Primer discurso inaugural de Lincoln: Constitución y Unión

Inauguré mi blog hace dos semanas el día 4 de marzo, señalando la importancia histórica ahora casi olvidada de esa fecha en la historia de los EEUU: fue en esa fecha en el año 1789 que nuestra Constitución entró en vigor y nuestro gobierno tomó la forma que sigue teniendo hoy día, y fue también la fecha en la cual nuestras inauguraciones presidenciales tuvieron lugar hasta el año 1933.

Por eso no es nada de extrañar que cuando el Presidente electo Abraham Lincoln juró el cargo el día 4 de marzo de 1861 – siete de los 15 estados del sur habiendo separado recientemente de la Unión para formar los Estados Confederados de América y los otros ocho amenazando con irse también – la Constitución fuera primero en su mente. Hizo referencia a la propia Constitución o a los derechos constitucionales, asuntos constitucionales, etc. 34 veces en su discurso (el único discurso inaugural con más referencias constitucionales fue el de William Harrison en 1841, con 39, pero su discurso fue más de dos veces más largo).

El tema de Lincoln aquel día fue fundamentalmente la siguiente: a la luz de la Constitución y de las leyes de nuestro país, ¿qué iba a hacer para responder a la crisis actual? Intentó lograr un equilibrio aparentemente imposible: persuadir al Sur a volverse voluntariamente del camino que había tomado sin comprometer la integridad de la Constitución y el sistema de gobierno. La Constitución cumplió 72 años aquel día, aproximadamente la esperanza de vida humana. ¿Estaba este gran documento, y el país que se rigió, también llegando a su fin? Ciertamente parecía así.

En primer lugar Lincoln repitió cuidadosamente la postura muy clara de su nuevo gobierno acerca del asunto de la esclavitud, con el fin de calmar al Sur. No interferiría con la institución de la esclavitud en los estados donde ya existía y fue protegida por la Constitución – “Creo que no tengo ningún derecho legal a hacerlo, y no estoy dispuesto a hacerlo” – incluso sostener la polémica ley de los esclavos fugitivos (devolviéndolos a sus amos).

Lincoln entonces presentó su argumento que la unión era perpetuo, que ningún estado podía abandonar la unión sin el consentimiento de los demás. Esto sería cierto ya siendo visto desde la perspectiva de un gobierno nacional (“Es seguro afirmar que ningún gobierno en sí, nunca tuvo una disposición en su ley orgánica por su propia terminación”) o como un contrato (“Una de las partes de un contrato puede violarla – romperlo, por así decirlo; ¿pero no se requiere todas para rescindirlo legalmente?”). Y puesto que la unión era en realidad mayor que la Constitución, seguramente sería cierto cuando visto desde la perspectiva de ese documento, uno de cuyos objetivos era ‘para formar una unión más perfecta’:

Pero si la destrucción de la unión, por uno, o por una parte solamente, de los estados, sea legalmente posible, la unión es menos perfecta que antes de la Constitución, habiendo perdido el elemento vital de la perpetuidad. Se deduce de estos puntos de vista que ningún estado, simplemente por su propia petición, puede salir legalmente de la unión … Por lo tanto, considero que, en vista de la Constitución y las leyes, la unión sigue intacta …”.

El resto del discurso de Lincoln aquel día expuso más argumentos en contra de la secesión mezclado con más llamamientos a la razón y a la templanza. Notó que tanto la secesión como el gobierno de las minorías conducen por el camino a la anarquía. Habló de los beneficios, recuerdos y esperanzas de ‘nuestro tejido nacional’, y sobre ‘la restauración de las simpatías y afectos fraternales’. La crisis actual todavía podría ser superada, él afirmó, a través de ‘la inteligencia, el patriotismo, el cristianismo y una firme dependencia de Él, que nunca ha abandonado esta tierra favorecida’. Razonó que si el Sur entraba en guerra, no podían luchar siempre, y después de grandes pérdidas en ambos lados, todavía tendrían que tratar sobre las mismas preguntas que antes.

En algunos puntos, Lincoln sí tomó una posición firme; la Constitución, después de todo, le requirió garantizar que las leyes fueron respetadas en todos los estados. Concretamente, dijo que el gobierno federal utilizaría su poder para mantener posesión de las instalaciones del gobierno en el Sur (léase: Fort Sumter), y para recaudar impuestos; pero no haría nada más que podría provocar sentimientos de una invasión.

¿Sería suficiente todo esto para evitar la guerra? Lincoln dejó eso al Sur, mientras tanto manteniendo todavía una postura firme acerca de sus propias obligaciones:

En vuestras manos, mis compatriotas insatisfechos, y no en las mías, es la cuestión trascendental de la guerra civil. El gobierno no os asaltará. No podéis tener ningún conflicto, sin ser vosotros mismos los agresores. No tenéis ningún juramento registrado en el cielo para destruir el gobierno, mientras que yo tendré el más solemne para ‘preservarlo, protegerlo y defenderlo’.

Los borradores de Lincoln habían terminado con una pregunta dramática para el Sur: “¿Será paz o espada?” Pero por sugerencia del Secretario de Estado William Seward, Lincoln abandonó este final combativo a favor de un último llamamiento conciliador a su historia y experiencias compartidas:

Soy reacio a terminar. No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Aunque la pasión los haya llevado al límite, no debe romper nuestros lazos de afecto. Los acordes místicos de la memoria, extendiéndose desde cada campo de batalla y sepulcro patriota, a cada corazón viviente y hogar, por toda esta amplia tierra, todavía aumentarán el coro de la unión, cuando sean tocados otra vez, como seguramente lo serán, por los mejores ángeles de nuestra naturaleza.

¿Por qué era Lincoln tan ‘reacio a terminar’? Parece ser que creía que era su última y mejor oportunidad para salvar la unión sin guerra. Uno siente que consideraba que mientras seguía hablando, ellos presuntamente estarían escuchando, y posiblemente abiertos a dar marcha atrás. Pero tan pronto que cerró su intervención, habría una ominosa finalidad a toda la espantosa situación. Si no les había convencido en ese momento, entonces sería demasiado tarde. Desgraciadamente para nuestro país – como quiso el destino, o la providencia – esto demostraría ser el caso.

Kevin J. Wood

18 de marzo de 2015

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