El elogio de Lincoln sobre el presidente Taylor: Un ejemplo para otros, el propio Lincoln incluido

Fue en esta fecha – el 25 de julio – en el año 1850 que Abraham Lincoln pronunció en Chicago un elogio sobre el presidente Zachary Taylor, quien había fallecido dos semanas antes a los 65 años, habiendo cumplido solamente un año y cuatro meses de su mandato.

La elección de Lincoln para esta tarea era comprensible, ya que había hecho campaña en favor de Taylor en 1848 después de su propio y único término en el Congreso de los EE.UU.  Sin embargo, también parece algo irónica dada algunas de las grandes diferencias entre la vida de Taylor y la suya.  Hasta que Taylor fue reclutado por el partido de los Whigs para presentarse para la presidencia, por ejemplo, expresó poco interés en la política y sostenía creencias políticas vagas.  Lincoln, por el contrario, había estado intrigado por la política desde que fue un joven adulto y tenía creencias muy definidas.

Aún más llamativa era la diferencia en sus carreras militares.  Una gran parte del elogio de Lincoln sobre Taylor cubrió su larga y distinguida carrera como oficial del ejército, desde la Guerra de 1812 hasta las guerras contra los indios y finalmente la Guerra mexicano-americana, en la que siendo mayor general se convirtió en un héroe nacional.  El servicio militar del propio Lincoln consistió en tres meses sin incidentes siendo un joven en la Guerra de Halcón Negro, una experiencia que una vez describió en broma como sigue: “Tenía muchas luchas sangrientas con los mosquitos”.  De hecho, el congresista Lincoln se había opuesto a la iniciación de la guerra con México, viéndola como una toma de tierra injustificada por el presidente Polk con el único objetivo de reclamar más territorio para la expansión de la esclavitud.

Mientras hablaba extensamente sobre los logros militares del General Taylor, la recitación de Lincoln era en su mayoría simple y factual, pero se permitió una cierta licencia poética al hablar de un momento tenso a principios de la Guerra mexicano-americana.  El general y sus hombres trataban desesperadamente de alcanzar a una fortaleza en el Río Grande (cerca de la moderna Brownsville), la cual estaba siendo asediada, sin saber si sus compatriotas dentro estaban muertos o vivos, y los que estaban dentro igualmente temiéndose por los que estaban fuera.  Lincoln concluyó la escena de la siguiente manera:

Y ahora el estruendo de la batalla se acerca a la fortaleza y pasa rápida- y oblicuamente; un resplandor de esperanza vuela entre los pocos que hay, mitad presos; vuelan a la pared; cada ojo se fatiga – es – es – ¡las estrellas y las barras están todavía en lo alto!  En seguida se encuentran los hermanos ansiosos; y mientras que una mano golpea otra mano, los cielos se rasgan con un grito alto, largo, glorioso y efusivo de ¡victoria! ¡¡victoria!! ¡¡¡victoria!!!

Más tarde, cuando habló de la batalla final del general Taylor, contra el gran Santa Anna en Buena Vista, en profundo territorio mexicano, superado por tres o cuatro a uno, Lincoln recordó la aprehensión que sentían los en los Estados Unidos, temiendo lo peor.  Cuando finalmente llegó la verdad, era de “gloria y dolor.  Una página radiante y brillante se añadió a la historia de nuestra nación; pero también, en un silencio eterno, yacían Clay, y McKee, y Yell, y Lincoln y nuestro querido Hardin” (estos nombres siendo algunos de los oficiales militares fallecidos en Buena Vista, incluyendo el hijo de Henry Clay, Henry Clay, Jr; el amigo de Lincoln, John J. Hardin; y curiosamente, un oficial llamado George Lincoln, aparentemente sin ninguna relación).

Mientras que toda esta historia militar revela una gran diferencia entre las vidas de Taylor y de Lincoln, sin embargo, el elogio de Lincoln también sugiere algunas cosas en común entre los dos hombres.  Ambos fueron moldeados, por ejemplo, por haber pasado sus primeros años en la frontera de Kentucky.  Tal vez lo más interesante de todo, los rasgos de carácter, las ambiciones, las prioridades, etc. que Lincoln exalta en Taylor son aquellos que fácilmente se aplicarían al propio Lincoln.  Y son los mismos que Lincoln apreciaría más tarde en otros cuando tuviera su segundo puesto militar, el de Comandante en Jefe, en particular en hombres como el General Grant.  Lincoln podría haber estado pronunciando el elogio que esperaba que otros pronunciaran sobre su propia vida cuando su propio tiempo llegara para salir de este mundo.

Las siguientes palabras, por ejemplo, podrían expresar con la misma facilidad los sentimientos que Lincoln tendría hacia Grant 15 años después:

Las batallas del general Taylor no se distinguieron por brillantes maniobras militares; pero en todo parece más bien haber conquistado por el ejercicio de un juicio sobrio y firme, junto con una obstinada incapacidad para comprender que la derrota era posible.  Su rasgo militar más raro era una combinación de negativos – ausencia de emoción y ausencia de miedo.  No podía estar aturdido, y no podía estar asustado.

Lincoln también tomó tiempo para relacionar cuidadosamente un incidente notable que demostró que Taylor tenía una aversión a buscar venganza.  Durante la Guerra mexicano-americana, el coronel William Worth, muy ofendido cuando Taylor eligió a otro oficial en vez de él, regresó a Washington para presentar su renuncia, donde “en su apasionado sentimiento, no dudó en hablar con dureza y desprecio del general Taylor.  Era un oficial del más alto carácter; y su palabra, sobre temas militares y sobre hombres militares, no podía ser pasado por alto por los de su país.”

Sin embargo, Worth pronto lamentó sus palabras y acciones, y su renuncia habiendo sido rechazada, volvió al campo de batalla, donde, cuenta Lincoln:

Entonces vino la oportunidad del General Taylor para vengarse.  La batalla de Monterrey se acercaba, e incluso estaba a punto de comenzar.  Taylor podría si quisiera, ubicar a Worth en esa batalla, para que su nombre apenas se notaría en el informe.  Pero no.  Sentía que era debido al servicio, el asignar el verdadero puesto de honor a alguno de los mejores oficiales; sabía que Worth era uno de los mejores, y sentía que era generoso permitirle, entonces y allí, recuperar su pérdida secreta.  En consecuencia, asignó al coronel Worth en ese asalto, lo que era por excelencia, el puesto de honor; y cuyos deberes este ejecutó tan bien y tan brillantemente como para eclipsar en aquella batalla hasta al propio general Taylor.

Para cualquiera que esté familiarizado con la vida y la carrera de Lincoln, estas palabras recordarán inmediatamente algunos de los incidentes notables cuando él también rehusaría guardar rencores contra los que le hicieron daño o hablaron mal de él, incluso nombrándolos a puestos de honor para el bien del país si sentía que eran las mejores personas para el trabajo.  El caso de Edwin Stanton es solamente un ejemplo de esto.

Teniendo en cuenta que la carrera política de Taylor fue bastante corta y también reciente, el elogio de Lincoln es comprensiblemente breve en este punto, señalando que “los incidentes de su administración hasta el momento de su muerte, son demasiado conocidos y demasiado frescos para requerir cualquier repetición directa”.  Estaba más preocupado por el efecto que la muerte del presidente tendría políticamente en el país, pero pidió confianza en Dios en este asunto:

Me temo que en cuanto a la única gran cuestión del día [la esclavitud], no es ahora tan probable que sea aceptada parcialmente por las diferentes secciones de la Unión, como habría sido, si la vida del general Taylor hubiera sido perdonado para nosotros.  Sin embargo, bajo todas las circunstancias, confiando en nuestro Hacedor, y por medio de su sabiduría y beneficencia, en el gran cuerpo de nuestro pueblo, no nos desesperaremos ni desanimaremos.

Lincoln sostuvo que Taylor sería recordado por “su devoción a su deber, sin ostentación, abnegada, duradera de largo tiempo”, y moralizó que esto debe servir como ejemplo a los jóvenes americanos “que el andar el camino duro del deber, como lo andaba él, será notado, y conducirá a lugares altos”.

Lincoln concluyó sus pensamientos sobre la vida de Taylor como sigue, incluyendo una cita de los evangelios y otra de un himno de Isaac Watts:

Pero se ha ido.  El conquistador finalmente es conquistado.  El fruto de su trabajo, su nombre, su memoria y su ejemplo, son todo lo que nos queda – su ejemplo, verificando la gran verdad, que “el que se humille, será ensalzado”, enseñando que el servir a la patria con una resolución total, asegura la gratitud de ese país, asegura sus mejores honores, y hace “una cama moribunda, suave como almohadas de plumas”.

Pero Lincoln no había terminado por completo, notando que la muerte de una persona tan grande y conocida inevitablemente recuerda a todas las personas de su propia mortalidad.  Luego terminó su elogio citando varias estrofas de su poema favorito, “Oh, ¿por qué debería el espíritu del hombre mortal ser orgulloso” por William Knox, sobre la brevedad y la incertidumbre de la vida, terminando con la estrofa final:

Es el guiño de un ojo, es el corriente de un respiro,

Desde las flores de la salud, hasta la palidez de la muerte.

Desde el salón dorado, hasta el féretro y el sudario.

¡Oh, por qué debería el espíritu del hombre mortal ser orgulloso!

Leer el elogio de Lincoln sobre el presidente Taylor, y compararlo con la manera en que Lincoln vivió su propia vida, sugiere que él trató de emular las características positivas de aquellos a quienes admiraba.  Podríamos hacer bien en hacer lo mismo, comenzando con el ejemplo del propio Lincoln.

Kevin J. Wood

el 25 de julio de 2017

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *