El «discurso perdido» de Lincoln: ¿El mejor discurso de su vida?

Ud. ha oído hablar del discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln, tal vez incluso lo ha memorizado.  También puede saber de su discurso “Casa dividida”, su discurso de Cooper Union y sus dos discursos inaugurales.  Sin embargo, algunos afirman que el mejor discurso de Lincoln no fue ninguno de estos, sino uno que Ud. nunca ha leído ni recitado, por la sencilla razón de que se perdió en la historia.

Se lo conoce simplemente como el “Discurso perdido”, y fue dado en Bloomington, IL el 29 de mayo de 1856 en un momento extremadamente tenso y tumultuoso.  Dos años antes, el gran debate sobre la esclavitud había estallado con mayor furia que nunca debido a la Ley Kansas-Nebraska del Senador Stephen Douglas.  Hasta ese momento, la esclavitud había sido contenida en solamente una parte del país con la esperanza, y la expectativa, de que algún día la nación podría librarse por completo de ella; ahora se permitiría que la esclavitud se extendiera hacia el oeste e incluso hacia el norte, y podría ser que nunca nos libremos de ella.

Esto provocó un reordenamiento completo del panorama político.  Las diferencias anteriores entre demócratas y whigs sobre otros temas pasaron a un segundo plano, ya que ahora la cuestión definitoria se convirtió en si uno estaba a favor o en contra del proyecto de ley de Douglas.  El Partido Whig pronto colapsó bajo el peso de la situación, y surgió un movimiento para reunir a todas las fuerzas “anti-Nebraska” – es decir, a todos aquellos que se oponían a la extensión de la esclavitud – en una sola fuerza política, si no en un partido político enteramente nuevo.

Para principios de 1856, un año de elecciones presidenciales, este movimiento se estaba fusionando bajo el nombre de “republicano”.  El nuevo partido celebraría su primera convención nacional a mediados de junio en Filadelfia para nombrar candidatos y adoptar una plataforma.  Asimismo, convenciones estatales fueron convocadas en muchos de los estados del norte; en Illinois, se decidió celebrar la convención en Bloomington el día 29 de mayo.

Durante la semana previa a la convención de Bloomington, las tensiones aumentaron repentinamente de manera significativa.  El senador Charles Sumner de Massachusetts fue brutalmente golpeado en el Senado por el congresista Preston Brooks de Carolina del Sur en represalia por un discurso de Sumner denunciando la Ley Kansas-Nebraska, en el que también se burló del primo de Brooks, el senador Andrew Butler; la indignación en el Norte fue clara y fuerte, mientras que en el Sur, Brooks fue elogiado.  Mientras tanto, en Kansas, la fortaleza antiesclavista de Lawrence fue saqueada por rufianes proesclavistas, y tres días después un grupo de hombres liderados por John Brown tomó represalias matando a cinco colonos proesclavistas al norte de Pottawatomie Creek; “El Kansas sangrante” estaba en plena marcha.  Y aquí mismo en Illinois, un redactor antiesclavista llamado Paul Selby, quien hubiera sido uno de los líderes de la convención de Bloomington, fue brutalmente atacado por simpatizantes proesclavistas y ahora estaba en casa recuperándose de sus lesiones.

En medio de toda esta tensión, la convención de Bloomington hizo su trabajo, escuchando discursos, nombrando candidatos y adoptando resoluciones.  Lincoln presidió el comité de nominaciones para los cargos estatales y fue nombrado un delegado a la venidera convención nacional – un honor que tendría que rechazar porque no tenía ni el tiempo ni el dinero para asistir – así como un elector en general a nivel estatal para la elección presidencial.  Pero lo pasaron por alto por lo que hubiera deseado más que nada: una oportunidad para dirigirse a la multitud.

Sin embargo, mientras la convención se acercó a su fin alrededor de las 17:30 horas, muchos de los delegados y visitantes no estaban de humor para irse, y una multitud de más de mil hombres se encontraba todavía en y alrededor de la sala.  Fue entonces cuando algunos de ellos comenzaron a pedir que Lincoln hablara.  Puede ser que solamente quisieran algunas de sus historias divertidas, pero lo que les dio en vez de esto fue un discurso emocionante de hora y media de duración.

La historia tradicional es que el discurso ‘se perdió’ porque los periodistas y otros estaban tan cautivados que dejaron de tomar notas.  William Herndon, amigo y socio de abogacía de Lincoln, afirmó que “intenté durante unos quince minutos … tomar notas, pero al final de ese tiempo tiré el lápiz y el papel y viví solamente en la inspiración de la hora.  Si el Sr. Lincoln medía seis pies con cuatro pulgadas de alto por lo general, en Bloomington ese día medía siete pies, y además fue inspirado.

Sin embargo, es igualmente probable que Lincoln y otros líderes del partido suprimieran deliberadamente la publicación de su discurso, dado que dirigió sus palabras a una multitud altamente partidista.  En un año electoral, no era el tipo de mensaje que habría sido políticamente conveniente compartir con una audiencia más amplia.

Pero esto no quiere decir que los periódicos, así como individuos, no informaron sobre el discurso de Lincoln.  Herndon lo llamó “lleno de fuego y energía y fuerza: era la lógica; era el pathos; era el entusiasmo; era la justicia, la equidad, la verdad y el correcto incendiado por los fuegos divinos de un alma enloquecida por el mal; era duro, pesado, nudoso, retorcido, respaldado por la ira”.  El redactor jefe ‘Long John’ Wentworth, del Chicago Democrat, informó que “Abraham Lincoln durante una hora y media mantuvo a la reunión hechizada por el poder de su argumento, la intensa ironía de su invectiva, la brillantez de su elocuencia.  No voy a estropear ninguna de sus bellas proporciones intentando siquiera una sinopsis de ello.

El único periódico que sí intentó una sinopsis parece ser el Alton Weekly Courier, el cual informó: “Abraham Lincoln, de Sangamon, llegó a la plataforma en medio de un aplauso ensordecedor.  Enumeró las razones apremiantes del movimiento actual.  Estaba aquí listo para fusionarse con cualquiera que se uniera a él para oponerse al poder esclavista; habló del ‘coco’ de la desunión que fue tan vagamente amenazado.  Era preciso recordar que la Unión debe ser preservada en la pureza de sus principios así como en la integridad de sus partes territoriales.  Debe ser ‘Libertad y unión, ahora y siempre, una e inseparable’.  El sentimiento a favor de la esclavitud blanca ahora prevalecía en todos los periódicos de los estados esclavistas, excepto en los de Kentucky, Tennessee, Missouri y Maryland.  Tal fue el progreso de la Democracia Nacional.  Douglas una vez afirmó en su contra que la democracia favorecía más que sus principios, los derechos individuales del hombre.  ¿No era extraño que él debe alzarse allí ahora para defender esos derechos contra su antiguo panegirista?  La Democracia negra se empeñaba en citar a Henry Clay para reconciliar a los antiguos whigs a su doctrina, y los pagaba con un elogio de golpe bajo, el de whigs nacionales.

El principal objetivo de Lincoln parece haber sido el de unir a todos los elementos dispares que entonces se unían en el nuevo Partido Republicano, inspirándoles a dejar de un lado sus diferencias y a comprometerse de todo corazón al movimiento para luchar contra la extensión de la esclavitud.  El poder esclavista cada vez más violento debe ser resistido, Kansas debe ser libre, los principios republicanos deben ser preservados y la Unión debe mantenerse.

A juicio de Elwell Crissey, quien escribió el libro definitivo sobre el discurso en 1967, titulado apropiadamente El discurso perdido de Lincoln [Lincoln’s Lost Speech], solamente dos breves citas se conservan sin lugar a dudas.  La primera llegó casi al principio, cuando Lincoln estaba respondiendo a un llamamiento alarmante hecho por James Emery de Kansas, el último orador de la convención, quien había llamado a hombres armados a irse a Kansas.  Lincoln instó a la moderación y a una estrategia diferente: “No, amigos míos, les diré lo que haremos.  Esperaremos hasta noviembre y luego les dispararemos papeletas de votación.”  Lincoln volvería a este tema de “votos, no balas” [“ballots, not bullets”] en discursos posteriores, incluyendo su mensaje del 4 de julio de 1861 al Congreso.  La segunda cita bien documentada llegó cerca del final, cuando Lincoln estaba hablando en contra del ‘fastidio’ de la disolución: “Decimos a nuestros hermanos del Sur: ‘¡No vamos a salir nosotros de la Unión, y Uds. no lo harán!’

Aunque el discurso original de Lincoln fue ‘perdido’, me complace informar que una audiencia en el “Festival de Lincoln en la Ruta 66” en esa misma ciudad de Bloomington experimentó una recreación de él el domingo pasado.  Así es, encontré todo lo que pude sobre él y reconstruí lo que creo que es un facsímil razonable, aunque abreviado a una media hora aproximadamente.  Con el material de introducción y conclusión, se hizo un lindo programa de una hora, lo cual ahora estoy ofreciendo a quien quiera verlo para que puedan decidir por sí mismos si realmente fue el mejor discurso de Lincoln de toda su vida.

Kevin J. Wood

el 28 de julio de 2018

El discurso de Gettysburg: Palabras memorables, hechos memorables

En esta fecha en 1863, Abraham Lincoln pronunció en Gettysburg, Pensilvania lo que se convertiría en su más famoso discurso, destinado a ser memorizado y/o recitado por innumerables escolares y otros.  Esto es sumamente irónico, teniendo en cuenta que las palabras en sí contienen las palabras: “El mundo apenas notará, ni por mucho tiempo recordará, lo que nosotros decimos aquí”.

Además, crecería en torno al discurso una historia mítica de cómo se produjo, a saber, que Lincoln lo escribió en el reverso de un sobre en el tren rumbo a Gettysburg.  Si bien es posible que Lincoln trabajara un poco en su discurso durante el viaje – a menudo continuó perfeccionando sus palabras hasta el momento de decirlas – probablemente había escrito la mayor parte antes de salir de Washington.

La costumbre de Lincoln era la de comenzar a componer grandes discursos varias semanas o incluso meses antes de tiempo, y de basarse en temas e ideas sobre los que había reflexionado durante un tiempo prolongado.  Aunque su discurso en el campo de batalla de Gettysburg sería corto – solamente “unos pocos comentarios apropiados” para dedicar un cementerio militar nacional – sería muy importante.  Durante los primeros dos años y medio de su presidencia, Lincoln había hablado en público fuera de Washington, DC en solamente tres ocasiones, cada una de ellas siendo espontánea y breve.  El discurso en Gettysburg sería su oportunidad de hablar al pueblo estadounidense sobre el significado de la Guerra Civil en el contexto del pasado, presente y futuro de la nación.  El presidente quería, y necesitaba, hacerlo bien.

Se encuentra una indicación de esto en la famosa línea de apertura de Lincoln.  A principios de aquel verano, en respuesta a una serenata tras de la noticia de la rendición confederada de Vicksburg, la cual había ocurrido justo después de la gran victoria unionista en Gettysburg, Lincoln había dicho: “¿Hace cuánto tiempo ha sido? – unos ochenta años – desde que el día cuatro de julio por primera vez en la historia del mundo una nación por sus representantes se reunió y declaró como una verdad evidente por sí misma que ‘todos los hombres son creados iguales’”.

Hablando en Gettysburg, esto de “unos ochenta años …” ahora se convirtió en:

Hace cuatro veintenas más siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente, a una nueva nación, concebida en libertad, y dedicada a la proposición que todos los hombres son creados iguales.

Después de esta mirada resumida hacia atrás al pasado – en concreto a la Declaración de Independencia y la fundación de nuestra nación sobre las bases de la libertad y la igualdad – Lincoln dirigió su atención al presente:

Ahora nos encontramos enfrentados en una gran guerra civil, poniendo a prueba si esa nación, o cualquiera así concebida y dedicada, puede perdurar mucho tiempo.

De hecho, los acontecimientos de las décadas anteriores sugerían que las naciones modernas establecidas como repúblicas o democracias estaban destinadas a fracasar.  Uno solamente tenía que mirar al centro y sur de América, donde una nación tras otra había logrado su independencia a principios del siglo XIX para luego caer en el caos y la inestabilidad política.  Nuestro vecino México era un excelente ejemplo, habiendo sido tomado por el emperador francés Napoleón III menos de dos años antes.

A continuación, Lincoln dirigió la atención de su audiencia al objetivo principal de la ceremonia aquel día: honrar a los soldados unionistas que habían hecho el sacrificio máximo durante la terrible batalla de los días 1 a 3 de julio:

Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra.  Hemos venido a dedicar una parte de ese campo, como lugar de descanso final para aquellos que aquí dieron sus vidas para que esa nación pudiera vivir.  Es completamente apropiado y correcto que hagamos esto.

Pero en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar – no podemos consagrar – no podemos santificar – este terreno.  Los hombres valientes, vivos y muertos, que aquí lucharon, lo han consagrado, mucho más allá de nuestro humilde poder de añadir o quitar.  El mundo apenas notará, ni por mucho tiempo recordará, lo que nosotros decimos aquí, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí.

Ya sea que Lincoln realmente sintiera o no que sus palabras no serían recordadas – es probable que esto sea simplemente su moderación y humildad características – sin duda pensaba que las acciones de los soldados eran más importantes que sus propias palabras.  La guerra podría haber sido ganada sin las palabras de él, pero nunca se podría haber ganado sin las obras de los soldados.

Después de haber mirado al pasado y considerado el presente, Lincoln concluyó mirando al futuro: ¿cómo debemos responder nosotros, los que quedan?

Corresponde a nosotros los vivos, más bien, dedicarnos aquí a la obra inconclusa que aquellos que aquí lucharon han avanzado tan noblemente.  Corresponde más bien a nosotros dedicarnos aquí a la gran tarea que nos queda por delante – que de estos muertos honrados tomemos una mayor devoción a la causa por la que ellos dieron la última cuota de devoción – que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no hayan muerto en vano – que esta nación, bajo la protección de Dios, experimente un nuevo nacimiento de la libertad – y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo no desaparezca de la tierra.

La esperanza de Lincoln de que tal y como tuvimos un nacimiento de la libertad en 1776 – “cuatro veintenas más siete años” antes – ahora, de algo tan terrible como una sangrienta guerra civil, podríamos tener un “nuevo nacimiento de la libertad”.  Y nuevamente le recordó a la gente que la lucha no era solamente por la supervivencia de la Unión, sino por la supervivencia de la democracia por todo el mundo: “que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo no desaparezca de la tierra”.

Esa última frase no fue completamente de Lincoln; la mayoría de las personas que escucharon ese día habrían reconocido que estaba reformulando la famosa descripción del gobierno estadounidense por parte de Daniel Webster en 1830 como “el gobierno del pueblo, hecho para el pueblo, hecho por el pueblo y responsable ante el pueblo”.  Pero el fraseo más conciso de Lincoln ha contribuido a su impacto ahora universal.  Como un solo ejemplo, cuando el pueblo de Francia adoptó una nueva Constitución en 1958 para su Quinta República, incluyó la siguiente declaración: “El principio (de la República) será: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.  [“Son principe est : gouvernement du peuple, par le peuple et pour le peuple.”]

Las palabras elocuentes y memorables de Lincoln en Gettysburg todavía viven hoy, más de 150 años después.  Si bien podían haber ayudado a despertar e inspirar a la gente de su época, no olvidemos que fueron los hechos valientes de los soldados lo que finalmente ganó la guerra y preservó la Unión.  Como se dice, después de todo, los hechos hablan más que las palabras, o como dice el lema del buque naval USS Gettysburg: “Hechos, No Palabras”.  Que recordemos las palabras de Lincoln y estemos dispuestos a hablar a favor de las causas de la libertad, la igualdad y la democracia en nuestros propios días, pero que recordemos también los hechos de los soldados y asimismo estemos dispuestos a actuar cuando se nos llama.

Kevin J. Wood

el 19 de noviembre de 2017

Abraham Lincoln, ¿‘supremacista’ blanco?

Mucho de lo que Abraham Lincoln dijo y escribió en su propio día todavía resuena con nosotros hoy día porque concuerda con nuestras ideas de libertad, igualdad, democracia, etc.  Pero luego hay esas pocas declaraciones inquietantes como la siguiente:

No tengo ningún objetivo de introducir la igualdad política y social entre la raza blanca y la negra.  Hay una diferencia física entre las dos, que a mi juicio probablemente prohibirá para siempre su convivencia sobre el fundamento de la igualdad perfecta, y en tanto que sea necesario que debe haber una diferencia, yo, así como el juez Douglas, soy en favor de que la raza a la que pertenezco tenga la posición superior.  Nunca he dicho nada en sentido contrario …

¿Es que esta declaración, hecha por Lincoln durante el primero de sus grandes debates con Stephen Douglas en 1858, la cual él repitió y defendió más tarde, significa que Lincoln era un supremacista blanco?

Para responder a esta pregunta, debemos considerar la declaración en sí y su contexto, así como la totalidad de los discursos y escritos de Lincoln.

En cuanto a la afirmación misma, el preferir que una raza ocupe una posición superior en la sociedad no es lo mismo que decir que esa raza es realmente superior en una cualidad en particular, y parecería no llegar a lo que hoy se quiere decir generalmente con “la supremacía blanca”.  Y veremos más adelante que cuando llegara el momento de comparar las razas, Lincoln hablaría más provisionalmente.

En cuanto al contexto, Lincoln intentaba derrocar a Douglas como uno de los dos senadores de Illinois en el Congreso de los EE.UU.  Era el candidato del recién formado Partido republicano, un grupo diverso de personas cuya causa unificadora era su oposición a la extensión de la esclavitud hasta las partes oeste y norte del país.  Algunos de los republicanos eran abolicionistas, abogando por la emancipación inmediata de los esclavos sin compensación a sus dueños, mientras que otros, como Lincoln, estaban más a favor de la emancipación gradual, voluntaria y compensada.

Douglas y los demócratas habían recurrido a argumentos incendiarios sobre la raza, sosteniendo que el “partido republicano negro” estaba a favor no solamente de la emancipación inmediata, sino también de la amalgamación, es decir, de mezclar las razas, incluso del matrimonio mixto.  La declaración de Lincoln citada anteriormente fue en respuesta a estas palabras provocativas de Douglas:

¿Desean … permitir que los negros libres fluyan hacia sus praderas y las cubran con asentamientos negros?  ¿Desean convertir este bello estado en una colonia de negros libres, para que cuando Missouri abola la esclavitud, pueda enviar cien mil esclavos emancipados a Illinois para convertirse en ciudadanos y votantes, en igualdad con ustedes mismos?  Si desean la ciudadanía negra, si desean permitirles entrar en el estado y establecerse con el hombre blanco, si desean que voten en igualdad con ustedes mismos, y hacerlos elegibles para los puestos del gobierno, para servir en los jurados y para adjudicar sus derechos, entonces apoyen al Sr. Lincoln y al Partido republicano negro.

En un estado como Illinois, que no permitía la esclavitud pero que también desalentaba mucho el asentamiento de los negros libres, esto encajaba bien.  Ningún abolicionista podría haber ganado una elección a nivel estatal en Illinois en ese momento, y un ‘amalgamacionista’ habría sido expulsado del pueblo, si no le habría ocurrido algo peor.  Lincoln, por lo tanto, quien no era ni abolicionista ni ‘amalgamacionista’, naturalmente se defendió contra este tipo de acusaciones.  De ahí, su declaración anterior y otras como: “No entiendo por qué el no querer que una mujer negra sea mi esclava significa que la debo querer como esposa.  A mi entender, puedo simplemente dejarla en paz.

Cuando Lincoln habló de una diferencia física entre las razas que “probablemente prohibirá para siempre su convivencia sobre el fundamento de la igualdad perfecta”, y de que una raza tenga una posición superior, es probable que era simplemente declarando lo que un repaso honesto de la historia del mundo le habría enseñado.  La historia está repleta de conflictos entre pueblos de distintas etnias, religiones, clases, etc., que inevitablemente parecen resultar en el dominio de un grupo sobre el otro; asimismo está casi desprovista de ejemplos de coexistencia pacífica y equitativa.  Por lo tanto, Lincoln concluyó muy racionalmente que “en tanto que sea necesario que debe haber una diferencia, yo … soy en favor de que la raza a la que pertenezco tenga la posición superior”.

¿Pero eso significaba que la raza negra debía servir a la raza blanca como esclavos?  Esa sería la conclusión de los líderes de la futura Confederación, expresada claramente por Alexander Stephens en su “Discurso de la piedra angular”.  Pero no fue la conclusión de Lincoln, quien siguió así:

… pero sostengo que a pesar de todo esto, no hay ninguna razón en el mundo por qué el negro no tiene derecho a todos los derechos naturales enumerados en la Declaración de la Independencia, el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.  Sostengo que tiene tanto derecho a estos como el hombre blanco.  Estoy de acuerdo con el juez Douglas en que él no es igual a mí en muchos aspectos – ciertamente no en color, quizás no en dotación moral o intelectual.  Pero en el derecho de comer el pan, sin permiso de nadie, que su propia mano gana trabajando, él es igual a mí e igual al juez Douglas, e igual a todo hombre viviente.

Como se ha mencionado anteriormente, vemos aquí que cuando Lincoln tuvo una clara oportunidad de defender la “supremacía blanca”, habló cautelosa- y tentativamente.  Únicamente podía decir definitivamente que la raza negra no era igual a la blanca en color, y simplemente que quizás no fuera igual en moralidad o inteligencia.

Pero, ¿a dónde le llevó este tipo de pensamiento a Lincoln en cuanto a encontrar una solución al “problema de las razas”?  Dado que la esclavitud no era una solución aceptable, y el ​​vivir juntos en igualdad parecía una imposibilidad, Lincoln, siguiendo a Henry Clay y otros, fue llevado a concluir que la mejor solución era la colonización: enviar a los esclavos y a los negros libres a alguna parte para vivir, donde podían gobernarse ellos mismos.  Esto podría ser un regreso a África, o podría ser una nueva colonia en algún lugar de América central o América del Sur o el Caribe.  Para Lincoln, solamente esto sería realmente coherente con el ideal americano del autogobierno.  Como había dicho en un discurso algunos años antes: “Cuando el hombre blanco se gobierna a sí mismo, eso es el autogobierno; pero cuando se gobierna a sí mismo, y también gobierna a otro hombre, eso es más que el autogobierno – eso es el despotismo.

La colonización permitiría que el negro se gobernara a sí mismo, y Lincoln se aferraría obstinadamente a ella hasta bien entrada en su presidencia.  Afortunadamente, sin embargo, era un hombre que era lo suficientemente humilde para cambiar sus puntos de vista; como escribió a Horace Greeley sobre el tema de la emancipación: “Intentaré corregir errores cuando se demuestre que son errores; y adoptaré nuevos puntos de vista tan rápidamente como parecerán ser verdaderos puntos de vista”.  Sorprendentemente, fueron Frederick Douglass y otros líderes negros quienes finalmente convencieron a Lincoln de que la colonización no era una solución viable, por lo que volvió su atención a averiguar cómo las dos razas podrían vivir la una al lado de la otra.  En su último discurso, por ejemplo, pronunciado solamente tres días antes de su asesinato, abogó públicamente por primera vez por dar el derecho a votar, y por lo tanto también la ciudadanía, a por lo menos ciertos de los negros.

Para entonces, Lincoln sin duda había renunciado también a cualquier idea que pudiera haber tenido sobre la inferioridad de la raza negra.  Frederick Douglass, quien habló de la guerra y de la emancipación con Lincoln en al menos dos ocasiones en la Casa Blanca, señaló que fue recibido con dignidad, “así como usted ha visto a un caballero recibir a otro … Nunca se me hicieron sentir cómodo más rápidamente o más completamente en la presencia de un gran hombre”.  Más tarde Lincoln llamaría a Douglass su amigo, y muchos años más tarde Douglass escribiría en sus memorias: “El Sr. Lincoln no solamente era un gran presidente, sino un gran hombre – demasiado grande para ser pequeño en cualquier cosa.  En su compañía nunca me recordé de mi origen humilde, ni de mi color impopular.

¿Abraham Lincoln, supremacista blanco?  Tal vez lo era en algún momento de su vida, en un sentido limitado, pero sería mucho más preciso considerarlo como un “supremacista humano”, alguien que creía en y trataba de elevar a toda la humanidad a alcanzar su potencial inherente y dada por Dios.

Kevin J. Wood

el 17 de agosto de 2017

El elogio de Lincoln sobre el presidente Taylor: Un ejemplo para otros, el propio Lincoln incluido

Fue en esta fecha – el 25 de julio – en el año 1850 que Abraham Lincoln pronunció en Chicago un elogio sobre el presidente Zachary Taylor, quien había fallecido dos semanas antes a los 65 años, habiendo cumplido solamente un año y cuatro meses de su mandato.

La elección de Lincoln para esta tarea era comprensible, ya que había hecho campaña en favor de Taylor en 1848 después de su propio y único término en el Congreso de los EE.UU.  Sin embargo, también parece algo irónica dada algunas de las grandes diferencias entre la vida de Taylor y la suya.  Hasta que Taylor fue reclutado por el partido de los Whigs para presentarse para la presidencia, por ejemplo, expresó poco interés en la política y sostenía creencias políticas vagas.  Lincoln, por el contrario, había estado intrigado por la política desde que fue un joven adulto y tenía creencias muy definidas.

Aún más llamativa era la diferencia en sus carreras militares.  Una gran parte del elogio de Lincoln sobre Taylor cubrió su larga y distinguida carrera como oficial del ejército, desde la Guerra de 1812 hasta las guerras contra los indios y finalmente la Guerra mexicano-americana, en la que siendo mayor general se convirtió en un héroe nacional.  El servicio militar del propio Lincoln consistió en tres meses sin incidentes siendo un joven en la Guerra de Halcón Negro, una experiencia que una vez describió en broma como sigue: “Tenía muchas luchas sangrientas con los mosquitos”.  De hecho, el congresista Lincoln se había opuesto a la iniciación de la guerra con México, viéndola como una toma de tierra injustificada por el presidente Polk con el único objetivo de reclamar más territorio para la expansión de la esclavitud.

Mientras hablaba extensamente sobre los logros militares del General Taylor, la recitación de Lincoln era en su mayoría simple y factual, pero se permitió una cierta licencia poética al hablar de un momento tenso a principios de la Guerra mexicano-americana.  El general y sus hombres trataban desesperadamente de alcanzar a una fortaleza en el Río Grande (cerca de la moderna Brownsville), la cual estaba siendo asediada, sin saber si sus compatriotas dentro estaban muertos o vivos, y los que estaban dentro igualmente temiéndose por los que estaban fuera.  Lincoln concluyó la escena de la siguiente manera:

Y ahora el estruendo de la batalla se acerca a la fortaleza y pasa rápida- y oblicuamente; un resplandor de esperanza vuela entre los pocos que hay, mitad presos; vuelan a la pared; cada ojo se fatiga – es – es – ¡las estrellas y las barras están todavía en lo alto!  En seguida se encuentran los hermanos ansiosos; y mientras que una mano golpea otra mano, los cielos se rasgan con un grito alto, largo, glorioso y efusivo de ¡victoria! ¡¡victoria!! ¡¡¡victoria!!!

Más tarde, cuando habló de la batalla final del general Taylor, contra el gran Santa Anna en Buena Vista, en profundo territorio mexicano, superado por tres o cuatro a uno, Lincoln recordó la aprehensión que sentían los en los Estados Unidos, temiendo lo peor.  Cuando finalmente llegó la verdad, era de “gloria y dolor.  Una página radiante y brillante se añadió a la historia de nuestra nación; pero también, en un silencio eterno, yacían Clay, y McKee, y Yell, y Lincoln y nuestro querido Hardin” (estos nombres siendo algunos de los oficiales militares fallecidos en Buena Vista, incluyendo el hijo de Henry Clay, Henry Clay, Jr; el amigo de Lincoln, John J. Hardin; y curiosamente, un oficial llamado George Lincoln, aparentemente sin ninguna relación).

Mientras que toda esta historia militar revela una gran diferencia entre las vidas de Taylor y de Lincoln, sin embargo, el elogio de Lincoln también sugiere algunas cosas en común entre los dos hombres.  Ambos fueron moldeados, por ejemplo, por haber pasado sus primeros años en la frontera de Kentucky.  Tal vez lo más interesante de todo, los rasgos de carácter, las ambiciones, las prioridades, etc. que Lincoln exalta en Taylor son aquellos que fácilmente se aplicarían al propio Lincoln.  Y son los mismos que Lincoln apreciaría más tarde en otros cuando tuviera su segundo puesto militar, el de Comandante en Jefe, en particular en hombres como el General Grant.  Lincoln podría haber estado pronunciando el elogio que esperaba que otros pronunciaran sobre su propia vida cuando su propio tiempo llegara para salir de este mundo.

Las siguientes palabras, por ejemplo, podrían expresar con la misma facilidad los sentimientos que Lincoln tendría hacia Grant 15 años después:

Las batallas del general Taylor no se distinguieron por brillantes maniobras militares; pero en todo parece más bien haber conquistado por el ejercicio de un juicio sobrio y firme, junto con una obstinada incapacidad para comprender que la derrota era posible.  Su rasgo militar más raro era una combinación de negativos – ausencia de emoción y ausencia de miedo.  No podía estar aturdido, y no podía estar asustado.

Lincoln también tomó tiempo para relacionar cuidadosamente un incidente notable que demostró que Taylor tenía una aversión a buscar venganza.  Durante la Guerra mexicano-americana, el coronel William Worth, muy ofendido cuando Taylor eligió a otro oficial en vez de él, regresó a Washington para presentar su renuncia, donde “en su apasionado sentimiento, no dudó en hablar con dureza y desprecio del general Taylor.  Era un oficial del más alto carácter; y su palabra, sobre temas militares y sobre hombres militares, no podía ser pasado por alto por los de su país.”

Sin embargo, Worth pronto lamentó sus palabras y acciones, y su renuncia habiendo sido rechazada, volvió al campo de batalla, donde, cuenta Lincoln:

Entonces vino la oportunidad del General Taylor para vengarse.  La batalla de Monterrey se acercaba, e incluso estaba a punto de comenzar.  Taylor podría si quisiera, ubicar a Worth en esa batalla, para que su nombre apenas se notaría en el informe.  Pero no.  Sentía que era debido al servicio, el asignar el verdadero puesto de honor a alguno de los mejores oficiales; sabía que Worth era uno de los mejores, y sentía que era generoso permitirle, entonces y allí, recuperar su pérdida secreta.  En consecuencia, asignó al coronel Worth en ese asalto, lo que era por excelencia, el puesto de honor; y cuyos deberes este ejecutó tan bien y tan brillantemente como para eclipsar en aquella batalla hasta al propio general Taylor.

Para cualquiera que esté familiarizado con la vida y la carrera de Lincoln, estas palabras recordarán inmediatamente algunos de los incidentes notables cuando él también rehusaría guardar rencores contra los que le hicieron daño o hablaron mal de él, incluso nombrándolos a puestos de honor para el bien del país si sentía que eran las mejores personas para el trabajo.  El caso de Edwin Stanton es solamente un ejemplo de esto.

Teniendo en cuenta que la carrera política de Taylor fue bastante corta y también reciente, el elogio de Lincoln es comprensiblemente breve en este punto, señalando que “los incidentes de su administración hasta el momento de su muerte, son demasiado conocidos y demasiado frescos para requerir cualquier repetición directa”.  Estaba más preocupado por el efecto que la muerte del presidente tendría políticamente en el país, pero pidió confianza en Dios en este asunto:

Me temo que en cuanto a la única gran cuestión del día [la esclavitud], no es ahora tan probable que sea aceptada parcialmente por las diferentes secciones de la Unión, como habría sido, si la vida del general Taylor hubiera sido perdonado para nosotros.  Sin embargo, bajo todas las circunstancias, confiando en nuestro Hacedor, y por medio de su sabiduría y beneficencia, en el gran cuerpo de nuestro pueblo, no nos desesperaremos ni desanimaremos.

Lincoln sostuvo que Taylor sería recordado por “su devoción a su deber, sin ostentación, abnegada, duradera de largo tiempo”, y moralizó que esto debe servir como ejemplo a los jóvenes americanos “que el andar el camino duro del deber, como lo andaba él, será notado, y conducirá a lugares altos”.

Lincoln concluyó sus pensamientos sobre la vida de Taylor como sigue, incluyendo una cita de los evangelios y otra de un himno de Isaac Watts:

Pero se ha ido.  El conquistador finalmente es conquistado.  El fruto de su trabajo, su nombre, su memoria y su ejemplo, son todo lo que nos queda – su ejemplo, verificando la gran verdad, que “el que se humille, será ensalzado”, enseñando que el servir a la patria con una resolución total, asegura la gratitud de ese país, asegura sus mejores honores, y hace “una cama moribunda, suave como almohadas de plumas”.

Pero Lincoln no había terminado por completo, notando que la muerte de una persona tan grande y conocida inevitablemente recuerda a todas las personas de su propia mortalidad.  Luego terminó su elogio citando varias estrofas de su poema favorito, “Oh, ¿por qué debería el espíritu del hombre mortal ser orgulloso” por William Knox, sobre la brevedad y la incertidumbre de la vida, terminando con la estrofa final:

Es el guiño de un ojo, es el corriente de un respiro,

Desde las flores de la salud, hasta la palidez de la muerte.

Desde el salón dorado, hasta el féretro y el sudario.

¡Oh, por qué debería el espíritu del hombre mortal ser orgulloso!

Leer el elogio de Lincoln sobre el presidente Taylor, y compararlo con la manera en que Lincoln vivió su propia vida, sugiere que él trató de emular las características positivas de aquellos a quienes admiraba.  Podríamos hacer bien en hacer lo mismo, comenzando con el ejemplo del propio Lincoln.

Kevin J. Wood

el 25 de julio de 2017

Acerca del sacrificio y del sufrimiento: El anticipo de Lincoln del Día de Conmemoración a los Caídos

Nuestra fiesta nacional del Día de Conmemoración a los Caídos, en la que recordamos a los que dieron su vida mientras servían en nuestras fuerzas armadas, tuvo sus orígenes en las secuelas de la Guerra Civil.  En aquel entonces se llamaba el Día de la Decoración, así nombrado porque personas tanto en el Norte como en el Sur decoraban las tumbas de los soldados con flores.

La observancia de tal día sirve para honrar la memoria de quienes hicieron el sacrificio supremo, pero también sirve para expresar nuestras condolencias y gratitud a los que quedan atrás: los miembros de la familia y los amigos que han sufrido la terrible pérdida de un ser querido.

Abraham Lincoln tuvo la ocasión trágica de demostrar esto a finales de mayo de 1861, con la Guerra Civil apenas en marcha y mucho antes del establecimiento de cualquier día recordatorio oficial.

Los Lincoln contaron entre sus amigos a un joven del estado de Nueva York llamado Elmer Ellsworth.  Ellsworth se había trasladado a Illinois a mediados de la década de los 1850 cuando tenía 17 años, finalmente estableciéndose en Springfield en 1860 para unirse a la oficina de Lincoln como un asistente jurídico y continuar su estudio de la ley.  Más tarde hizo campaña para Lincoln en la elección presidencial de 1860 y luego ayudó a administrar el viaje del Presidente electo a Washington.  Se convirtió en un amigo cercano de toda la familia, y casi como otro hijo para Lincoln.

Después de que los confederados tomaron posesión de Fort Sumter en Carolina del Sur a mediados de abril de 1861, Lincoln pidió el reclutamiento de 75.000 soldados voluntarios para sofocar la rebelión.  Su joven amigo Ellsworth fue uno de los primeros en unirse a la causa, viajando a la Ciudad de Nueva York para levantar el 11º Regimiento de Infantería Voluntaria de Nueva York entre las compañías voluntarias de bomberos de esa ciudad.  A continuación, Ellsworth volvió a Washington como el coronel de estos famosos “Zoavos de fuego”, quienes pronto fueron enviados al otro lado del río Potomac para ocupar Alexandria, Virginia.  Eran las primeras tropas unionistas en ocupar territorio confederado, y lograron esta tarea con poca dificultad a excepción de un solo incidente terriblemente trágico.  Había una gran bandera confederada encima de la Casa Marshall, una pequeña posada, que durante semanas había sido visible desde Washington, incluso desde la oficina de Lincoln en la Casa Blanca.  El joven Ellsworth entró en la posada con varios de sus hombres y él mismo subió arriba para quitar la bandera.  En el camino de regreso por las escaleras, el posadero le disparó y lo mató.

Lincoln se afligió por su joven amigo como si este hubiera sido su propio hijo, y al día siguiente escribió una carta de condolencia a sus padres, Ephraim y Phoebe Ellsworth.  El Presidente no lo sabía en ese momento, pero esta sería solamente una de varios cientos de cartas de condolencia que escribiría a afligidos padres, hijos, hermanos y otros parientes y amigos durante los próximos cuatro años.

Washington, D.C. – el 25 de mayo de 1861

Al Padre y a la Madre del Coronel Elmer E. Ellsworth:

Mi querido señor y querida señora,

En la pérdida prematura de su noble hijo, nuestra aflicción aquí, es apenas menos que la suya.  Tanta utilidad prometida a su país, y tantas esperanzas brillantes para uno mismo y sus amigos, rara vez han sido tan repentinamente despedazadas, como en su caída.  En tamaño, en años y en apariencia juvenil, solamente un muchacho, su poder de mandar a los hombres era extraordinariamente grande.  Este poder, combinado con un buen intelecto, una energía indomable y un gusto completamente militar, constituyeron en él, a mi juicio, el mejor talento natural, en esa área, que yo jamás conocía.  Sin embargo, era singularmente modesto y respetuoso en las relaciones sociales.  Mi relación con él comenzó hace menos de dos años; sin embargo, durante la segunda mitad del siguiente período, fue tan íntima como la disparidad de nuestras edades, y mis compromisos engorrosos, la permitirían.  A mí, no parecía tener ninguna indulgencia ni pasatiempo; y nunca le oí pronunciar ninguna palabra profana o desmedida.  Lo que era concluyente de su buen corazón, nunca olvidaba a sus padres.  Los honores por los que trabajó tan loablemente, y, en el triste final, tan galantemente dio su vida, los tenía pensado para ellos, no menos que para sí mismo.

Con la esperanza de que no sea una intrusión en la santidad de su pena, me he atrevido a dirigirles este homenaje a la memoria de mi joven amigo y de su valiente y temprano caído hijo.

Que Dios les dé ese consuelo que está más allá de todo poder terrenal.  Sinceramente su amigo en una aflicción común –

A. Lincoln

A petición de Lincoln, el cuerpo de Elmer Ellsworth, uno de los primeros mártires por la causa de la Unión, fue llevado por una guardia de honor a la Casa Blanca y quedó expuesto al público en la Sala Este.  Su muerte serviría como un grito de guerra en el Norte durante las próximas semanas y meses, pero esto no disminuiría la intensidad de la gran sensación de pérdida de la familia Lincoln.  Sería un recordatorio, sin embargo, de que el precio de la paz es a menudo muy costoso, requiriendo sacrificios y sufrimiento de parte de los miembros de nuestras fuerzas armadas y de sus familias y amigos.

Kevin J. Wood

el 28 de mayo de 2017

Un presidente electo a una nación dividida: ¡Sean amables y haced el bien!

Durante y después de las elecciones presidenciales más vitriólicas y divisivas que los Estados Unidos ha experimentado en los últimos años, sin duda usted ha oído comentarios tales como “nuestra nación nunca ha estado tan dividida”.  ¡¿De verdad?!  Como cualquiera de los cuatro candidatos principales que se enfrentaron el 6 de noviembre de 1860 podría concluir – cada uno de los cuales recibió por lo menos una octava parte del voto popular, – ¡esto realmente significa que nuestra nación nunca ha sido tan ignorante de su propia historia!

Sabe usted, por supuesto, que Abraham Lincoln ganó esa elección.  Pero, ¿sabe que recibió sólo el 40% del voto popular, y que no ganó ni un solo estado en el sur?  Como resultado, la elección sirvió para fracturar aún más a una nación ya dividida.  No solamente existía la gran división en general entre los estados libres del norte y los estados esclavistas del sur, pero también había divisiones importantes dentro de cada una de esas regiones, sobre todo acerca de cómo responder a la crisis del momento, en medio de gritos crecientes para la desunión e incluso para una guerra civil.

¿Cómo reaccionó el inexperto y no tan popular Presidente electo en 1860? Lo hizo con muchísimo cuidado, buscando la coherencia y no cediendo para nada en principios fundamentales, a la vez intentando no provocar a nadie a ninguna acción impetuosa y apelando a la unidad.

Hubo repetidas llamadas para que Lincoln hiciera declaraciones públicas sobre sus intenciones.  A éstas, se negó obstinadamente a responder, diciéndole a la gente que solamente necesitaban referirse a sus declaraciones anteriores y al programa sobre el cual había sido elegido; a todo esto sería fiel (lo más importante, que no interferiría con la esclavitud en los estados del sur donde ya existía, pero sí se opondría a su extensión en los territorios occidentales y en el norte).

Como escribió en una carta privada cuatro días después de la elección, “Me siento obligado, por el momento, al menos, a no hacer ninguna declaración para el público.  En primer lugar, no podría decir nada que no he dicho ya, y que ha sido publicado y está disponible para la inspección de todos.  Insistir en una repetición de esto a aquellos que sí han escuchado, es inútil; presionarla a aquellos que se han negado a escuchar, y siguen negándose, carecería de respeto por sí mismo, y tendría una apariencia de adulación y timidez, que excitaría el desprecio de los hombres buenos, y animaría a los malos a clamar aún más ruidosamente.

Diez días más tarde, tuvo lugar en Springfield una celebración de la victoria republicana.  Cuando un desfile de fieles republicanos pasó por la casa de Lincoln en camino a la celebración, el Presidente electo se dirigió a ellos.  Les agradeció su apoyo, pero también les advirtió a no hablar mal de sus oponentes, buscando en su lugar la unidad:

Amigos y conciudadanos: Les ruego que me eximáis, por favor, en esta ocasión, de hacer un discurso.  Les agradezco la amabilidad y el elogio de esta visita.  Les agradezco a ustedes, al igual que a todos los demás, quienes han considerado oportuno, por sus votos, a respaldar la causa republicana.  Me regocijo con ustedes por el éxito que hasta ahora ha acompañado esa causa.  Sin embargo, en todo nuestro regocijo no expresemos, ni apreciemos, ningún sentimiento áspero hacia ningún ciudadano que, por su voto, haya discrepado con nosotros.  Recordemos en todo momento que todos los ciudadanos americanos son hermanos de un país común, y deben morar juntos en los lazos del sentimiento fraternal.

Al día siguiente, durante un viaje a Chicago para reunirse con el Vice Presidente electo Hannibal Hamlin y otros, repitió el mismo tema a través de un cuento al dirigirse a una multitud en el bastión republicano de Bloomington:

Pienso mucho en la gente, de la misma manera en que un viejo amigo dijo que pensaba en las mujeres.  Dijo que cuando perdió a su primera esposa, quien había sido de gran ayuda para él en su negocio, pensó que estaba arruinado – que nunca podría encontrar otra para ocupar su lugar.  Finalmente, sin embargo, se casó con otra, y descubrió que ella hizo igual de bien que la primera, y que su opinión ahora era que cualquier mujer haría bien si a ella se le hace bien.  Pienso igual de toda la gente de esta nación – ellos harán siempre bien si se les hacen bien a ellos.  Intentaremos hacerlo bien a ellos en todas partes del país, Norte y Sur, con la plena confianza de que todo irá bien con todos nosotros.

El deseo de Lincoln por la unidad, sin embargo, no lo llevaría a vacilar en sus promesas como candidato.  Escribió a varios líderes políticos en las semanas siguientes a la elección para instarlos a hacer lo mismo, como esta nota al senador Lyman Trumbull:

Mi querido señor: Que no haya compromiso ninguno sobre la cuestión de extender la esclavitud.  Si lo hay, todo nuestro trabajo se pierde, y, antes de mucho tiempo, debe hacerse de nuevo.  El terreno peligroso – aquel en el que algunos de nuestros amigos tienen ganas de correr – es la Soberanía Popular [dejar que la gente de cada estado vote si se permite la esclavitud en su estado].  No tenga nada de esto.  Mantente firme.  El tirón tiene que venir, y mejor ahora, que en cualquier momento en adelante.

Estos mismos temas – un mensaje consistente y no ceder en principios fundamentales, mientras también intentando no provocar a nadie y apelando a la unidad – serían repetidos por Lincoln en determinadas ocasiones en los próximos meses.  Y todos serían plenamente desarrollados cuando él finalmente podría dirigirse al pueblo como su nuevo Presidente en su primer discurso inaugural.

En última instancia, Lincoln no sería capaz de prevenir la Guerra Civil, por supuesto, en gran parte porque una mayoría en el Sur rechazó su mensaje conciliador.  Pero de alguna manera encontraría una manera de mantener al fracturado Norte lo suficientemente unido durante los próximos cuatro años para aguantar la guerra hasta su fin.  Y eso produciría no solamente la preservación de la Unión, sino también la abolición de la esclavitud.

En nuestra propia nación dividida de hoy, tal vez nuestra mejor esperanza sea orar para que nuestro recién elegido Presidente “haga bien a la gente”, lo que podría ayudar mucho a la gente a “morar juntos en los lazos del sentimiento fraternal” una vez más.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 16 de noviembre de 2016

La convención de Cleveland (de 1864): Republicanos descontentos nominan a un descarado autopromotor

Las cosas no le iban muy bien al presidente Abraham Lincoln en la primavera de 1864.  La Guerra Civil se había prolongado durante tres años, sin final a la vista.  La población del norte, ya muy cansada de la guerra, estaba horrorizada por las fuertes pérdidas del General Grant a principios de mayo en la ‘Batalla de la espesura’ y por la posibilidad de la continuación de tales pérdidas en una sangrienta guerra de desgaste.

Además, el Partido Republicano no apoyaba a Lincoln de manera unánime.  Los llamados ‘republicanos radicales’ estaban especialmente interesados en encontrar un candidato alternativo para la elección presidencial de 1864.  Estos firmes abolicionistas no creían que Lincoln estuviera actuando lo suficientemente rápido en el tema de la emancipación, y pensaban que su plan de reunificación con el Sur tras la guerra era demasiado conciliador.  Salmon Chase, el ambicioso Secretario del Tesoro de Lincoln, había sido la primera opción de los republicanos radicales para reemplazar a Lincoln, pero este plan se vio frustrado a principios de la primavera cuando se expuso la duplicidad de Chase.

Una vez que Chase ya no era una opción, pronto se hizo evidente que Lincoln tenía el apoyo suficiente para ser nominado de nuevo en la convención republicana prevista para principios de junio en Baltimore (en la convención, el partido sería rebautizado el “Partido Nacional Unionista, debido a la inclusión de algunos de los demócratas que apoyaban la guerra).  Sin tiempo que perder, una facción disidente de unos cuatrocientos republicanos radicales celebró una convención alternativa el día 31 de mayo con el fin de nominar a otro candidato más a su gusto.  Optaron por John C. Frémont, el famoso explorador del occidente de EE.UU. (el “Encuentracaminos”), el candidato presidencial republicano en 1856 (cuando fue derrotado por el demócrata James Buchanan) y un general de la Guerra Civil.  El nuevo partido fue apodado el “Partido de la Democracia Radical”.

Cuando le informaron a Lincoln de los resultados de esta convención alternativa, tomó su Biblia del escritorio y empezó a buscar un pasaje en particular, el cual pronto encontró.  Entonces leyó en voz alta de 1 Samuel 22 – es decir, “Primero de Samuel” –  el relato de David y la compañía de hombres que se unió a él en una cueva cuando lo perseguía el rey Saúl.  El pasaje concluye como sigue: “Y todo el que estaba en apuros, y todo el que estaba endeudado y todo el que estaba descontento se unió a él, y él vino a ser jefe sobre ellos; y había con él unos cuatrocientos hombres”.

Sin decir nada más, Lincoln había aportado su opinión de los cuatrocientos hombres quienes se habían unido a Frémont, concretamente que eran unos descontentos desesperados.  La revista Harper’s Weekly parecía estar de acuerdo, observando que la convención “era el trabajo en parte de hombres enojados e intrigantes, en parte de hombres impracticables.”  Por cierto, esta convención de republicanos descontentos que querían derrocar el “establecimiento” (la clase dirigente) – Lincoln en particular, pero también el Secretario de Estado William Seward y otros – tuvo lugar en Cleveland, Ohio.

Su candidato, John C. Frémont, ha sido descrito como, entre otras cosas: polémico, impetuoso, contradictorio y un descarado autopromotor.  Adquirió inmensas riquezas, pero también experimentó espectaculares fracasos de negocios y fue objeto de muchos pleitos.  Antes de unirse al nuevo Partido Republicano, había estado más alineado con los demócratas, habiéndose casado con la hija del poderoso senador demócrata Thomas Hart Benton de Missouri.  Benton y Frémont lucharon juntos por la doctrina del “Destino manifiesto”, el movimiento expansionista que podría, igual de fácilmente, haberse llamado “América (EE.UU.) primero”.

Ah, y a Frémont no le gustaban los mexicanos, de haber luchado contra ellos en la Guerra méxico-americana.  En un incidente infame en California, Kit Carson preguntó a Frémont si tres mexicanos desarmados debían ser tomados presos, y Fremont respondió: “No tengo sitio para presos.”  El posterior asesinato de los tres hombres, todos miembros de respetadas familias, fue ampliamente difundido durante la campaña presidencial de 1856, dañando la imagen de Frémont.  No fue de mucha ayuda el hecho de que Frémont también hubiera sido condenado una vez por rebelión, desobediencia y mala conducta militar por haberse proclamado a sí mismo gobernador militar de California (estos cargos fueron conmutados posteriormente por una baja deshonrosa).  Tal vez no es de extrañar que años más tarde, durante la Guerra Civil, el general Frémont fuera acusado de actuar de manera autocrática y finalmente fuera despedido por Lincoln por insubordinación – entre otras cosas, por emancipar unilateralmente a los esclavos en su jurisdicción (esto mucho antes de la proclamación de emancipación de Lincoln) – y por asuntos de corrupción en la adquisición de suministros.

Que conste que todo esto no quiere decir que Frémont no tuviera sus puntos buenos, ni que cierto candidato más reciente no tenga sus propios puntos buenos.  Es simplemente que los puntos mencionados parecen ser particularmente intrigantes.

Por cierto, Fremont abandonó su campaña en septiembre de 1864, cuando las posibilidades de Lincoln mejoraron repentinamente tras la caída de Atlanta.  Pero fiel a su costumbre, lo hizo de una manera que le permitió vengarse de un enemigo político, pues Lincoln aceptó a regañadientes despedir al Ministro de Correos, Montgomery Blair.  Quitado de en medio a Frémont, Lincoln derrotó con facilidad a otro famoso general de la Guerra Civil, George B. McClellan, para convertirse en el primer presidente en ser reelegido en más de treinta años.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 20 de julio de 2016

El ‘sentido de caballo’ (sentido común): Abraham Lincoln como cuentacuentos, 2ª parte

En mi último artículo de blog, compartí una de las muchas historias contadas por Abraham Lincoln.  Aquella historia trató sobre un perro, pero el animal que fue objeto de un gran número de historias y chistes de Lincoln fue el caballo, de vital importancia en la América del siglo XIX.

De hecho, la importancia del caballo se revela en uno de los chistes de Lincoln.  En marzo de 1863, el famoso batallón confederado conocido como los Comandos (‘Rangers’) de Mosby realizó una incursión en Fairfax, Virginia y capturó un general de brigada de la Unión, dos capitanes y numerosos soldados y caballos.  Al conocer la noticia, el presidente supuestamente comentó: “Bueno, siento lo de los caballos.”  Luego explicó: “Puedo crear un general de brigada en cinco minutos, pero no es fácil reemplazar ciento diez caballos”.

Aquí tienen algunas otras historias y chistes en los que Lincoln exhibió su peculiar y propio ‘sentido de caballo’ (sentido común):

Trueque de caballos: Cuando Lincoln era un joven abogado en Illinois, empezó a bromear con un juez acerca de hacer un trueque de caballos.  Finalmente acordaron hacerlo en un lugar y hora predeterminados, estipulando que los caballos no se verían antes y si cualquiera de los dos hombres se echara atrás del trueque en ese momento tendría que pagar $25.  En el lugar y hora señalados, el juez apareció con el caballo de aspecto más lamentable jamás visto en esa zona.  Pronto la multitud estalló en risas cuando Lincoln llegó portando un caballete de madera (‘sawhorse’) sobre los hombros.  La risa solo creció cuando Lincoln, después de examinar el caballo del juez, dejó el caballete en el suelo y exclamó: “Bueno, señor juez, esta es la primera vez que he recibido la peor parte en un trueque de caballos.”

Castaño de caballo: Durante el primer debate entre Lincoln y Stephen Douglas, en Ottawa, Lincoln acusó a Douglas de distorsionar su postura a través de “un arreglo engañoso y fantástico de las palabras, por el cual un hombre puede mostrar que un castaño de caballo (‘horse chestnut’) es un caballo de pelo castaño (‘chestnut horse’)”.  [El ‘castaño de caballo’ es una especie de árbol conocida normalmente en español como castaño de Indias o falso castaño.]

Los fatigados caballos de McClellan: Aunque el general George B. McClellan demostró ser un buenísimo organizador de las tropas, exasperó a Lincoln y a muchos otros con su reticencia a enfrentarse en combate con los confederados.  Cuando McClellan dio la excusa de que no podía actuar porque la mitad de sus caballos estaban fatigados, cojos, enfermos, desnutridos, etc., y esto más de un mes después del último combate, Lincoln le envió un telegrama algo sarcástico preguntando: “¿Me perdonará por preguntar qué es lo que los caballos de su ejército han hecho desde la batalla de Antietam que fatigue en cualquier aspecto?”

El caballo como jinete: Unos meses antes, McClellan había escrito una carta a Lincoln ofreciéndole consejos sobre cómo llevar a cabo los asuntos de la nación.  Lincoln no respondió directamente a McClellan, pero supuestamente comentó que le hizo pensar en el hombre cuyo caballo levantó una pata y la introdujo en el estribo; el hombre dijo al caballo, “Si vas a subirte, entonces yo me bajaré.”  Lincoln no tenía ninguna intención de ‘bajarse’, pero quería que McClellan entendiera que era solo un general, no un dictador.

Intercambio de caballos a mitad del río: Dos años más tarde, Lincoln y McClellan se enfrentaban en la elección presidencial de 1864 y Lincoln hizo uso de otra alusión al caballo y jinete.  Presentó el argumento de que debía ser reelegido mientras el país estaba aún en guerra, señalando: “No me he permitido … llegar a la conclusión de que soy el mejor hombre del país; pero sí me hace recordar, en este respecto, una historia de un viejo granjero holandés que comentó una vez a un compañero que ‘no era la mejor estrategia la de intercambiar caballos mientras se cruzaba un río’”.

Podemos estar agradecidos de que la gente estuvo de acuerdo con Lincoln y lo eligió de nuevo, porque si McClellan hubiera ganado, la Unión no se habría conservado.  Lamentablemente, el gran cuentacuentos pronto callaría para siempre, víctima de un asesinato.  Curiosamente, sin embargo, su cuerpo sería acompañado en su último viaje desde la estación de tren de Springfield hasta el cementerio por nadie menos que el viejo Bob (‘Old Bob’), su caballo favorito, ahora tristemente sin jinete.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 30 de junio de 2016

El extremo equivocado del perro: Abraham Lincoln como cuentacuentos

Probablemente has oído que Abraham Lincoln era bastante aficionado a contar cuentos y chistes.  A veces los contó simplemente para entretener, pero a menudo había otras razones también: para ilustrar un punto; para aliviar tensiones o relajar el ambiente; para comunicar una lección o reproche difícil de aceptar de una manera más indirecta y más ‘suave’; o para distraer la atención de las dificultades y las duras realidades de la vida, especialmente en medio de la Guerra Civil.

El juez H. W. Beckwith recordó un cuento particularmente memorable contado por Lincoln mientras que éste ejercía de abogado en el tribunal de circuito en Danville, Illinois, un cuento que fue “un buen ejemplo de la habilidad de Lincoln de condensar la ley y los hechos de un asunto en un cuento”.

Lincoln defendía a un hombre que había sido acusado de asalto con agresión. Sucedió que su cliente sólo había actuado en defensa propia, el otro hombre habiéndolo primero provocado y luego agredido físicamente.  Sin embargo, en lugar de simplemente relatar los hechos del caso según su cliente, Lincoln determinó que el jurado entendería mejor su súplica si él la explicó por medio de un cuento.

El juez explicó: “El Sr. Lincoln … dijo al jurado que su cliente estaba en la situación difícil de un hombre que, al andar por la carretera con una horquilla sobre el hombro, fue atacado por un perro feroz que salió del patio de entrada de un granjero y le enfrentó.  Al bloquear y desviar la bestia con la horquilla, las puntas clavaron en la bestia y la mataron.

“‘¿Qué te hizo matar a mi perro?’, dijo el granjero.

“‘Qué le hizo intentar morderme?’

“‘Pero, ¿por qué no fuiste hacía él con el otro extremo de la horquilla?’

“‘¿Por qué él no vino a por mí con su otro extremo?’

“En este momento el Sr. Lincoln giró en sus largos brazos un perro imaginario, y empujó su extremo posterior, el de la cola, hacia el jurado.  Este fue la súplica defensiva de … ‘el otro tío inició la pelea’, dicha rápidamente, y de manera que la mente más torpe la captaría y la retendría.

Fácilmente se puede ver cómo Abraham Lincoln llegó a ser uno de los abogados más exitosos de su época mientras también se adquirió fama de su ingenio y humor.  Uno puede también suponer que cuando Lincoln fue programado para una sesión de la corte, ¡no había escasez de hombres dispuestos a servir en el jurado!

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 30 de abril de 2016

La causa debe preferirse a los hombres: Una lección de abnegación de parte de Lincoln

El Partido Republicano de hoy parece estar en camino a la curiosa situación de nominar como presidente a una persona con dudosas credenciales conservadoras y republicanas, quién también tiene el índice de ‘desfavorabilidad’ más alto entre la población en general de cualquier candidato de ambos partidos principales (60% desfavorable según una encuesta de Gallup de finales de enero).  Esto ha sido principalmente el resultado de una gran cantidad de otros candidatos republicanos más tradicionales que han dividido el voto restante, ninguno dispuesto a ceder su ambición personal por el bien del partido hasta que finalmente esté obligado a abandonar la campaña por razones financieras.  Y eso no sucede tan rápidamente como antes, ni de lejos, gracias a la decisión del Tribunal Supremo en 2010 en Ciudadanos Unidos v. Comisión Federal de Elecciones, así como a cambios en cómo se reparten los delegados.

Estos otros candidatos podrían aprender una lección de las acciones de Abraham Lincoln en la elección al Senado de los EE.UU. en 1855, que por cierto contribuyó al establecimiento y crecimiento del Partido Republicano.  Ese año, en medio de una remodelación tumultuosa de todo el sistema político, la principal línea divisoria fue entre aquellos que se oponían a la ley de Kansas-Nebraska y aquellos que la apoyaban.  El lado ‘anti-Nebraska’ deseaba impedir que la esclavitud se extendiera a nuevas áreas del país, mientras que el lado ‘Nebraska’ o deseaba su extensión o no se preocupaba por el asunto.

Lincoln, que todavía no había hecho oficialmente su paso del menguante Partido Whig al naciente Partido Republicano, fue uno de los tres principales candidatos para el escaño en el Senado de los EE. UU. representando a Illinois.  El actual senador democrático James Shields era un hombre ‘pro-Nebraska’, mientras que Lincoln y el diputado democrático Lyman Trumbull eran decididamente ‘anti-Nebraska’.  Había también algunos otros candidatos menores, y para una dosis extra de intriga, un esfuerzo bajo cuerda de parte del gobernador democrático Joel Matteson para obtener el escaño para sí mismo.

La Asamblea General de Illinois, cuyos 100 miembros iban a elegir al nuevo senador, se encontraba dividida casi a partes iguales entre las facciones ‘Nebraska’ y ‘anti-Nebraska’, pero también había otras cuestiones y lealtades que complicaban la situación.  Lincoln y Trumbull juntos, sin embargo, parecían tener justo el suficiente apoyo para dar la victoria al lado ‘anti-Nebraska’.  De hecho, en la primera votación, Lincoln obtuvo 45 votos y Trumbull cinco, para un total de 50, exactamente el número necesario para que un solo candidato ganara (ya que solo 99 miembros estaban presentes aquel día), mientras que Shields obtuvo solamente 41.  Según se iban haciendo votaciones subsiguientes, algunos otros hombres mostraban una inclinación a apoyar a Lincoln, lo que podría haberle dado la elección salvo que ninguno de los cinco hombres de Trumbull renunciaría.  Estos cinco eran todos demócratas incondicionales que se negaban a votar por un Whig.  Puesto que los partidarios de Trumbull, liderados por Norman Judd, no cederían, los que preferían a Lincoln comenzaron a trasladar sus votos poco a poco a Trumbull, mientras que en la facción de ‘Nebraska’ los votos se iban trasladando de Shields a Matteson.

En la novena ronda de votación, Matteson llegó a 47 votos, careciendo solamente tres para la victoria.  Lincoln sabía que el gobernador se proclamaba hombre ‘anti-Nebraska’ a pesar de que esto no era consecuente con sus afiliaciones y acciones pasadas.  Sintiendo que Matteson ganaría en la décima votación a menos que los hombres ‘anti-Nebraska’ se unieran en torno a un único y verdadero candidato ‘anti-Nebraska’, Lincoln instruyó a sus seguidores a votar en bloque por Trumbull.  Cuando protestaron la injusticia de que el candidato que había tenido el 90% del voto ‘anti-Nebraska’ en las primeras votaciones regalara la elección al que había tenido solamente el 10%, Lincoln respondió: “Ustedes nos perderán tanto a Trumbull como a mí y creo que la causa en este caso debe preferirse a los hombres”.  Los partidarios de Lincoln cedieron y Trumbull fue elegido senador con los votos necesarios en la décima votación.

El resultado era claramente injusto hacia Lincoln.  De hecho, Mary Todd Lincoln, quién observó todo desde la galería, nunca perdonó ni a Trumbull ni a Judd.  Incluso cortó para siempre su relación con la esposa de Trumbull, Julia, quién había sido una amiga suya muy cercana, cada una habiendo sido una dama de honor en la boda de la otra.

El propio Lincoln adoptó una visión de más largo plazo de la situación.  Estaba muy decepcionado, por supuesto, pero sintió satisfacción en el hecho de que Illinois había elegido a un senador ‘anti-Nebraska’ comprometido para contrarrestar al senador Stephen Douglas, autor de la odiada ley de Kansas-Nebraska.  También había frustrado las maquinaciones de Matteson, en quien no confiaba que permaneciera fiel a la causa ‘anti-Nebraska’.  Y quizás lo más significativo era que todo el ejercicio sirvió también para reforzar la creciente coalición ‘anti-Nebraska’ tanto a nivel estatal como nacional, puesto que la inclusión de Trumbull abrió el camino para que otros demócratas antiesclavistas se unieran a la causa.  De hecho, esto fue un paso importante para que el Partido Republicano se convirtiera en una fuerza política viable y potente.

A la luz de todo esto, la humillante derrota personal de Lincoln era de poca importancia.  Como escribió a un amigo: “No podía … dejar que todo el resultado político fuera a la ruina, sobre un punto meramente personal a mí mismo”.

Además, Trumbull y Judd recordarían para siempre el gesto generoso y abnegado de Lincoln, y le apoyarían en 1858 cuando se presentara al otro escaño de Illinois en el Senado de los EE. UU. contra su eterno rival Stephen Douglas.  Judd también desempeñaría un papel importante en la candidatura de Lincoln a la presidencia en 1860, y más tarde Trumbull sería el coautor de la XIII Enmienda a la Constitución, que sería la mayor victoria legislativa de Lincoln.

Al humillarse a sí mismo y poner la causa mayor por delante de su ambición personal, Abraham Lincoln demostró una abnegación y generosidad rara vez encontradas en la vida pública, ni en su tiempo ni en el nuestro.  Algunos de los candidatos republicanos de hoy podrían hacer un servicio a su propia ‘causa mayor’ si estuvieran dispuestos a seguir el ejemplo de Lincoln.

LinkedIn-LogoSquareKevin J. Wood

el 20 de febrero de 2016

P.D.  El primer párrafo de este artículo no debe interpretarse como que creo que el posible candidato republicano discutido no tiene ningún requisito para ser presidente, más bien simplemente que no parecería ser un candidato apropiado para el Partido Republicano.  Simplemente lo digo…