¿Se liberaron los esclavos ellos mismos?

Una tendencia común entre los historiadores modernos es afirmar que los esclavos en los Estados Unidos “se liberaron ellos mismos” durante la Guerra Civil, en lugar de “ser liberados” por fuerzas externas como la Proclamación de Emancipación, la victoria de la Unión en la guerra y la Decimotercera Enmienda a la Constitución.

Entre los primeros defensores de esta visión se encuentran historiadores como Vincent Harding, Robert Engs y Barbara Fields en los años 1980 y 1990.  Harding, al sostener que los esclavos “se autoemanciparon”, escribió en su libro de 1981 There is a River: The Black Struggle for Freedom in America (Hay un río: la lucha negra por la libertad en América):

“Esta fue la lucha de los negros en el Sur, mientras las armas rugían, saliendo de estados leales y desleales, creando su propia libertad. … Todos los días llegaban a las líneas del Norte, en cada condición, en cada estación del año, en cada estado de salud. … Éste era el río de la lucha de los negros en el Sur, sin esperar que nadie les declarara la libertad, escuchando sólo las declaraciones de Dios en el sonido de las armas, y avanzando.”

Engs, en un artículo de 1991 titulado “La gran rebelión de los esclavos americanos”, afirmó simplemente: “Los esclavos se liberaron ellos mismos.”  Y Fields, en el documental televisivo de PBS de Ken Burns de 1990 The Civil War (La guerra civil) y en un libro que lo acompañaba, afirmó que “la libertad no llegó a los esclavos a través de palabras escritas, ni las palabras del Congreso ni las del Presidente. … Los propios esclavos tuvieron que hacer realidad su libertad.”

El tema ha sido retomado por muchos otros desde entonces.  Un artículo del 19 de marzo de 2013 en la revista New African (Nuevo africano), por ejemplo, afirmó sin rodeos: “Hecho uno: Los esclavos se liberaron ellos mismos cuando comenzó la Guerra Civil en 1861.”  Y un historiador y profesor quien conozco dijo en una entrevista de radio de NPR en 2020: “Estudias la historia de la Guerra Civil, los afroamericanos se liberaron ellos mismos.  Tantos esclavos seguían escapando hacia las líneas de la Unión que Lincoln se vio obligado a lidiar con … el asunto de la esclavitud.”

Es cierto que algunos esclavos pudieron “liberarse ellos mismos”, incluso antes del estallido de la Guerra Civil, ya sea comprando su libertad o – como lo hicieron personas tan conocidas como Frederick Douglass, Harriet Tubman y Robert Smalls – huyendo de sus amos.  Pero por cada esclavo que logró escapar, muchos otros no lo lograron y fueron recapturados o incluso asesinados.  Y si Douglass, Tubman y Smalls hubieran enfrentado situaciones diferentes, sus resultados podrían haber sido muy diferentes y sus nombres se habrían perdido en la historia.  [Cabe señalar también que algunos esclavos obtuvieron su libertad simplemente al ser liberados (manumitidos) por sus dueños.]

También es cierto que una vez que comenzó la Guerra Civil, y a medida que las fuerzas de la Unión avanzaron, cada vez más esclavos pudieron obtener su libertad.  Huyeron de sus dueños y buscaron protección de las fuerzas de la Unión o se dirigieron hacia el norte a través del “Ferrocarril subterráneo” hacia la libertad en los estados del norte o en Canadá.

Estos esclavos que lograron escapar también dañaron a la Confederación y su “esclavocracia” de innumerables maneras: por transferir su mano de obra de la Confederación a la Unión, por unirse al ejército de la Unión, por servir como guías y espías, etc., todo lo cual contribuyó a poner fin a la esclavitud y así conseguir y preservar su propia libertad.

Pero esto nos lleva de nuevo a la pregunta: ¿Por qué pudieron hacer todo esto, en este momento?  ¿Por qué no habían escapado en grandes cantidades en las décadas de 1840, 1740 o 1640?

La razón por la que pudieron hacer todo esto durante la Guerra Civil fue que la situación política, social y militar había cambiado drásticamente.  Las fuerzas externas que anteriormente les habían impedido escapar de la esclavitud habían evolucionado tanto que ahora los esclavos podían “liberarse ellos mismos”.

Todo comenzó con la elección de Abraham Lincoln en noviembre de 1860, seguida de la secesión de los primeros siete estados confederados, el estallido de la guerra en abril de 1861 y luego la secesión de cuatro estados adicionales.  A medida que la guerra se intensificaba, el Congreso aprobó dos leyes de confiscación en agosto de 1861 y julio de 1862 que autorizaban a las fuerzas de la Unión a apoderarse de propiedades rebeldes, incluidos esclavos.  Esto significaba que los esclavos que escapaban a las líneas de la Unión ya no serían devueltos a sus dueños, y, por lo tanto, les proporcionó un enorme incentivo para intentarlo.  El Congreso también abolió la esclavitud en el Distrito de Columbia en abril de 1862, liberando a unos 3.000 esclavos.

Lincoln emitió su Proclamación de Emancipación preliminar en septiembre de 1862, dando aviso a los estados confederados de que si no regresaban a la Unión antes del 1 de enero de 1863, declararía libres a sus esclavos.  El 1 de enero emitió la Proclamación final, en la que también eliminó las referencias a la compensación para los dueños de esclavos y a la colonización voluntaria de los esclavos en otros lugares, y agregó la disposición de que los esclavos liberados podrían servir en las fuerzas armadas de la Unión en posiciones que no fueran de combate.  La guerra ya no se trataba únicamente de preservar la Unión; ahora se trataba también de eliminar la esclavitud de la nación.  Esto, a su vez, hizo menos probable que naciones extranjeras intervinieran del lado de la Confederación.

La proclamación de Lincoln declaró que todos los esclavos en los estados rebeldes “son, y de ahora en adelante serán libres; y que el gobierno ejecutivo de los Estados Unidos, incluidas sus autoridades militares y navales, reconocerán y mantendrán la libertad de dichas personas” [énfasis añadido].  No hay evidencia de que los esclavos se opusieran a que el gobierno “reconociera y mantuviera” su libertad; no dijeron: “no se molesten, podemos liberarnos nosotros mismos”.  No, en cambio, muchos esclavos y libertos habían pasado la noche del 31 de diciembre en reuniones de Vigilia Nocturna, orando a Dios para que Lincoln cumpliera su promesa.  En palabras de Frederick Douglass, quien asistió a una reunión de este tipo en Boston: “Estábamos esperando y escuchando como para un rayo del cielo, que debería romper los grilletes de cuatro millones de esclavos … estábamos anhelando la respuesta a las agonizantes oraciones de siglos.”

El siguiente paso era obvio: permitir que los hombres negros sirvieran en combate, lo que, como señaló Douglass, sería un camino seguro hacia la eventual ciudadanía.  Mientras tanto, la administración de Lincoln estaba presionando a los estados fronterizos (los cuatro estados esclavistas que no se habían unido a la Confederación) para que emanciparan a sus esclavos.  Y el golpe final, por supuesto, sería la Decimotercera Enmienda a la Constitución, aboliendo la esclavitud y la servidumbre involuntaria en toda la nación; esta fue aprobada por el Congreso el 31 de enero de 1865 y enviada a los estados para su ratificación.

A medida que ocurrían todos estos acontecimientos, lo que hacía cada vez más probable un escape exitoso de la esclavitud, cada vez más esclavos lo intentaban.  Pero, de nuevo, el punto crítico es que sin estos acontecimientos, sin estas fuerzas externas, nada habría cambiado con respecto a la situación de la década de 1850, cuando relativamente pocos esclavos pudieron escapar de su esclavitud.

No era que los esclavos en la década de 1850, o en la de 1840, o en la de 1830, o incluso hasta en la década de 1620, no quisieran ser libres o no supieran que podían ser libres si simplemente “se liberarían ellos mismos”.  No, el hecho es que no fueron capaces de liberarse ellos mismos; lo que faltaba eran esas fuerzas externas.  Los relativamente pocos que lograron escapar pueden haber usado su astucia y su valentía, pero también es muy probable que se aprovecharan de alguna situación afortunada para facilitar su fuga.  Y para la gran mayoría de los esclavos traídos a o nacidos en Estados Unidos desde 1619 hasta el comienzo de la Guerra Civil, esa afortunada situación nunca se presentó y no tuvieron ninguna oportunidad real de huir.

Consideremos a los esclavos hebreos en Egipto en los tiempos de Moisés.  ¿Por qué fueron esclavizados durante más de 400 años?  ¿No sabían que podían “liberarse ellos mismos” en cualquier momento que quisieran?  No, hizo falta algún tipo de fuerza externa; en su caso, una intervención milagrosa por parte de Dios.

Decir que los esclavos pueden liberarse ellos mismos enmascara el horror de la esclavitud, y en particular la esclavitud prendaria americana, tal como se practicaba en las colonias inglesas y más tarde en los recién formados Estados Unidos.  Después de todo, si los esclavos pueden liberarse ellos mismos en cualquier momento que quieran, entonces la esclavitud no debe ser una cosa tan horrible.

En todo esto, a los historiadores les encanta hablar de “agencia” (capacidad de acción), de que al tomar el asunto en sus manos, los esclavos tenían cierto grado de control sobre sus situaciones, que todavía tenían cierta dignidad.  De lo contrario, parece tan degradante, tan deshumanizante.

Pero ese es precisamente el punto: la esclavitud es verdaderamente deshumanizante; sí reduce la dignidad de uno; sí significa que uno no tiene control sobre su vida.  De modo que insistir en la “agencia” es, nuevamente, enmascarar el horror de la esclavitud.  El trabajo de un historiador no es hacer que las personas se sientan bien consigo mismas o con sus situaciones; es descubrir e impartir la verdad sobre la historia, por muy incómoda que pueda resultar esa verdad para la sensibilidad moderna.

Toda esta cuestión se ejemplificó y se amplificó en 2020 en la polémica sobre el Memorial de la Emancipación o el Memorial de los Libertos (“Freedmen”) en Boston.  Esta estatua, erigida en 1879, era una copia de una en Washington, DC, ubicada justo al este del Capitolio.  Los fondos para la estatua original en Washington fueron recaudados por antiguos esclavos, mientras que un benefactor pagó la copia en Boston.

Las estatuas muestran a Abraham Lincoln de pie, sujetando la Proclamación de Emancipación en su mano derecha, con su mano izquierda extendida sobre un hombre negro arrodillado, cuyas cadenas están rotas: un antiguo esclavo, ahora libre.  Para algunos, el hombre negro todavía está arrodillado y, por lo tanto, todavía en una posición de subordinación; para otros, con su rodilla derecha levantada del suelo, se prepara para ponerse de pie y ocupar el lugar que le corresponde como hombre libre.

Después de protestas, la ciudad de Boston retiró su estatua; la de Washington sigue en pie, por ahora.  El alcalde de Boston apoyó la decisión de retirar su estatua, diciendo: “Está claro que los residentes y visitantes de Boston se han sentido incómodos con esta estatua, y su representación reduccionista del papel del hombre negro en el movimiento abolicionista.”  Es decir, objetaron la falta de agencia atribuida a los antiguos esclavos en conseguir su libertad.

En el debate actual sobre todo este tema, hay dos extremos que son claramente erróneos: primero, que ninguno de los esclavos tuvo nada que ver con la obtención de su libertad, y segundo, que tuvieron todo que ver con ella, con exclusión de cualquier fuerza externa que ayudara en sus esfuerzos.  La verdad se encuentra claramente en algún punto intermedio.  Pero tomar lo que era cierto para una pequeña minoría de la población esclava – aquellos que fueron capaces de verdaderamente “liberarse ellos mismos” – y aplicarlo a toda la población esclava parecería ser una gran exageración y una falacia histórica.

Cuando se trata de aprender las duras verdades sobre la esclavitud, sobre lo que realmente significaba ser esclavo, y sobre lo que significaba ser liberado de la esclavitud, sería mejor aprender de aquellos que realmente experimentaron tanto el horror de la esclavitud como el gozo de la liberación.  Aprendería yo de aquellas mismas personas que lo habían experimentado todo por sí mismas, como aquellos antiguos esclavos quienes financiaron el Memorial de la Emancipación de Washington, y entendieron que sin la ayuda externa de otros – Lincoln, el Congreso, los abolicionistas y millones de soldados y marineros de la Unión, 350.000 de los cuales darían su vida por la causa – todavía estarían en los grilletes de la esclavitud, porque no podrían “liberarse ellos mismos”.

Además, cabe señalar que las ideas inexactas sobre nuestra historia no solamente afectan nuestra comprensión del pasado; también pueden distorsionar nuestra comprensión de nuestros propios tiempos.  Está muy bien documentado que existen diversas formas de esclavitud en nuestros días, desde el trabajo infantil forzado hasta la trata de personas.  Y alguien que cree que los esclavos en el pasado se liberaron o podrían haberse liberado ellos mismos será más propenso a pensar: ¿por qué estas personas de nuestros tiempos simplemente no se liberan ellos mismos?  Podrían hacerlo si realmente quisieran.  Adoptar tal punto de vista conduciría naturalmente a la creencia de que la labor vital de los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y los individuos para luchar contra las formas modernas de esclavitud no es realmente necesario, ya que podrían simplemente “liberarse ellos mismos”.  Y eso sería una gran tragedia.

Kevin J. Wood

el 12 de diciembre de 2024