Un presidente electo a una nación dividida: ¡Sean amables y haced el bien!

Durante y después de las elecciones presidenciales más vitriólicas y divisivas que los Estados Unidos ha experimentado en los últimos años, sin duda usted ha oído comentarios tales como “nuestra nación nunca ha estado tan dividida”.  ¡¿De verdad?!  Como cualquiera de los cuatro candidatos principales que se enfrentaron el 6 de noviembre de 1860 podría concluir – cada uno de los cuales recibió por lo menos una octava parte del voto popular, – ¡esto realmente significa que nuestra nación nunca ha sido tan ignorante de su propia historia!

Sabe usted, por supuesto, que Abraham Lincoln ganó esa elección.  Pero, ¿sabe que recibió sólo el 40% del voto popular, y que no ganó ni un solo estado en el sur?  Como resultado, la elección sirvió para fracturar aún más a una nación ya dividida.  No solamente existía la gran división en general entre los estados libres del norte y los estados esclavistas del sur, pero también había divisiones importantes dentro de cada una de esas regiones, sobre todo acerca de cómo responder a la crisis del momento, en medio de gritos crecientes para la desunión e incluso para una guerra civil.

¿Cómo reaccionó el inexperto y no tan popular Presidente electo en 1860? Lo hizo con muchísimo cuidado, buscando la coherencia y no cediendo para nada en principios fundamentales, a la vez intentando no provocar a nadie a ninguna acción impetuosa y apelando a la unidad.

Hubo repetidas llamadas para que Lincoln hiciera declaraciones públicas sobre sus intenciones.  A éstas, se negó obstinadamente a responder, diciéndole a la gente que solamente necesitaban referirse a sus declaraciones anteriores y al programa sobre el cual había sido elegido; a todo esto sería fiel (lo más importante, que no interferiría con la esclavitud en los estados del sur donde ya existía, pero sí se opondría a su extensión en los territorios occidentales y en el norte).

Como escribió en una carta privada cuatro días después de la elección, “Me siento obligado, por el momento, al menos, a no hacer ninguna declaración para el público.  En primer lugar, no podría decir nada que no he dicho ya, y que ha sido publicado y está disponible para la inspección de todos.  Insistir en una repetición de esto a aquellos que sí han escuchado, es inútil; presionarla a aquellos que se han negado a escuchar, y siguen negándose, carecería de respeto por sí mismo, y tendría una apariencia de adulación y timidez, que excitaría el desprecio de los hombres buenos, y animaría a los malos a clamar aún más ruidosamente.

Diez días más tarde, tuvo lugar en Springfield una celebración de la victoria republicana.  Cuando un desfile de fieles republicanos pasó por la casa de Lincoln en camino a la celebración, el Presidente electo se dirigió a ellos.  Les agradeció su apoyo, pero también les advirtió a no hablar mal de sus oponentes, buscando en su lugar la unidad:

Amigos y conciudadanos: Les ruego que me eximáis, por favor, en esta ocasión, de hacer un discurso.  Les agradezco la amabilidad y el elogio de esta visita.  Les agradezco a ustedes, al igual que a todos los demás, quienes han considerado oportuno, por sus votos, a respaldar la causa republicana.  Me regocijo con ustedes por el éxito que hasta ahora ha acompañado esa causa.  Sin embargo, en todo nuestro regocijo no expresemos, ni apreciemos, ningún sentimiento áspero hacia ningún ciudadano que, por su voto, haya discrepado con nosotros.  Recordemos en todo momento que todos los ciudadanos americanos son hermanos de un país común, y deben morar juntos en los lazos del sentimiento fraternal.

Al día siguiente, durante un viaje a Chicago para reunirse con el Vice Presidente electo Hannibal Hamlin y otros, repitió el mismo tema a través de un cuento al dirigirse a una multitud en el bastión republicano de Bloomington:

Pienso mucho en la gente, de la misma manera en que un viejo amigo dijo que pensaba en las mujeres.  Dijo que cuando perdió a su primera esposa, quien había sido de gran ayuda para él en su negocio, pensó que estaba arruinado – que nunca podría encontrar otra para ocupar su lugar.  Finalmente, sin embargo, se casó con otra, y descubrió que ella hizo igual de bien que la primera, y que su opinión ahora era que cualquier mujer haría bien si a ella se le hace bien.  Pienso igual de toda la gente de esta nación – ellos harán siempre bien si se les hacen bien a ellos.  Intentaremos hacerlo bien a ellos en todas partes del país, Norte y Sur, con la plena confianza de que todo irá bien con todos nosotros.

El deseo de Lincoln por la unidad, sin embargo, no lo llevaría a vacilar en sus promesas como candidato.  Escribió a varios líderes políticos en las semanas siguientes a la elección para instarlos a hacer lo mismo, como esta nota al senador Lyman Trumbull:

Mi querido señor: Que no haya compromiso ninguno sobre la cuestión de extender la esclavitud.  Si lo hay, todo nuestro trabajo se pierde, y, antes de mucho tiempo, debe hacerse de nuevo.  El terreno peligroso – aquel en el que algunos de nuestros amigos tienen ganas de correr – es la Soberanía Popular [dejar que la gente de cada estado vote si se permite la esclavitud en su estado].  No tenga nada de esto.  Mantente firme.  El tirón tiene que venir, y mejor ahora, que en cualquier momento en adelante.

Estos mismos temas – un mensaje consistente y no ceder en principios fundamentales, mientras también intentando no provocar a nadie y apelando a la unidad – serían repetidos por Lincoln en determinadas ocasiones en los próximos meses.  Y todos serían plenamente desarrollados cuando él finalmente podría dirigirse al pueblo como su nuevo Presidente en su primer discurso inaugural.

En última instancia, Lincoln no sería capaz de prevenir la Guerra Civil, por supuesto, en gran parte porque una mayoría en el Sur rechazó su mensaje conciliador.  Pero de alguna manera encontraría una manera de mantener al fracturado Norte lo suficientemente unido durante los próximos cuatro años para aguantar la guerra hasta su fin.  Y eso produciría no solamente la preservación de la Unión, sino también la abolición de la esclavitud.

En nuestra propia nación dividida de hoy, tal vez nuestra mejor esperanza sea orar para que nuestro recién elegido Presidente “haga bien a la gente”, lo que podría ayudar mucho a la gente a “morar juntos en los lazos del sentimiento fraternal” una vez más.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 16 de noviembre de 2016

Un comentario en «Un presidente electo a una nación dividida: ¡Sean amables y haced el bien!»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *