Para el ciudadano estadounidense normal y corriente de hoy en día, incluso uno decididamente patriótico, la fecha del 4 de marzo probablemente lleva poco significado, especialmente comparada con la del 4 de julio. Sin embargo, esto no siempre fue así.
Si bien el 4 de julio de 1776 – la fecha de la primera lectura pública de la Declaración de la Independencia – se considera merecidamente como la fecha de nacimiento de nuestra nación, la fecha del 4 de marzo de 1789 fue igualmente significativa. Aquel día, la Constitución de los Estados Unidos entró en vigor, el Congreso anterior bajo los Artículos de la Confederación se disolvió, y la primera sesión del primer nuevo Congreso de los Estados Unidos comenzó en la ciudad de Nueva York (aunque sin un quórum de miembros). Ya no éramos simplemente una confederación libremente enlazada de Estados independientes; ahora estábamos realmente los Estados Unidos, una “unión más perfecta”. En resumen, el día 4 de marzo de 1789 señala el comienzo de nuestro país con nuestra forma de gobierno tal como lo conocemos hoy en día. Si el día 4 de julio era nuestro cumpleaños, tal vez el día 4 de marzo señale nuestra confirmación o bat mitzvá: nuestra llegada a la mayoría de edad y nuestra introducción formal a un mundo inquisitivo que todavía no estaba muy seguro qué hacer con nosotros.
Además, el día 4 de marzo sería el día de la inauguración de nuestros presidentes para los próximos 150 años, desde el segundo mandato de George Washington en 1793 todo el camino hasta el primer mandato de Franklin Delano Roosevelt en 1933. Como resultado, el día 4 de marzo ha experimentado más que su cuota de momentos significativos, como el año 1797 cuando se produjo un notable (para esa época) transición de poder. Ese día, un inmensamente popular Presidente Washington, que probablemente podría haber permanecido en esa posición durante el resto de su vida si hubiera querido hacerlo, en cambio se puso a un lado mientras John Adams se convirtió en nuestro segundo presidente. Washington no sería rey, ni siquiera el jefe permanente del gobierno; no estaría corrompido por el poder. Y no haría falta un golpe de estado, guerra o intrigas políticas para pasar las riendas del poder de un ciudadano común a otro. Damos por sentado tales transiciones pacíficas de poder hoy en día; en aquel entonces era algo verdaderamente revolucionario. Lo que es más, en un gesto altamente simbólico, una vez que Adams y el nuevo Vice Presidente Thomas Jefferson fueron inaugurados, Washington se puso también literalmente a un lado para dejar que los nuevos líderes salieran de la sala primero; él era, después de todo, ahora simplemente un ciudadano privado.
Durante el siguiente siglo y medio, muchos más inauguraciones del 4 de marzo iban y venían, algunos señalando otros importantes – o no tan importantes – principios. Tuvieron lugar la primera inauguración en nuestra nueva capital de Washington, DC (Jefferson en 1801); la primera en ser seguida por un baile (Madison en 1809; entradas: $4); la primera llevada a cabo mientras el país estaba en guerra (Madison en 1813); la primera en la que el Presidente llevaba pantalones largos en vez de pantalones de rodilla (J. Q. Adams en 1825); la primera en la que un “hombre del pueblo” ascendería a la presidencia (Jackson en 1829); la primera en la que los afroamericanos participaron (Lincoln en 1865); la primera en ser grabada en una cámara de cine (McKinley en 1897); la primera en la que el presidente electo llegó en automóvil (Harding en 1921); y la primera en ser transmitida a nivel nacional por la radio (Coolidge en 1925).
Lo más destacado de cada toma de posesión es, por supuesto, el discurso inaugural. Algunos de estos defenderían actos ya tomados, como Jefferson en 1805 explicando su polémica decisión de duplicar el tamaño del país en un solo golpe al adquirir el vasto territorio de Luisiana de Francia. Otros exponían nuevas políticas audaces, como Monroe en 1821 comunicando a los poderes coloniales europeos que los diversos pueblos de América podían y debían gobernarse muy bien sí mismos sin más ayuda del otro lado del charco, muchas gracias (que conste que en realidad la inauguración de 1821 no se llevó a cabo hasta el día 5 de marzo ya que el cuarto era un domingo).
La costumbre de inauguraciones del 4 de marzo acabó con estilo ya que la última que tuvo lugar en esa fecha era una muy sobresaliente. El país estaba en las garras de la Gran Depresión cuando Franklin D. Roosevelt se esforzó tanto a tranquilizar como a animar a la gente en el año 1933: “Déjame afirmar mi firme convicción de que la única cosa que tenemos que temer es al miedo mismo …”. En el mismo discurso, FDR perfilaría su política del “buen vecino” en cuanto a las relaciones exteriores con América Latina.
La inauguración de 1933 sería la última a tener lugar el día 4 de marzo, porque después de eso la 20ª Enmienda a la Constitución entró en vigor, cambiando su fecha a la ahora conocida 20 de enero. Y con eso, la importancia histórica de 4 de marzo comenzaría a alejarse lentamente de la memoria colectiva de nuestra nación.
Con este contexto e historia de la fecha del 4 de marzo en mente, se puede comprender mejor la trascendencia de dos de los discursos más conocidos de Abraham Lincoln, su primer y segundo discursos inaugurales. Ambos tuvieron lugar en ocasiones trascendentales, el primero con la nación al borde de la guerra civil, y la segunda (hace 150 años hoy día) mientras la nación se preparó para la difícil tarea de reunirse después de una guerra terriblemente divisiva. Voy a dirigir mi atención a esos dos discursos en los próximos blogs.
Ahora también entenderás por qué sentí que el día 4 de marzo sería un día particularmente apropiado para inaugurar mi nuevo blog de Lincoln, “Reacio a terminar … ¡todavía!”
Kevin J. Wood (“Señor Lincoln”)
el 4 de marzo de 2015
We’ll follow your blog.
¡Muy bien! Para no perder ninguna entrada, puedes suscribirse en el menú a la izquierda. Un abrazo, Kevin
Tal como señalas…·»dejamé afirmar….»
Jeje… Saludos Kevin. Me has alegrado el día. Al veros, en la foto, a toda la familia, jejé …besos para las chicas
Kevin
que bien, FELICIDADES!
Siempre innovando y pensando en los demás. Si, que la historia es parte de nuestro presente. Bendiciones y en horabuena.
Que Dios te bendiga gracias por a ver enviar me esa publicacion .puis ese hombre ténia grand vertudes y contud morale en su vida y a la politica. Le mas grand es que sabia lo que hacia
La vertud y la morale son le mas enportante en politica . Gracias por publicacion
Gracias Kevin por recomendarme leer la biografía de Abraham Lincoln, toda una lección de valores para la vida. Con este blog recordamos su encomiable figura.
Un abrazo para todos.
Siempre agradecido
Jesús
Los hijos e hijas de Dios somos inmigrantes en la tierra. Gracias por hacerme reflexionar y saber mas de historia. Saludos.