Nuestra fiesta nacional del Día de Conmemoración a los Caídos, en la que recordamos a los que dieron su vida mientras servían en nuestras fuerzas armadas, tuvo sus orígenes en las secuelas de la Guerra Civil. En aquel entonces se llamaba el Día de la Decoración, así nombrado porque personas tanto en el Norte como en el Sur decoraban las tumbas de los soldados con flores.
La observancia de tal día sirve para honrar la memoria de quienes hicieron el sacrificio supremo, pero también sirve para expresar nuestras condolencias y gratitud a los que quedan atrás: los miembros de la familia y los amigos que han sufrido la terrible pérdida de un ser querido.
Abraham Lincoln tuvo la ocasión trágica de demostrar esto a finales de mayo de 1861, con la Guerra Civil apenas en marcha y mucho antes del establecimiento de cualquier día recordatorio oficial.
Los Lincoln contaron entre sus amigos a un joven del estado de Nueva York llamado Elmer Ellsworth. Ellsworth se había trasladado a Illinois a mediados de la década de los 1850 cuando tenía 17 años, finalmente estableciéndose en Springfield en 1860 para unirse a la oficina de Lincoln como un asistente jurídico y continuar su estudio de la ley. Más tarde hizo campaña para Lincoln en la elección presidencial de 1860 y luego ayudó a administrar el viaje del Presidente electo a Washington. Se convirtió en un amigo cercano de toda la familia, y casi como otro hijo para Lincoln.
Después de que los confederados tomaron posesión de Fort Sumter en Carolina del Sur a mediados de abril de 1861, Lincoln pidió el reclutamiento de 75.000 soldados voluntarios para sofocar la rebelión. Su joven amigo Ellsworth fue uno de los primeros en unirse a la causa, viajando a la Ciudad de Nueva York para levantar el 11º Regimiento de Infantería Voluntaria de Nueva York entre las compañías voluntarias de bomberos de esa ciudad. A continuación, Ellsworth volvió a Washington como el coronel de estos famosos “Zoavos de fuego”, quienes pronto fueron enviados al otro lado del río Potomac para ocupar Alexandria, Virginia. Eran las primeras tropas unionistas en ocupar territorio confederado, y lograron esta tarea con poca dificultad a excepción de un solo incidente terriblemente trágico. Había una gran bandera confederada encima de la Casa Marshall, una pequeña posada, que durante semanas había sido visible desde Washington, incluso desde la oficina de Lincoln en la Casa Blanca. El joven Ellsworth entró en la posada con varios de sus hombres y él mismo subió arriba para quitar la bandera. En el camino de regreso por las escaleras, el posadero le disparó y lo mató.
Lincoln se afligió por su joven amigo como si este hubiera sido su propio hijo, y al día siguiente escribió una carta de condolencia a sus padres, Ephraim y Phoebe Ellsworth. El Presidente no lo sabía en ese momento, pero esta sería solamente una de varios cientos de cartas de condolencia que escribiría a afligidos padres, hijos, hermanos y otros parientes y amigos durante los próximos cuatro años.
Washington, D.C. – el 25 de mayo de 1861
Al Padre y a la Madre del Coronel Elmer E. Ellsworth:
Mi querido señor y querida señora,
En la pérdida prematura de su noble hijo, nuestra aflicción aquí, es apenas menos que la suya. Tanta utilidad prometida a su país, y tantas esperanzas brillantes para uno mismo y sus amigos, rara vez han sido tan repentinamente despedazadas, como en su caída. En tamaño, en años y en apariencia juvenil, solamente un muchacho, su poder de mandar a los hombres era extraordinariamente grande. Este poder, combinado con un buen intelecto, una energía indomable y un gusto completamente militar, constituyeron en él, a mi juicio, el mejor talento natural, en esa área, que yo jamás conocía. Sin embargo, era singularmente modesto y respetuoso en las relaciones sociales. Mi relación con él comenzó hace menos de dos años; sin embargo, durante la segunda mitad del siguiente período, fue tan íntima como la disparidad de nuestras edades, y mis compromisos engorrosos, la permitirían. A mí, no parecía tener ninguna indulgencia ni pasatiempo; y nunca le oí pronunciar ninguna palabra profana o desmedida. Lo que era concluyente de su buen corazón, nunca olvidaba a sus padres. Los honores por los que trabajó tan loablemente, y, en el triste final, tan galantemente dio su vida, los tenía pensado para ellos, no menos que para sí mismo.
Con la esperanza de que no sea una intrusión en la santidad de su pena, me he atrevido a dirigirles este homenaje a la memoria de mi joven amigo y de su valiente y temprano caído hijo.
Que Dios les dé ese consuelo que está más allá de todo poder terrenal. Sinceramente su amigo en una aflicción común –
A. Lincoln
A petición de Lincoln, el cuerpo de Elmer Ellsworth, uno de los primeros mártires por la causa de la Unión, fue llevado por una guardia de honor a la Casa Blanca y quedó expuesto al público en la Sala Este. Su muerte serviría como un grito de guerra en el Norte durante las próximas semanas y meses, pero esto no disminuiría la intensidad de la gran sensación de pérdida de la familia Lincoln. Sería un recordatorio, sin embargo, de que el precio de la paz es a menudo muy costoso, requiriendo sacrificios y sufrimiento de parte de los miembros de nuestras fuerzas armadas y de sus familias y amigos.
Kevin J. Wood
el 28 de mayo de 2017