En mi último artículo de blog, compartí una de las muchas historias contadas por Abraham Lincoln. Aquella historia trató sobre un perro, pero el animal que fue objeto de un gran número de historias y chistes de Lincoln fue el caballo, de vital importancia en la América del siglo XIX.
De hecho, la importancia del caballo se revela en uno de los chistes de Lincoln. En marzo de 1863, el famoso batallón confederado conocido como los Comandos (‘Rangers’) de Mosby realizó una incursión en Fairfax, Virginia y capturó un general de brigada de la Unión, dos capitanes y numerosos soldados y caballos. Al conocer la noticia, el presidente supuestamente comentó: “Bueno, siento lo de los caballos.” Luego explicó: “Puedo crear un general de brigada en cinco minutos, pero no es fácil reemplazar ciento diez caballos”. Aquí tienen algunas otras historias y chistes en los que Lincoln exhibió su peculiar y propio ‘sentido de caballo’ (sentido común): Trueque de caballos: Cuando Lincoln era un joven abogado en Illinois, empezó a bromear con un juez acerca de hacer un trueque de caballos. Finalmente acordaron hacerlo en un lugar y hora predeterminados, estipulando que los caballos no se verían antes y si cualquiera de los dos hombres se echara atrás del trueque en ese momento tendría que pagar $25. En el lugar y hora señalados, el juez apareció con el caballo de aspecto más lamentable jamás visto en esa zona. Pronto la multitud estalló en risas cuando Lincoln llegó portando un caballete de madera (‘sawhorse’) sobre los hombros. La risa solo creció cuando Lincoln, después de examinar el caballo del juez, dejó el caballete en el suelo y exclamó: “Bueno, señor juez, esta es la primera vez que he recibido la peor parte en un trueque de caballos.” Castaño de caballo: Durante el primer debate entre Lincoln y Stephen Douglas, en Ottawa, Lincoln acusó a Douglas de distorsionar su postura a través de “un arreglo engañoso y fantástico de las palabras, por el cual un hombre puede mostrar que un castaño de caballo (‘horse chestnut’) es un caballo de pelo castaño (‘chestnut horse’)”. [El ‘castaño de caballo’ es una especie de árbol conocida normalmente en español como castaño de Indias o falso castaño.] Los fatigados caballos de McClellan: Aunque el general George B. McClellan demostró ser un buenísimo organizador de las tropas, exasperó a Lincoln y a muchos otros con su reticencia a enfrentarse en combate con los confederados. Cuando McClellan dio la excusa de que no podía actuar porque la mitad de sus caballos estaban fatigados, cojos, enfermos, desnutridos, etc., y esto más de un mes después del último combate, Lincoln le envió un telegrama algo sarcástico preguntando: “¿Me perdonará por preguntar qué es lo que los caballos de su ejército han hecho desde la batalla de Antietam que fatigue en cualquier aspecto?” El caballo como jinete: Unos meses antes, McClellan había escrito una carta a Lincoln ofreciéndole consejos sobre cómo llevar a cabo los asuntos de la nación. Lincoln no respondió directamente a McClellan, pero supuestamente comentó que le hizo pensar en el hombre cuyo caballo levantó una pata y la introdujo en el estribo; el hombre dijo al caballo, “Si vas a subirte, entonces yo me bajaré.” Lincoln no tenía ninguna intención de ‘bajarse’, pero quería que McClellan entendiera que era solo un general, no un dictador. Intercambio de caballos a mitad del río: Dos años más tarde, Lincoln y McClellan se enfrentaban en la elección presidencial de 1864 y Lincoln hizo uso de otra alusión al caballo y jinete. Presentó el argumento de que debía ser reelegido mientras el país estaba aún en guerra, señalando: “No me he permitido … llegar a la conclusión de que soy el mejor hombre del país; pero sí me hace recordar, en este respecto, una historia de un viejo granjero holandés que comentó una vez a un compañero que ‘no era la mejor estrategia la de intercambiar caballos mientras se cruzaba un río’”. Podemos estar agradecidos de que la gente estuvo de acuerdo con Lincoln y lo eligió de nuevo, porque si McClellan hubiera ganado, la Unión no se habría conservado. Lamentablemente, el gran cuentacuentos pronto callaría para siempre, víctima de un asesinato. Curiosamente, sin embargo, su cuerpo sería acompañado en su último viaje desde la estación de tren de Springfield hasta el cementerio por nadie menos que el viejo Bob (‘Old Bob’), su caballo favorito, ahora tristemente sin jinete. el 30 de junio de 2016 |