dios trece veces, a la oración cuatro veces y a la Biblia una vez, mientras que también citó las Sagradas Escrituras cuatro veces. Era una defensa sin complejos de las tradicionales creencias judeo-cristianas con respecto a la soberanía y la providencia de Dios y de la responsabilidad de los seres humanos ante Él. Además, éstas no eran ideas nuevas; Lincoln había hecho declaraciones similares en otros escritos durante los tres años anteriores. Finalmente, no fue un discurso que tenía que hacer; escogió hacerlo, aun sabiendo que sería incómodo para la gente a escuchar. Cuando el jefe político neoyorquino Thurlow Weed le escribió después para felicitarlo por el discurso, Lincoln respondió:

Espero que [él] dure tan bien como tal vez mejor que cualquier cosa que he producido; pero creo que no es popular de inmediato. Los hombres no son halagados por ser enseñados que ha habido una diferencia de propósito entre el Todopoderoso y ellos. Negarlo, sin embargo, en este caso, es negar que hay un Dios que gobierna el mundo. Es una verdad que pensé que necesitaba ser contada; y en cuanto a cualquier humillación que hay en él, cae más directamente sobre mí mismo, pensé que otros podrían darse el lujo de que lo diga.”

Este no fue el discurso de un escéptico, ni un deísta. Lincoln podía haber sido uno o ambos de éstos anteriormente en su vida, pero ciertamente no era al final de su vida. Este fue el discurso de un hombre que aceptó las Sagradas Escrituras como la verdad, y que vio a Dios como trabajando muchísimo en los sucesos y circunstancias del mundo y de su propia vida.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 17 de mayo de 2015

Los disturbios de Baltimore de abril … ¡de 1861!

Es abril y la gente de Baltimore – algunas personas, quiero decir – se están amotinando. No, no estoy hablando de los disturbios recientes, ni los de abril de 1968 después del asesinato de Martin Luther King, Jr. ¡Estoy hablando de los disturbios de abril de 1861!

El 18 de abril de aquel año, Abraham Lincoln había sido presidente durante sólo un mes y medio, y la nación estaba completamente conmocionada. Durante sólo la última semana, Fort Sumter había caído a los rebeldes, Lincoln había solicitado 75.000 soldados voluntarios para defender la propiedad federal, y el sumamente importante estado de Virginia había votado a favor de separarse de la Unión y unirse a los siete originales estados del sur en la Confederación. Los otros estados del sur estaban amenazando a la secesión también, entre ellos otro muy estratégico: Maryland.

Si Maryland se hubiera unido a la Confederación en ese momento, podría haber asestado un golpe fatal al Norte. Washington, DC habría sido separado del resto del Norte, y habría caído con facilidad a los confederados, ya que no tenía tropas para defenderse. Si la capital de la nación fuera controlada por el Sur, Inglaterra y Francia habría sido mucho más propensos a reconocer el Sur y acudir en su ayuda.

La situación era grave y tensa. Todo Washington – simpatizantes del sur excluidos – esperaba ansiosamente la llegada de las primeras tropas del norte. Por fin, el 18 de abril, varios cientos de voluntarios de Pensilvania llegaron a Baltimore, a sólo 40 millas (65 kilómetros) de distancia. Baltimore presentó una complicación, sin embargo, ya que tenía distintas estaciones de tren para las líneas llegando de diferentes direcciones, lo que significaba que viajeros necesitaban tener sus vagones arrastrados una milla por caballos por el centro de la ciudad, o que tuvieron que cubrir esa distancia a pie o en diligencia (un coche tirado por caballos). Además, Baltimore era un hervidero secesionista. De hecho, dos meses antes, estos dos factores se habían fusionado en una conspiración para asesinar a Lincoln mientras cambió trenes en Baltimore, que sólo fue frustrado por disfrazarlo y llevarlo furtivamente a través de la ciudad en medio de la noche.

Mientras las tropas de Pensilvania pasaron de una estación de tren a otra, una enfurecida turba de simpatizantes del Sur se enfrentó a ellos, lanzando ladrillos y piedras y provocando algunas lesiones graves. Al día siguiente, un regimiento de Massachusetts llegó y también fue confrontado por una turba, esta vez armada con pistolas y cuchillos. La situación se intensificó, y cuatro soldados y una docena de civiles perdieron la vida, las primeras víctimas mortales de la Guerra Civil. La turba también saqueó y destruyó propiedades como la oficina de un periódico alemán pro-Unión.

¿Cómo respondería el nuevo presidente, aún faltando experiencia y tal vez no preparado para las exigencias del cargo, a los disturbios de Baltimore? Su respuesta nos da un vistazo de algo de los procesos de pensamiento, del temperamento y del carácter, que más tarde serían reconocidos por lo que le hizo un líder eficaz.

  1. Otorgó a sus oponentes la oportunidad de ser escuchados

Lincoln citó al gobernador de Maryland Thomas Hicks y al alcalde de Baltimore George Brown a la Casa Blanca para consultarles, y también recibió otra delegación bastante hostil de Baltimore. Les dio la oportunidad de expresar sus quejas y de exponer su argumento de que no se debe permitir a más tropas del norte pasar no sólo a través de Baltimore, pero también de todo el estado.

  1. Consultó con otros

Lincoln consultó con su consejo de ministros, que por su propio diseño fue repartido en partes iguales entre los dos principales grupos que componían el todavía nuevo partido republicano. A pesar de que no serían unánimes en esto, ni en muchos otros asuntos, su debate franco permitiría a Lincoln a considerar los méritos de puntos de vista opuestos mientras reflexionaba sobre el mejor procedimiento.

  1. Tomó una decisión coherente con sus obligaciones y con la justicia

Aunque Lincoln todavía necesitaba desesperadamente mantener Maryland en la Unión, no podía aceptar las demandas de sus gobernantes y aún cumplir con su propia obligación de defender Washington. Como les explicó: “Debo tener tropas para defender esta capital. Geográficamente se encuentra rodeada por el suelo de Maryland; y matemáticamente existe la necesidad de que ellas vinieran sobre su territorio…

  1. Utilizó el humor para ayudar a explicar su razonamiento y para aliviar la tensión

La explicación de Lincoln continúa de la siguiente manera: “…Nuestros hombres no son topos, y no pueden cavar debajo de la tierra; no son aves, y no pueden volar por el aire. No hay ninguna manera sino cruzar por tierra, y eso tienen que hacer.

  1. Hizo concesiones cuando fuera posible

Lincoln dirigió a tropas posteriores a venir en barco a Annapolis y luego continuar en tren o a pie a Washington, a fin de evitar Baltimore. También apeló a los gobernantes de Maryland a hacer su parte en bajar la tensión: “Mantengan sus revoltosos en Baltimore, y no habrá derramamiento de sangre. Váyanse a casa y decirle a su gente que si no nos atacarán, nosotros no atacarán a ellos; pero si nos atacan, lo devolveremos, y eso con dureza.”

  1. No actuó por venganza ni por pequeñeces

Cuando el gobernador Hicks citó a la legislatura estatal a una sesión extraordinaria una semana más tarde, el General Benjamín Butler pidió a Lincoln dejarle “cazar [detener] a todo el nido de legisladores traicioneros de Maryland”, quienes se esperaba iban a votar a favor de la secesión. En vez de eso, Lincoln eligió dejarles reunirse, y su apuesta compensó cuando adoptaron una posición neutral en el conflicto mientras rechazaron abrumadoramente la secesión.

  1. No permitió que la crítica inflamatoria le influyera

Los disturbios de Baltimore fueron inmortalizados de inmediato en un poema por James Randall, “Maryland, Mi Maryland” – luego se convertiría en la canción oficial del estado –, que insta a la gente a “vengar la sangre patriótica que salpicaba las calles de Baltimore”, y que llama a Lincoln un déspota y tirano. Lincoln no permitió que estos ni muchos otros comentarios vituperiosos e inflamatorias influyeran a él o a sus decisiones.

  1. Se mantuvo firme en su decisión

En los próximos años, Lincoln tomaría muchas decisiones controvertidas y de mano dura para mantener Maryland en la Unión, entre ellas la suspensión del recurso de hábeas corpus y el encarcelamiento del alcalde Brown y otros gobernantes pro-confederados. Pero estas se realizaban siempre en el entendimiento de que sólo eran justificadas por las condiciones extraordinarias de rebelión civil, y todavía optaba por un enfoque más suave cuando fuera posible.

Tal vez los responsables de responder a los recientes disturbios de Baltimore harían bien en estudiar la respuesta de Lincoln en 1861, con la esperanza de prevenir que sus calles sean ‘salpicadas’ aún más.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 1 de mayo de 2015